Los dilemas de China en el año del dragón

Los dilemas de China en el año del dragón

Por Manuel Torino
El 23 de enero pasado comenzó en China el año del dragón. En la milenaria cultura oriental, este signo del zodíaco chino se asocia con la prosperidad y la armonía. Figuras del mítico animal se cuelgan en las puertas de las casas para desterrar malos augurios y hasta se registra una suba en el índice de embarazos porque se cree que los nacidos durante este período gozarán de buena suerte.
A juzgar por los desafíos que enfrenta de cara al 2012 -mantener las tasas de crecimiento con un modelo que muestra indicios de desgaste, afirmarse como el motor de la economía global ante la caída de los Estados Unidos y Europa y lidiar con las crecientes voces disidentes al régimen en un país de 1350 millones de habitantes-, el gigante asiático necesitará de todos los atributos del dragón.
Con una expectativa de crecimiento del 8,2 % para el 2012 según proyecciones del FMI (0,8 puntos porcentuales menos que el año pasado), los colosales retos económicos se superponen con un calendario político caliente. El acontecimiento principal tendrá lugar entre octubre y noviembre, cuando el Partido Comunista Chino (PCC) se reúna en Beijing para celebrar el 18° Congreso General que consagrará a los nuevos representantes del régimen. Los observadores internacionales coinciden en que la sucesión del presidente y primer ministro está prácticamente resuelta: Hu Jintao, máximo líder de la República Popular China y secretario general del PCC sería reemplazado por su actual vice, Xi Jinping, mientras que el premier Wen Jiabao, señalado como quien lleva el día a día del Gobierno, cederá su lugar a su segundo, Li Keqiang.
Pero no es esta ordenada transición lo que mantiene en vilo a Occidente sino la composición del nuevo Comité Permanente, el restringido núcleo de poder formado por nueve dirigentes que controla ideológicamente los destinos del partido y del país. En contraposición con el silencio que mantiene históricamente el régimen sobre sus asuntos partidarios, un debate entre dos líneas internas quebró el corset informativo y se instaló en la prensa internacional.
Se trata de dos modelos ideológicos que, siempre bajo la sombra del omnipresente PCC, reflejan los caminos posibles para el desarrollo de la China del futuro. Por un lado, el populista Bo Xilai -quien gobierna desde el centro geográfico del gigante asiático a 30 millones de personas en el municipio de Chonqing-, impulsa una nueva izquierda de corte igualitarista, con cierta nostalgia por los conceptos socialistas de Mao y que propone un mayor rol del estado. De inédito alto perfil para un político chino moderno, Bo Xilai emprendió una feroz cruzada anticorrupción contra la mafia local y los desmanejos partidarios que, sumada a la bonanza económica, catapultó su figura a nivel nacional. En el próximo Congreso General, Bo Xilai tendrá entre sus principales contendientes a otro líder regional de peso, el reformista Wang Yang, quien promueve una economía más aperturista, una mayor división de poderes y elecciones libres, en lo que se dio a conocer en los círculos académicos como el modelo Guangdong, en referencia a la provincia costera que lidera. Guangdong es la más populosa de China con casi 100 millones de habitantes y también la más próspera, con una economía del tamaño de la de Turquía. Conocida como la fábrica del mundo, en la década de los ochenta fue el bastión de Deng Xiaoping en su política de puertas abiertas al mundo.
“Es un debate latente entre dos orientaciones ya que, por supuesto, hay dos Chinas: una es la de Shanghai y los rascacielos, y por otra parte hay cientos de millones de tipos que viven con menos de un dólar al día. Entonces, con la economía desacelerándose, esto da lugar a tensiones”, sostiene el economista José Alberto Bekinschtein, ex consejero Económico de la Argentina en Beijing.
Mariano Turzi, politólogo de la Universidad Di Tella y autor del libro Mundo Brics, opina que si bien se trata de “dos posturas divergentes, puede que se estén presentando como modelos alternativos para llegar al Comité, ya que ambos modelos tienen clientelas políticas diferenciadas”. Y agrega: “La dualidad en China es la regla, no la excepción. Tiene provincias con el PBI per cápita de Qatar y otras con el de Kenya.”

La quinta generación
El otro debate político que dará que hablar en el año del dragón, aseguran los especialistas consultados por WE, será el generacional, ya que muchos de los viejos líderes del partido -militares e ingenieros formados en la Unión Soviética- cederán su lugar a los hijos de la China próspera, muchos de los cuales estudiaron en Occidente y tiene una concepción más abierta del mundo.
Al respecto, el analista internacional Jorge Castro, sostiene: “La que asume es la quinta renovación constitucional, que tiene como característica que sus dirigentes no han participado ni sufrido la experiencia de la Revolución Cultural sino que encuentran a China convertida en un superpotencia y motor de la economía global”.
Para Bekinschtein, la generación venidera representa “un liderazgo con más refinamiento y una capacidad envidiable pero que carece de legitimidad histórica para el pueblo chino” ya que se trata de los hijos de los próceres partidarios que participaron de la Larga Marcha en la década del 30. “La única legitimidad que tienen es el éxito económico y haber logrado una sociedad armoniosa, sin levantamientos masivos en los últimos años”, completa.
Sin embargo, los observadores coinciden en que el aparato del PCC absorberá las diferencias culturales y que la transición está asegurada. “No creo que se estén debatiendo dos modelos; la renovación es una continuidad plena”, asegura Castro.
Para Turzi, se mantendrá el contrato social que existe entre el Partido Comunista y el pueblo chino. “Se basa en una mejora sostenida de las condiciones de vida a cambio de gobernabilidad”, sostiene. Ese es el pacto en el año del dragón.
EL CRONISTA