05 Apr El arte de transmitir lo que los líderes dicen
Por Jorgelina do Rosario
Persona que explica a otras, en lengua que entienden, lo dicho en otra que les es desconocida”. Con esa frase, la Real Academia Española (RAE) define a la profesión del intérprete. Pero detrás de esa definición se esconde mucho más. Leer periódicos en distintos idiomas, comprender la actualidad mundial, comprar tickets de avión, reservar hoteles y saltear momentos incómodos son algunas de las tareas a las que se enfrentan los intérpretes múltiples.
Y cuando a la profesión se le añade el contacto directo con líderes mundiales, el desafío es mucho mayor. Nervios, vergüenza y la sensación de que cada día se rinde un examen son algunas de las sensaciones por las que pasan estos profesionales, cuyas voces ganan protagonismo en congresos y asambleas.
Adictos a la prensa
En el mundo, la Asociación Internacional de Intérpretes de Conferencias (AIIC) cuenta con 2957 miembros en 102 países. Philip Smith es uno de ellos. Para este inglés -que, además, habla español, francés y alemán-, un intérprete debe estar preparado para “cualquier cosa” que un político pueda decir. Con el objetivo de traducir al presidente Hugo Chávez en su visita a Londres hace cinco años, Smith llamó a un colega venezolano para estar bien preparado. “Tenía que saber de qué hablaban en su país, los asuntos políticos más importantes y aquellas cosas muy venezolanas que pudiera llegar a decir”, dice Smith.
Así también lo hizo cuando trabajó para la BBC, traduciendo a Nicolas Sarkozy en un debate previo a las elecciones presidenciales de Francia en 2007. “La información de trasfondo es muy importante. No se trata sólo de palabras”, asegura Smith, quien define a los intérpretes como “drogadictos de la prensa”.
Por cada jornada de trabajo, los intérpretes necesitan un día completo de preparación. Para ellos, cada conferencia, congreso y acto público es un nuevo ámbito de formación y aprendizaje. “Hay que leer un diario por día y una revista por semana en todos los idiomas con los que se trabaja. Y eso significa que se debe aprender a leer, elegir aquello que a uno le sirva”, coincide Xiaojing Lynette Shi, intérprete de origen chino que hoy trabaja para organismos de las Naciones Unidas, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Ministerio de Protección Ambiental chino.
Más allá de la sobreabundante información que consumen todos los días, los intérpretes que trabajan con políticos de primerísimo nivel deben aprender a administrar su propio tiempo. La argentina Victoria Massa, miembro del Consejo Directivo de AIIC para América del Sur, es terminante: “Cuando podés comer, comé”. Por eso, recomienda llevar en la cartera “barritas de cereal”. Y Massa sí que conoce en primera persona las largas jornadas de interpretación. Además de trabajar para la OEA y la CEPAL, participó en la Cumbre de las Américas en Mar del Plata en 2005, en la que Néstor Kirchner le dijo no al proyecto del ALCA en las propias narices de George W. Bush.
Piedras en el camino
Si bien la actualidad y el trabajo diario funcionan como fieles aliados, los desafíos no son menores. “Al servicio de protocolo no le gusta mucho que los intérpretes estén cerca de las personas importantes y a veces no te dan el discurso. Lo esconden hasta último momento o no te lo dan”, comenta Danielle Gree, una española que trabaja en Barcelona como intérprete de francés para el FMI, el Banco Mundial, la OIT y la Comisión Europea. “O bien te mandan al último vehículo de la comitiva, mientras el presidente está en el primero, y el mandatario llega y tiene que esperar al intérprete”, ejemplifica.
Para Beatriz Leboullex del Castillo, estos obstáculos se dan porque “es difícil que la gente entienda las dificultades que enfrenta el intérprete, que no es sólo traducir palabras”. Por eso, considera de suma importancia contar con la mayor información posible. De origen español, Leboullex trabaja como intérprete freelance para el Gobierno de España, el Tribunal de Justicia de la UE y la Organización Mundial del Turismo. “Una vez, le dije a un cliente que no quería dar los documentos a los intérpretes: “Si usted va a ser operado en un hospital, ¿no prefiere que el doctor vea los rayos X antes?””, ironiza Smith.
En ese sentido, los clientes japoneses parecen ejemplares. “Normalmente, entregan todo a sus intérpretes y les facilitan mucho la tarea”, concede Gree. En estos casos, los profesionales suelen recurrir a la ayuda de sus colegas, aquellos que están del otro lado de la reunión bilateral. “Conozco intérpretes en China que trabajan para el lado estadounidense o canadiense y no cuentan con la información de antemano. Y el lado chino está bien preparado, y le tienen que pedir a ellos la información”, amplía Shi.
Asimismo, los chistes, los juegos de palabras y los poemas son enemigos a la hora de traducirlos de un idioma a otro. Si bien los intérpretes pueden pedir a los oradores que adelanten sus documentos o discursos, esta ayuda encuentra barreras en políticos de primera línea. “No podés ir a preguntarle a Chávez si va a citar o no a Eduardo Galeano. Ahí estás frita”, considera Massa, cuyos idiomas de trabajo son español, inglés y francés. Y agrega: “A los americanos les encantan las citas bíblicas y las comparaciones con el béisbol. Eso no se entiende en otros países”.
Por su parte, Leboullex admite haber caído en su propia trampa cuando empezó a ejercer la profesión y buscaba “decir todo muy bien”. “En una ocasión, un orador inglés dijo la frase “to open a can of worms” (abrir una lata de gusanos) y yo dije “abrir una caja de pandora” y quedé muy satisfecha. Pero luego empezó a hacer un juego de palabras con los worms y ya con pandora no podía hacer más nada”, recuerda. En el caso de las citas, Shi aprendió que es mejor no comprometerse. “Si no conocés la cita, es mejor parafrasear”, asegura. Cuando los chistes llegan de forma sorpresiva, la intérprete admite que “a veces tampoco entendés si es gracioso porque depende del lenguaje”.
Además de desempleo, caída del PBI y la preocupación de los mercados, la crisis internacional trajo nuevos (y repetidos) diálogos entre los mandatarios del globo. Y también nuevos conceptos. “La crisis del euro es un tema muy técnico y ha sido necesario prepararse mucho porque, en las reuniones, casi siempre se termina hablando del euro”, admite Leboullex.
La palabra crisis transporta a Massa a la Argentina de 2001. Y también, a términos como “corralito y corralón”. “Entonces, era muy importante leer diarios, ver transmisiones en inglés, para saber cómo se trataba la información afuera y aprender la terminología para construir el vocabulario que necesitábamos”, dice.
El arte de transmitir lo que los políticos dicen -en discursos que se replican en todo el mundo- presenta grandes desafíos. Además de experiencia y práctica, los intérpretes saben que el camino es dificultoso. “En un nivel tenemos piel gruesa, porque nos enfrentamos a situaciones complicadas y sabemos de qué estamos hablando. Y por otro, tenemos piel fina, pues estamos expuestos y nos sentimos mal cuando no damos lo mejor de nosotros. A veces, el intérprete sólo necesita cooperación”, concluye Shi. z we.
EL CRONISTA