11 Mar A un año del desastre de Fukushima
Por Víctor Ingrassia
Hace un año, Japón sufría el mayor terremoto de su historia en el noreste de la gran isla. Un sismo de 9 grados de magnitud en la escala Richter tuvo lugar el 11 de marzo de 2011 a las 14.26 hora local (2.46 hora argentina), provocando al mismo tiempo un tsunami, que devastó extensas zonas de la costa y un tendal de miles de muertos.
El fenómeno, que dejó más de 19.000 víctimas entre muertos y desaparecidos, causó además un accidente calificado como “muy serio” por los organismos nucleares internacionales, en la planta nuclear de Fukushima Daiichi.
El epicentro de movimiento telúrico se situó 70 kilómetros al este de la Península de Oshika en la prefectura de Miyagi a una profundidad de 24 kilómetros y tuvo 593 réplicas de 5 grados de magnitud y superiores.
Aproximadamente 20 minutos después del terremoto, un gran tsunami alcanzó la península y sembró el caos a lo largo de más de 1300 kilómetros en la costa del Pacífico, desde la isla de Hokkaido, en el norte del país, hasta la isla de Okinawa, situada en el sur.
El maremoto inundó más de 400 kilómetros cuadrados de territorio japonés, de acuerdo con los datos de 2011 brindados por el Grupo Conjunto Tohoku de Estudio del Tsunami. Asimismo, las olas del tsunami penetraron cinco kilómetros tierra adentro y alcanzaro una altura máxima de 40,4 metros en Miyako, 11,8 metros en Ofunato, 8,9 metros en Soma y 7,7 metros en Ishinomaki Ayukawa, de acuerdo con la Agencia Metereológica de Japón.
La Agencia Nacional de Policía de Japón precisó que hubo 15.852 muertos, 3287 desaparecidos y 6011 heridos. Además informó que el tsunami dejó 373.707 viviendas destruidas y una planta nuclear en ruinas.
Accidente nuclear
El tsunami dañó la planta nuclear de Fukushima Daiichi 45 minutos después del terremoto. Las instalaciones quedaron sin energía eléctrica, lo que provocó fallos en los sistemas de refrigeración en los depósitos de almacenamiento nuclear. También se produjeron incendios, explosiones que desencadenaron una emisión masiva de sustancias radiactivas al medio ambiente. La planta sufrió fusiones del núcleo en tres de sus seis reactores.
Tras el accidente, más de 80.000 residentes fueron obligados a evacuar el lugar, y el gobierno estableció una zona de exclusión en un radio de 20 kilómetros alrededor de la planta nuclear.
El índice de radiación, de 1,12 microsieverts por hora, tomado en la ciudad de Fukushima, a unos 60 kilómetros al noroeste de la planta, fue comparado con el nivel antes del desastre de 0,04 microsieverts. En Futaba, a siete kilómetros de la planta, fue de 13,15 microsieverts por hora en Iitate, a 39 kilómetros al noroeste, fue de 5,2 microsieverts por hora.
Un aniversario triste
Un año después de verse obligados a abandonar sus domicilios tras la catástrofe nuclear de Fukushima, decenas de miles de refugiados siguen enfrentados a un futuro de incertidumbre, sin saber cuándo y cómo podrán volver a casa. La cantidad de personas que aún se encuentran en viviendas provisionales se eleva a 260.840 en las prefecturas de Iwate, Miyagi y Fukushima.
El frío invernal, que se filtra a través de las vigas de metal y las finas paredes de la casa contenedor de Teiichi Sekizawa, es una realidad diaria para este japonés desplazado por el accidente nuclear de hace un año, y que todavía se encuentra en una alojamiento provisional y tiene pocas posibilidades de regresar a su casa.
Y aún así, este de hombre de 55 años se considera afortunado. Trabajaba en la central nuclear de Daiichi de Fukushima pero su contrato venció justo el 10 de marzo; es decir, un día antes del terremoto y posterior tsunami que asoló el noreste de Japón, provocando el peor accidente nuclear en el mundo desde el desastre de Chernobyl, en 1986.
“Tuve suerte”, asegura Sekizawa quien vive en un asentamiento de 180 casas de emergencia, construidas en un estacionamiento de Fukushima. El desastre dejó sin hogar, trabajo y subsistencia a cientos de miles de personas de la zona. Como Sekizawa, más de 260.000 personas todavía se encuentran en viviendas de emergencia y se quejan de la falta de indemnizaciones.
“Si te reunís con las autoridades, entonces verás lo caótica que resulta ser la reconstrucción”, aseguró Ken Horikawa, quien trabaja con los sobrevivientes en Ishinomaki, ciudad ubicada en la prefectura de Miyagi. Horikawa denunció que las autoridades carecen de plan alguno y no están al tanto de las necesidades de los sobrevivientes, ni de las dificultades que pasan en sus alojamientos temporales.
Doce meses después del desastre, pocos refugiados han recibido las indemnizaciones esperadas de la compañía Tokyo Electric Power (Tepco), que gestiona la central Fukushima Daiichi.
Confrontados a la omnipotencia de este grupo tentacular, se sienten a menudo como “hormigas atacando a un elefante”. “Seguimos vivos. Todavía no estamos muertos”, afirma un cultivador de arroz septuagenario, cuyos arrozales estaban situados a solo 4 km de la central.
“Algunos dicen que podremos regresar dentro de 30 a 40 años, pero ¿cómo vamos a vivir hasta entonces?”, añade el anciano, que prefirió no declinar su identidad. Cerca de dos millones de personas deberían recibir indemnizaciones de Tepco, entre ellas los refugiados expulsados de una zona de 20 km de radio alrededor de la central accidentada.
Los abogados de las víctimas acusan a Tepco de demorar a la hora de compensar los bienes -terrenos y viviendas- ahora invendibles en el interior de la zona de exclusión. Además de la devolución de los gastos ocasionados por la evacuación forzosa, la empresa ofreció un subsidio por “sufrimientos mentales” de 120.000 yenes mensuales (1200 euros) pero exige que los beneficiarios renueven su pedido cada tres meses mediante un procedimiento largo y complejo.
Para el millón y medio de personas fuera de la zona de exclusión que tienen contaminadas sus tierras agrícolas y cerrados sus comercios, la empresa nuclear ofrece una indemnización de 400.000 yenes (6000 dólares) para las mujeres embarazadas y los niños, suma a la que se agregan 200.000 yenes (3500 dólares) si huyeron voluntariamente, y solo 80.000 yenes (1200 dólares) para todos los demás. Este pago único se supone que cubre el periodo que iba desde la catástrofe hasta el 31 de diciembre del año pasado.
Amenaza nuclear
El desastre de Fukushima generó un amplio debate sobre la seguridad y el futuro de las centrales nucleares y puso sobre la mesa la incapacidad del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) de imponer normas generalizadas de seguridad y la falta de controles internacionales.
Además, quedó patente la falta de preparación de muchas centrales ante posibles desastres nucleares, algo que generó una serie de “test de estrés”, como los que se aplicaron a las instalaciones en países europeos.
Pero esta semana en Viena el OIEA indicó en un comunicado que “la industria nuclear ha aprendido de las lecciones de la catástrofe nuclear de Fukushima y esa forma de energía es ahora más segura que hace un año”. “Fukushima Daiichi fue un accidente muy grave, pero sabemos que salió mal y tenemos un rumbo claro para atajar esas causas, no sólo en Japón sino en cualquier parte del mundo”, indicó Yukiya Amano, director general del OIEA.
El primer ministro Yoshihiko Noda ratificó el 16 de diciembre pasado el cierre y el enfriamiento de la planta de Fukushima Daiichi y explicó que no se registran reacciones nucleares, aunque reconoció que un porcentaje de radiación se filtra al medio ambiente. La declaración marcó el final de la fase de emergencia del desastre y el inicio de las tareas de limpieza y desguace de los reactores.
Hasta el 21 de febrero, sólo dos de los 54 reactores con los que cuenta Japón se encontraban en servicio. Según un cronograma estipulado, todos deben suspender su funcionamiento para finales de abril. Se estima que el desastre dejó 22,53 millones de toneladas de escombros y desechos. Cerca del cinco por ciento fue eliminado hasta hoy.
LA NACION