Un fenómeno editorial llamado Florencia Bonelli

Un fenómeno editorial llamado Florencia Bonelli

Por Virginia Giacosa (desde Rosario)
Fiebre de sábado por la tarde en Rosario. Son las cinco y uno de los salones del hotel Ros Tower desborda de mujeres de todas las edades. Adolescentes con chupines, señoras con collares de perlas, docentes, amas de casa, profesionales y jubiladas componen la masa de 500 seguidoras ansiosas que esperan a Florencia Bonelli, autora best seller de literatura romántica. En ese mar de hormonas femeninas donde se baten palmas y se oyen grititos, se mueve con cierto disimulo un puñado de novios dóciles y maridos resignados que acompañan a las fervientes lectoras. Es la primera vez que la escritora desembarca en la ciudad y está aquí para presentar Congo –su segunda entrega de la trilogía Caballo de Fuego (Suma de Letras)– que cuesta 109 pesos.
Para poder ingresar al evento había que registrarse con anterioridad por correo electrónico. Las admiradoras de Bonelli fueron meticulosas. Cumplieron al pie de la letra con el pedido de los organizadores, mandaron el mail, no faltaron a la cita y el resultado es que hay lugar para todas en la sala del coqueto hotel cinco estrellas.

–Es que esto no es una presentación. Esto es Bonelli –dispara con orgullo una integrante de prensa de la editorial Santillana. A la chica se la ve satisfecha, pero la alegría no alcanza para tapar la ojeras que le dejó la previa del lanzamiento del libro.
El fenómeno Bonelli es curioso. Las mujeres que están sentadas esperando a la autora llegaron de todos lados: Mar del Plata, Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba. Es que la escritora se dedica a sostener un vínculo estrecho vía e-mail con todas sus lectoras. Y quizás ese gesto también abone a su éxito. Están las que organizan en localidades del interior clubes de lectura con sus libros, las que abren perfiles en Facebook sobre algunos de sus personajes favoritos y unos pocos hombres que ingresan a ese universo atraídos por el contenido histórico pero en su mayoría llevados de la mano de alguna mujer de la familia.

Ana María (50) y Laura (28) trabajan en la estación de subte de Juramento. Las dos se habían devorado Lo que dicen tus ojos, Indias blancas y Marlene cuando el azar las puso, ventanilla de la boletería de por medio, frente a la autora.

–La venía viendo desde hacía varias semanas y tenía la duda. Pero un día me animé y le pregunté si era Bonelli. Cuando me dijo que sí casi me desmayo. Tenía un libro de ella en la mochila y se lo mostré –cuenta Laura emocionada.

Desde esa vez, Bonelli casi no paga pasaje para subirse a la línea D y las trabajadores del subte la siguen a todos lados. El sábado 1º de octubre estuvieron en Rosario y para llegar hasta acá no sólo tuvieron que viajar cuatro horas. Sacrificaron sus francos y trabajaron quince días corridos para poder tomarse juntas el recreo.

–Nos trajo un compañero de trabajo que nos está esperando en el auto. Eso sí, no quiso bajar. Hasta ahí llegó su amor –explica Ana María.

También están las Amigas Bonellistas, una especie de club de fans que se formó en Rosario y que ya cuenta con más de cien integrantes de todo el país. Estas amigas de Bonelli se mueven como peces en el agua en internet. Impulsan foros, encuestas, sorteos y son capaces de comerse cruda a cualquiera que en la red ose criticar a la autora.

–A través de Facebook nos pusimos de acuerdo y nos encontramos casi todas en Rosario. Al mediodía almorzamos en el bar El Cairo y lo pasamos bárbaro. Ahora nos vinimos para acá –cuenta exultante María Eugenia que, como las demás, lleva una credencial con su nombre y la identificación del grupo prendida en la blusa.

Las luces se apagan y en una pantalla gigante al final del salón se proyecta el trailer de difusión de Congo que no dura más de 45 segundos. “En el lugar más peligroso del planeta se puede vivir una historia de amor”, dispara efectiva la voz en off de lo que parece más el avance de una película que de un libro. Y sin solución de continuidad se escucha a todo volumen la canción “Paint it, Black” de los Rolling Stones, el leitmotiv de la obra.

Recién ahí Bonelli entra en escena. Lleva una melena lacia e impecable. Una camisa blanca con jabot que le marca la cintura, una pollera negra y un sobre de fiesta en la mano. Delicada sube al escenario con una prolijidad que parece más de una alta ejecutiva de ventas que de una escritora. Las seguidoras se ponen de pie, levantan los brazos, saludan y cientos de cámaras digitales hacen una coreografía en el aire para registrar el momento.

Bonelli nació en Córdoba y fue discípula de la escritora Cristina Bajo. Pero antes, mucho antes, estudió ciencias económicas y se recibió de contadora pública. Abandonó la profesión después de leer El árabe de Edith Hull, libro que encontró en la casa de sus suegros y la impulsó a dedicarse profesionalmente a la escritura. Su marido, que nunca lee sus novelas y que esta tarde la mira sentado desde la primera fila al acecho de los fotógrafos de prensa que ponen el ojo sobre su mujer, dice que “la apoyó desde el comienzo”. Y al hombre no le fue para nada mal.

Las cifras de venta son abrumadoras. Medio millón de ejemplares de sus 11 títulos vendidos a lo largo de una década. El promedio de venta de sus novelas es de 20 mil ejemplares la primera edición y 10 mil la segunda. No bien salió a la calle Congo –que forma parte de una tríada que comenzó con París y terminará con Gaza– estuvo primero en los ránkings de todas las librerías del país. Y junto con París están en el top de 10 de los libros más vendidos. Según la revista Fortuna es la autora argentina que más vende. En Rosario también arrasó. Al menos la mitad de las mujeres que la escuchan esta tarde llevan el libro bajo el brazo y al final harán lo imposible por obtener la dedicatoria.

La tríada de Caballo de Fuego narra una historia de amor atravesada por una serie de problemáticas políticas, económicas, sociales, culturales y religiosas, a las que se suman cuestiones vinculadas a las agencias internacionales de seguridad e inteligencia. Para ello, Bonelli realizó un minucioso e intenso trabajo de investigación. Navegó en blogs y sitios de organismos internacionales como Médicos sin Fronteras, entrevistó a muchas personas y vio diversos documentales.

Las mujeres que se tragan sus larguísimas novelas destacan que casi siempre lo hacen con un diccionario a mano para sacarse las dudas de aquellos términos que desconocen. Otras confiesan que siempre tienen cerca una computadora para indagar más sobre el contexto histórico o político en que se desarrolla el relato. Todas coinciden, que además de leer una buena historia de amor aprenden.

–Aunque quizá no es su intención, las novelas transmiten valores que no deberían perderse. Hay enseñanzas y sobre todo mucha información –destaca Flavia de 21 años que es maestra jardinera, rosarina y fiel a Bonelli desde la primera hora. En un fin de semana, cuenta, la llegó a ver dos veces. Viajó desde la ciudad de Córdoba a la Feria del Libro de Buenos Aires para no perderse las dos presentaciones de su ídola.

Pero no sólo del contenido histórico se alimentan estas groupies. Son muchas las que confiesan que se encienden como una llamarada al recorrer esas páginas que cabalgan entre el erotismo soft y el final feliz.

–¿Cuándo podremos leer Gaza? –grita una mujer desde la mitad del salón copado. Todas ríen y aplauden a la que se atrevió a romper el hielo.

–No, chicas. Este año imposible. Está previsto para abril de 2012, porque recién mi editora lo terminó de leer el lunes –responde la autora desde el escenario.

–¿Que nos podés adelantar? Me quedan 20 páginas para terminar Congo y las estoy estirando como chicle porque no voy a aguantar hasta que llegue el próximo –dice, atribulada, otra.

–Lo único que les puedo decir es que Gaza es mi libro más erótico –lanza Bonelli y el público se convierte en un coro de gemidos. Sí, parece ser que las lectoras de esta best sellers gimen cuando la leen. Y que necesitan de esa energía sensual para recargar las baterías.

–Los frutos de tu obra se los lleva mi marido. Porque después de leerte lo corro por los pasillos –dice con picardía Ana, que vino de Marcos Juárez, provincia de Córdoba, a la presentación.

Pese a que dijo que nunca lo haría, un día Bonelli empezó a retomar personajes de historias pasadas y así fue que nació Caballo de Fuego. Los personajes principales de la trilogía son Eliah y Matilde, los cuales continúan la saga de la familia Al-Saud iniciada en su libro Lo que dicen tus ojos. El desafío más grande fue empezar a trabajar sobre temáticas actuales y con personas que hablan como nosotros. Porque el relato está ambientado a fines del año 1998 y no en el siglo XIX como todos los anteriores.
En Congo, la autora juega con los opuestos y logra dar vida a una pareja protagónica muy atractiva. Ella es una mujer sensible que ama la paz. Él es imponente y su negocio es la guerra. Sin embargo, el amor que sienten el uno por el otro producirán cambios radicales en sus vidas.

Para construir su personalidad, Bonelli se basó en los dictados del Horóscopo Chino. Matilde es un Chancho, y como tal es una mujer que tiene bondad pero también el carácter suficiente para emprender cosas. Tiene una pasión extrema, pero también un carácter fuerte. Y Eliah es un Caballo de Fuego, un personaje complejo y difícil.

–¿Para cuándo la película? Queremos ver pronto a Gabriel Garko y Amanda Seyfried haciendo Caballo de Fuego –dice una mujer que enarbola un ramo de jazmines para entregarle a la autora. Y todas vuelven a aplaudir.

–Por ahora no hay películas en vista, aunque yo no me quiero ir de esta vida sin verlas –responde Bonelli a sus lectoras con la familiaridad de estar con amigas en una mesa de café.

Muchos fueron los ofrecimientos que le llovieron para filmar las historias de sus libros –la última oferta fue para una serie de televisión–, pero hasta ahora nunca se llegó a un acuerdo con los directores y los proyectos quedaron a mitad de camino. Igual, la misma autora se permite soñar con que el italiano Garko y la prometedora Seyfried pongan el cuerpo a Eliah y Matilde. Tanto, que en la portada del libro están sus rostros como inspiradores de la trilogía.

–Parece que querían hacer una serie de capítulos con un mix de todos los libros y ella no quiso. Mirá lo que pasó con Harry Potter. Fue algo parecido. Steven Spielberg quiso hacer una animación mezclando los diferentes tomos pero la productora no quiso. Al final se hizo otra cosa y fue todo un éxito –analiza Gachy Santone, periodista que leyó gran parte de la obra y esta tarde fue la elegida para acompañar a la autora en la presentación.

No es raro que justo una periodista la haya comparado con la autora de la saga del niño mago. Bonelli no es J. K. Rowling pero las dos comparten algunas cuestiones en común. No sólo que de ambas la prensa suele hablar la mayoría de las veces a través de expresiones numéricas: cuántos ejemplares se vendieron, cuántas páginas tenían estos ejemplares, cuántas personas hacen cola para verla, cuántos autógrafos firmó en una tarde. Ocurre a menudo que en vez de leerse los libros, en los diarios se llenan cuadros de texto con opiniones que tratan de explicar la obra cayendo en la vieja idea de que todo lo masivo es vulgar.

El evento va llegando a su fin, pero no todo termina tan pronto. Todavía quedan cuatro largas horas por delante para que la autora pueda firmar cada libro. Enseguida se empieza a formar una hilera. Unas empujan, otras se adelantan, hay quienes se preparan en actitud zen para esperar que les llegue la hora. Algunas exhiben su panza de embarazo para pasar primeras y las mayores hacen relucir jorobas y rengueras para agilizar el trámite.

–Éste es para mi hermana, éste para mi cuñada, éste para mi mamá y éste para mí –enumera una fanática que no para de sacar libros de su cartera ante los ojos furiosos de las demás.

“A la mamá de León Artemio, con afecto Florencia Bonelli”, dice una dedicatoria que sobresale entre las demás. “Resulta que Mónica, mi hermana, asegura que se inspiró en Artemio Furia, el personaje, para tener a su hijo León”. cuenta Laura que se lleva como un trofeo el libro recién firmado.

Uno de los pocos hombres que se mezclan en la hilera es Carlos, de 64 años. Él a diferencia de todas las mujeres que lo secundan nunca leyó a Bonelli. Está acá con una misión: llevarse Congo dedicado para una amiga de su hija. “Ella vive en Neuquén y trabaja en un juzgado. Su compañera es fanática de la autora y cuando se enteró de que estaba en Rosario me pidió que comprara el libro y que lo hiciera firmar”. El hombre no tuvo excusa y viajó desde Cañada de Gómez, a 74 kilómetros de la ciudad, para dejar a las chicas conformes.

El cuchicheo de las seguidoras se va apagando a medida que la fila se hace más delgada. Una mujer con bastón y blusa con brillos cruza la puerta del hotel para esperar un taxi. Dice que sigue a Bonelli desde que no era tan conocida y un diario obsequiaba una colección de sus obras. Gracias a que tiene su pierna izquierda maltrecha los organizadores dejaron que sea una de las primeras en llevarse un libro firmado y sacarse una foto con la autora.

–Me gusta porque cuando la leo me siento identificada. Trabajé por años como azafata de Aerolíneas Argentinas y conocí a mi esposo en un vuelo porque él era pasajero. Mi vida también es de novela. Será por eso que me gusta tanto –dice Yolanda con la esperanza de que su historia de amor algún día sea contada.
EL GUARDIAN