13 Feb Murió el ‘Flaco’ Luis Alberto Spinetta, el poeta incorruptible del rock
Por Pablo Hecker
No hay ninguna posibilidad de escribir una nota como la gente sobre la muerte del “Flaco” Spinetta para un fanático de toda la vida del “Flaco” Spinetta, y mucho menos tratar de hacerla lo menos autorreferencial posible, aunque para darle un plus parece ser lo mejor, porque sobre su vida y su obra publicarán casi todos lo mismo.
El sentimiento es llano, sin vueltas y aflora mal: es como si se muriera un familiar muy cercano, alguien con quien uno convivió desde la cuna, y así debe haber sido para muchos.
Spinetta compuso canciones que forman parte de la banda sonora de la vida de millones de argentinos a través de generaciones. Y, en consecuencia, seguramente, cada uno de nosotros tendrá sus discos y sus temas preferidos, así que esta es sólo una versión de los hechos.
Y así, aparece el temprano y dulce grupo Almendra (1969), con temas que te arrullaban y te inspiraban, como “Figuración” (“Figurate, que pierdes la cabeza…”); “Plegaria para un niño dormido (“quizás tenga flores en su ombligo..”); “Laura va” (“…la cubre de besos y el sol también…”); o “Muchacha ojos de papel”, una canción tan pero tan romántica que había que dedicarsela a las novias de aquellos tiempos mientras uno prometía amor eterno, y que Luis tardó años en volver a tocarla con cariño, en esa suerte de emperramiento artístico contra el pasado que padecimos durante los 80 y 90.
Los chicos crecen (un poco), y de los himnos de fogón (“Rutas argentinas”, “Mestizo”) y las baladas para mirarnos a los ojos, llorar y hacer pactos de sangre, nos pusimos más (¿más?) psicodélicos y rockeros con Pescado Rabioso y, en 1972, el Flaco nos tiró con el espectacular “Desatormentándonos” (1973).
“¡Mató Flaco!”, gritamos todos. El disco venía por ejemplo con el “Blues de Cris”; los impactantes delirios de “El Jardinero (Temprano Amaneció)”; y “Algo Flota En La Laguna” (“tiene forma indefinida!!…”), más lo que sería una de sus composiciones más simples y populares, obviamente: “Me Gusta Ese Tajo”.
De ahí, el Flaco se puso filosófico y, para los que no creían les impuso nada menos que el gran disco solista “Artaud” (1973), elegido siempre entre los mejores trabajos del rock nacional. No es para menos, el disco ese verde tenía, entre otros, “Todas Las Hojas Son Del Viento”; “Bajan” (Cerati le hizo una versión que de tan buena no se sabía quien era quien); “Cementerio Club”; y el inconmensurable aporte a la cultura juvenil que fue la tremenda “Cantata de Puentes Amarillos” (uuuh, “mañana es mejor”). Y, como si nada, volvió con “Pescado 2” y nos regaló ahora los inmortales “Como El Viento Voy a Ver”; “Nena Boba”; y “Madre-Selva”.
Y en eso estábamos, disfrutando de los últimas flores de la primavera camporista, una época que todavía muchos anhelan de forma casi enfermiza, cuando en 1974 Luis se apareció con Invisible (SPINETTA, POMO, MACCHI, la formación sale de memoria), cuya apoteosis cosmogónica se produce con la edición de “El jardín de los presentes”, que traía “El Anillo Del Capitán Beto” ( “un banderín de River Plate…” River mandó un comunicado en homenaje a su socio); “Los Libros De La Buena Memoria” (“el vino entibia…”1976); “Alarma Entre Los Angeles” (un tour de force eléctrico del guitarrista Tommy Gubitch); “Ruido De Magia”; “Doscientos Años” (uuu, larulala..); o “Niño Condenado”.
Después vendría el horror, y allá lejos de tus amiguitos, su poesía y su música fueron imprescindibles para sentirnos más cerca y conocer otros amigos, también fanáticos del Flaco, o que se hicieron fanáticos, porque ya no quedaba otra.
“¡Flaco…Sos Alma de Diamante!”, le grite cuando lo fui a ver al Premier, a la vuelta, en el 82.
“Vos también, man” contestó.
Te quiero Flaco…
EL CRONISTA