“¿Dónde está el levantamiento de la izquierda?”

“¿Dónde está el levantamiento de la izquierda?”

Por Hans Hoyng y Gregor Peter Schmitz
El politólogo Francis Fukuyama supo ser el niño mimado de los neoconservadores norteamericanos. El autor de El fin de la historia explica por qué ahora cree que los excesos del capitalismo son una amenaza para la democracia y pregunta por qué no hay un “Tea Party de la izquierda”.

Profesor Fukuyama, usted es muy conocido por su ensayo “El fin de la historia”, en el que declara que, luego de la desaparición de la Unión Soviética, la democracia liberal emergió como el modelo global triunfador. Ahora, su última investigación asegura que los defectos del capitalismo y de la globalización podrían poner en peligro ese modelo democrático. ¿Cómo explicaría semejante cambio?
“Capitalismo” es la palabra equivocada para utilizar aquí, porque no hay una alternativa viable al capitalismo. De lo que estamos hablando verdaderamente es del crecimiento económico y del desarrollo de las sociedades económicas modernas. En Estados Unidos, una combinación de factores está comenzando a ponerlos en peligro. Hemos tenido un gran cambio tecnológico que sustituyó la mano de obra poco calificada, con lo cual muchas personas de las democracias occidentales perdieron sus trabajos.

Por esa razón países como Estados Unidos o Gran Bretaña querían convertirse en economías “orientadas al servicio”.
Adherimos inconscientemente a una versión de la globalización que suponía ir con rapidez hacia este mundo posindustrial y posmanufacturero. Al hacerlo, nos olvidamos de que la principal razón por la cual el verdadero socialismo nunca prendió en Estados Unidos fue que la economía moderna permitía producir sociedades de clase media en las que el grueso de la población podía disfrutar de un status de clase media. Las personas trabajaban en industrias que finalmente desaparecieron en nuestro país y que se transfirieron a China, por ejemplo.

Aunque los miembros de la clase media se aferraron a sus trabajos, sus ingresos se estancaron o, incluso, cayeron, mientras que unos pocos triunfadores de la punta de la pirámide de la globalización cosecharon ganancias enormes. El nivel de desigualdad de ingresos en las sociedades avanzadas es mayor que antes. ¿Qué consecuencias tiene en nuestras sociedades?
No es bueno para la democracia. Si el ingreso es distribuido relativamente en partes iguales y no hay grandes diferencias entre ricos y pobres, existe un sentimiento amplio de comunidad. Se generaliza un sentimiento de confianza. No hay partes de la comunidad que tengan un acceso superior al sistema político y que puedan usarlo en provecho de sus propios intereses…

… lo cual pone en riesgo el proceso democrático.
Lo que se ve en una democracia con una clase media más débil es más populismo, más conflicto interno, una falta de habilidad para resolver las cuestiones de distribución de manera ordenada. Ahora mismo, en Estados Unidos, hay una vuelta al populismo. Debería hacerlo la izquierda, pero en realidad está más expandido en la derecha. Si se habla con los miembros del Tea Party sobre sus sentimientos en relación al gobierno, su respuesta es muy apasionada. Odian al gobierno. Piensan que fueron traicionados por las elites.

Sin embargo, los estadounidenses están comenzando a discutir el problema de la desigualdad social mucho más abiertamente.
Empiezan a comprenderla lentamente. La reciente atención pública en torno a la desigualdad y el movimiento Ocupar Wall Street son precursores del cambio en esa dirección. El problema es que en Estados Unidos es extremadamente difícil movilizar a las personas con problemas que son lisa y llanamente de clase. El presidente Barack Obama quedó relegado como un “socialista europeo” cuando trajo la idea de mayores impuestos para los ricos. Esos debates de clase fueron impopulares históricamente, excepto en un breve período en la década de 1930, durante la Gran Depresión.

La última crisis financiera fue comparada frecuentemente con la Gran Depresión. ¿Por qué no sucedió de nuevo el caso de que la izquierda se levante contra los ricos?
Tampoco me lo puedo explicar. ¿Dónde está el levantamiento de la izquierda? Ésta es una crisis que comenzó en Wall Street. Estaba arraigada verdaderamente en el modelo especial norteamericano de finanzas liberalizadas. Golpeó tremendamente a las personas en general y benefició a la parte más rica del país, el sector financiero, que atravesó la crisis muy bien, gracias a los rescates del gobierno. Uno habría pensado que esa circunstancia le abriría el camino al levantamiento del populismo de izquierda, como en la década de 1930. Un Tea Party de la izquierda, diría.

El movimiento Ocupar Wall Street, ¿no podría ocupar el vacío dejado por la izquierda?
Sinceramente, no me tomo con seriedad ese movimiento, porque su base social es extremadamente reducida. Está formada principalmente por los mismos jóvenes que protestaban en Seattle en 1999 contra la Organización Mundial del Comercio; es decir, anticapitalistas. Sociológicamente, el gran problema de la izquierda en Estados Unidos es que la clase trabajadora y la clase media baja blanca, que en Europa serían socialdemócratas en su comportamiento político, tienden a votar a los republicanos, o entran con facilidad a su terreno. Si la gente de Ocupar Wall Street no puede conectarse con ese grupo demográfico, no habrá una gran base populista de izquierda en Estados Unidos.

¿Acaso no fue lo suficientemente profunda la crisis como para lograr eso?
Irónicamente, como la Reserva Federal y el Tesoro de Estados Unidos actuaron para apoyar al sistema financiero, la crisis no se cayó tan profundamente en una gran recesión con un desempleo de hasta el 20 por ciento, como en la década de 1930. En ese entonces, el presidente Franklin D. Roosevelt pudo reestructurar los grandes bancos. Creo que la única solución a los problemas actuales es ésa: restructuración Goldman Sachs, Citigroup y el Banco de América, y luego volverlas entidades menores que puedan caer en bancarrota. Ya no serían “demasiado grandes para caer”. Pero eso no ha sucedido aún.

También se podría decir que Obama simplemente no fue tan duro como Roosevelt.
Obama tuvo una gran oportunidad justo en el medio de la crisis. Era en la época en que Newsweek publicaba el título: “Ahora todos somos socialistas”. El equipo de Obama podría haber nacionalizado los bancos y haberlos liquidado paulatinamente. Pero su visión de lo que es posible y deseable todavía está muy moldeada por las necesidades de esos grandes bancos.

En otras palabras, Obama y sus asesores de influencia, como el secretario del Tesoro Timothy Geithner, son parte del “1 por ciento” contra el que lucha el movimiento Ocupar Wall Street.
Sin duda, son parte del uno por ciento. Claro que socializan con los gurús de Wall Street. El jefe de Goldman Sachs, Lloyd Blankfein, se reunió con Geithner muchas veces durante la crisis. Ese contacto cercano claramente influye en la visión de la Casa Blanca.

¿Pero usted argumentaría seriamente que los republicanos están más distanciados de Wall Street?
Por supuesto que no. Los políticos republicanos están completamente vinculados con Wall Street. Pero la pregunta verdadera es: ¿por qué la clase media sigue dándole su apoyo? Mi explicación es en parte la profunda desconfianza extendida sobre cualquier forma de gobierno, que tiene raíces muy antiguas en la política norteamericana, y que hoy está reflejada en figuras de la política como Sarah Palin, que se opone a Obama principalmente en el hecho de que el presidente fue a Harvard. Hay una especie de resentimiento populista en la política estadounidense en contra del liderazgo de las elites.

Incluso el movimiento del Tea Party recibe fundamentalmente el apoyo financiero de multimillonarios que representan todo aquello a lo que se oponen los miembros regulares del Tea Party.
El Tea Party es un genuino movimiento de base, así que no creo en esas teorías conspirativas de que lo iniciaron los multimillonarios. Cuando uno observa los mitines en apoyo de Ron Paul, la gente es muy apasionada. Todos tienden a ser jóvenes, y tienen esa idea libertaria en su cabeza según la cual el gobierno es la verdadera fuente de todos nuestros problemas. Entonces, creo que las convicciones de los activistas del Tea Party son sinceras, no están manipuladas por los multimillonarios. Pero es verdad que se movilizan en contra de sus propios intereses económicos y a favor de los intereses de las elites que deberían odiar. Todavía no termino de entender por completo por qué lo hacen.

¿Por qué Obama no puede llegar a esa gente descontenta?
El presidente nunca anunció un orden económico diferente a una vuelta al clásico gran gasto, la fórmula liberal de los demócratas. Éstos nunca articularon una filosofía económica no que sea más que un retorno a la década de 1970, gobierno grande y así, ni lograron ofrecer una posición alternativa para los sindicatos, que son muy hostiles a la globalización.

¿Qué más debería hacer Obama?
Creo sinceramente que el modelo alemán debería ser muy interesante para la perspectiva norteamericana, porque Alemania todavía sigue siendo el segundo importador más importante del mundo, pero ha hecho un trabajo mucho mejor que Estados Unidos en la protección de su base industrial y de su clase trabajadora. Alguien tiene que articular una estrategia en Estados Unidos que diga “nuestra meta no es maximizar los ingresos totales. Es proteger a la clase media mediante un acuerdo con el mundo globalizado, pero un acuerdo que beneficie a la amplia masa del pueblo”. Ningún demócrata lo ha podido hacer realmente.

¿Usted quiere que la izquierda norteamericana aprenda de la “Agenda 2010” del ex canciller alemán Gerhard Schröder, un controvertido paquete de reformas laborales y de asistencia social que le dio una vuelta de tuerca al clásico modelo socialdemócrata?
Lo que hicieron los socialdemócratas en Alemania es aumentar el grado de flexibilidad en el mercado del trabajo y acercar el Estado de Bienestar alemán a la competición capitalista. La vieja agenda tradicional de tener más y más protección social ya no influye en Alemania, y es una buena noticia. Parte del problema de Europa es que no haya habido reformas similares en Italia y Francia.

Esa protección de la clase media, ¿incluiría una nueva forma de proteccionismo global?
Nunca deberíamos haber permitido que los chinos desindustrializaran buena parte del mundo. Los chinos hicieron enfrentar a los países de Occidente, y básicamente robaron su tecnología. Lo lograron porque todos en Occidente tienen una visión a corto plazo que decía: “Los chinos me van a dar una paliza en un callejón sin salida, pero si no hago dinero ahora, otro lo hará por mí. Entonces voy a hacer negocios con ellos, aunque me saquen todo”. Es una visión muy limitada. Deberíamos haber sido mucho más duros con China.

¿Todavía se puede revertir esa tendencia?
Es muy tarde, al menos en Estados Unidos: todas las industrias cruciales se fueron a China.

En Europa también prevalece ese sentimiento de impotencia. Cada vez que los políticos de la Unión Europea intentan presentar nuevas soluciones a la crisis del euro, no logran convencer al círculo de finanzas de todo el mundo. ¿Todavía es posible el liderazgo político, dado el inmenso poder de los mercados financieros globales?
El problema del liderazgo político proviene no solamente de la presión de los mercados. Todas las democracias modernas tienen un problema: el proceso democrático tiende a ser capturado por grupos bien organizados que no representan al público en general. Ése es el gran problema de Grecia. Los farmacéuticos, los doctores, los funcionarios públicos, los arquitectos y muchos otros grupos de ese país se han organizado en una estrecha corporación que controla los precios, mientras evitan grandes impuestos. Se llevan una fortuna, pero es probable que haya una bancarrota nacional.

Para reformar el sistema griego, están entrando al país tecnócratas y asesores no elegidos democráticamente. ¿Qué significa eso para la democracia?
Si tuviera que apostar todo mi dinero, le diría que Grecia va a salir del euro, porque al final cualquier intervención exterior será interpretada por el público griego como una imposición no democrática de políticas que no los favorecen. Los griegos nunca van a comportarse como los alemanes.

¿Puede Europa, sumida en sus intentos desesperados para rescatar el euro, seguir siendo democrática?
Desde el comienzo, todo el proyecto europeo fue manejado por las elites. La prueba de eso es que cada vez que un país tenía que organizar un referéndum y se votaba en contra de una regulación de la Unión Europea…

… ese referéndum se hacía repetir.
Las elites decían: “Oh, no entendieron esta vez. Vamos a seguir votando hasta que lo entiendan”. Prácticamente todos los países europeos tienen un partido populista de derecha. Son anti Unión Europea y antiinmigrantes, porque tienen la percepción de que las elites de Europa no se encargan de sus problemas.

Los sistemas autoritarios, por otro lado, parecen estar teniendo más y más popularidad. Cuando los empresarios alemanes viajan a China, por ejemplo, se enamoran del sistema de allá. No pueden creer la rapidez con la que se toman las decisiones.
Escuché eso de parte de los empresarios estadounidenses también. El sistema chino es sorprendente cuando se lo compara con Europa y Estados Unidos, donde actualmente no se puede tomar ninguna decisión.

Entonces la China autoritaria quedará como el nuevo modelo global, lo cual contradice totalmente la tesis suya de El fin de la historia, según la cual la democracia se ha vuelto la opción por defecto en todo el mundo.
No. China nunca va a ser un modelo global. Nuestro actual sistema occidental está muy duramente golpeado en su esencia, pero el sistema chino tampoco va a funcionar. Es un sistema muy injusto e inmoral donde a cualquiera se le puede quitar todo en un segundo, donde la gente muere en accidentes de tren por la falta de transparencia pública, donde rige la corrupción. Ya se pueden ver enormes protestas en China, en todas partes…

…que los funcionarios del Partido Comunista temen que sean similares a la Primavera Árabe.
Cuando su liderazgo no puede ofrecer más crecimiento económico, queda abierta esa enorme vulnerabilidad moral. La democracia liberal todavía es la única posibilidad en todo el mundo, a pesar de sus defectos.
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