Un creador audaz

Un creador audaz

Por Pablo Kohan
Hace poco menos de una década, Spinetta llegó hasta la sala grande del Colón con su Corazón acústico . Para los habitués del teatro y para quienes acostumbran a demarcar campos culturales con límites infranqueables, aquel recital fue una irreverencia. Es que no era un músico del tango o del folklore quien arribaba hasta el antro sagrado sino un músico popular con una doble condena: no sólo tenía sus raíces en el rock argentino sino que, además, era uno de sus fundadores. En el remolino de emociones de quienes aborrecieron de su presentación en el Colón, se agolpaban los pensamientos que insisten en que el rock es una música abominable, ruidosa, carente de melodía e inapropiada para un ámbito construido y creado para otro tipo de manifestaciones musicales, supuestamente, superiores.
Para presenciar el evento, se acercó un público diferente al habitual. Más joven, descontracturado y, definitivamente, foráneo. Spinetta no se confundió y, para esa ocasión especial, acompañado por el tecladista Claudio Cardone, construyó un verdadero recital de cámara, mayormente con un repertorio propio, y atravesado, de principio a fin, por una sonoridad intimista. Exactamente la mejor para ese lugar y para que todos pudieran apreciar su poética, su manera de cantar y las exquisiteces de su música.
Spinetta fue un innovador, un creador fantástico. Algún estudioso, esperemos que con criterios y conocimientos, habrá de indicarnos períodos, lenguajes, intenciones y etapas creativas a lo largo de su carrera. Con todo, y aún a costa de bordear posibles errores o carencias, podríamos sintetizar que El Flaco fue músico refinado, de capacidades interpretativas y compositivas admirables, fantasioso, lírico en lo musical y en lo textual, un armonizador sutil, y un creador audaz que, caso único dentro del rock, coqueteó con la tenuidad y la delicadeza. Fue uno de los más notables músicos argentinos. Así, sin distinciones que remitan a lo académico o a lo popular. Seguramente los panegíricos y los elogios se acumularán para glorificarlo. Y será justicia. Porque Spinetta fue un artista sobresaliente que dejó una huella profunda que lo sobrevivirá y que nos continuará acompañando. Como también lo hicieron, entre muchos más, Cobián, Ginastera, Piazzolla, el Cuchi Leguizamón, Guastavino y Troilo. Sus verdaderos compañeros de ruta en esto que es la construcción de una cultura musical y un arte argentinos.
LA NACION