La fuerza de la razón

La fuerza de la razón

Por Carlos Ilardo
El ajedrez desarrolla la inteligencia; nos enseña a pensar.” Acaso el axioma carezca de cierto rigor científico, aunque muchos hombres de las ciencias coincidan en señalar las virtudes de su práctica y su estímulo en varias de las facultades mentales en niños y adultos. En los tiempos modernos, de la inmediatez, de Internet y las múltiples plataformas, quizás el juego de ajedrez permita demostrar cómo la reflexión y la concentración aún consiguen perforar aquellos muros de sobreinformación que amenazan con bloquear el conocimiento. Todavía vence la fuerza de la razón.
Recientemente, en San Luis, Claudia Amura, de 41 años, casada, madre de cuatro hijos, y alejada desde hace casi una década de los entrenamientos de la alta competencia, dio una clase magistral frente al tablero; se impuso en el Magistral Edith Soppe ante rivales a los que en algunos casos duplicaba en edad y frente a otros que viven aliados al avance de la tecnología. Amura hizo gala de su enorme talento para descifrar con su “propia cabecita” los planes que sus rivales ejecutaban de memoria, según los consejos de la “compu”.
“Bueno, tampoco soy de la Edad de Piedra”, contó a LA NACION, con una sonrisa, la mejor jugadora de ajedrez de la historia de este país. Y agregó: “Yo uso la computadora para mi trabajo en la enseñanza a los más chicos, y me ayudó en la preparación para este torneo, porque en una semana era imposible que pudiera reunir las partidas de mis rivales. Gracias a la máquina recabé la información y después, durante 48 horas, practiqué 400 ejercicios de táctica, para entrenar los reflejos y la intuición. El resto creo que fue mezcla de experiencia, ganas de jugar y el respeto de mis rivales”.
Hace casi una década que Amura se aferró a un modo de vida bucólica, lejos del ruido y las luces de las grandes ciudades. Eligió el microclima y el paisaje serrano de Villa Merlo, en San Luis, para edificar su enroque familiar junto al gran maestro mexicano Gilberto Hernández y sus príncipes herederos: Gilbertito, de 14 años; Luis, 12; Santiago, 10, y Rocío, 8. Así, la séxtuple campeona sudamericana, cuatro veces campeona argentina y siete, representante olímpica de ajedrez (medalla de plata en 1990), trocó alfiles, torres y peones por casa, trabajo y familia, hasta que en 2005, Alberto Rodríguez Saá, por entonces gobernador de San Luis, la convocó para un ambicioso plan de alfabetización ajedrecístico en el territorio puntano. Con la supervisión de Alicia Bañuelo, rectora de la Universidad de La Punta, Amura impulsó el plan Ajedrez Escolar Inicial (AEI), que hoy abarca a 43.000 alumnos de 280 escuelas primarias.
El trabajo de docente y la atención de la familia la alejaron definitivamente de la alta competencia; por eso, sólo una vez por año se toma vacaciones para jugar un torneo.
“Desde septiembre de 2010 que no jugaba ajedrez, ni siquiera por Internet. Acá hay mucho trabajo; tengo casi 70 personas a mi cargo, lo que es una alta carga de responsabilidad, pero esta semana me liberé de todo y entonces a la noche me parecía que ni cansada estaba. Jugué sin presión y con la alegría de que mis hijos, todos ajedrecistas, vieran cómo su papá, Gilberto, me ayudaba en la preparación y cuánto esfuerzo se necesita para la conquista de una meta. Creo que fue un ejemplo para toda la familia”, sostiene Amura.
Tal vez lo realizado por ella, o que Víktor Korchnoi, a los 80 años, participe aún de la práctica magistral, o que el indio Anand, a los 42, sea el campeón mundial pese a que el promedio de edad de los top ten es inferior a 28, y su próximo desafiador, el israelí Boris Gelfand, tenga 44, sea toda una señal. Es que Nicholas Carr, especialista en nuevas tecnologías y autor de la obra Superficiales, ¿qué está haciendo Internet con nuestras mentes?, advirtió que la Red, Google, Twitter y las multitareas nos alejan de las formas de pensamiento que exigen reflexión y concentración: “La Red nos vuelve superficiales para el procesamiento de la información y menos capaces para meditaciones profundas. Internet fomenta el picoteo rápido y distraído de pequeños fragmentos de información de muchas fuentes”. Mientras que Ignacio Ramonet, ex director de Le Monde Diplomatique, sostuvo: “La cantidad de noticias en Internet está amenazando con convertir al hombre contemporáneo en un ignorante saturado de información”.
Así las cosas, las mentes de los avezados maestros parecen estar mejor entrenadas para resistir los embates del mundo 2.0; sus métodos de estudio sumados al conocimiento, la experiencia e intuición desafían al vértigo del cálculo. Acaso, como para afirmar que el ajedrez enseña a pensar. A ellos les sobran razones.
LA NACION