Historias de Ostende

Historias de Ostende

Por Santiago Igarzábal
Conservando los rasgos de un poblado costero residencial, Ostende se recuesta a orillas del Atlántico con los aires localistas del balneario más antiguo del partido. Su origen es particular y su nombre rememora vínculos con la ciudad belga de Ostende. Es que de aquellas latitudes eran oriundos quienes fundaron aquí la Ostende argentina, en un sitio a solo un par de kilómetros de la actual Pinamar, donde el entorno natural de dunas y playas les permitió imaginar una villa balnearia de características europeas.
Uno de los íconos arquitectónicos que daría estilo a esta localidad fue el hoy llamado Viejo Hotel Ostende. En 1913 -cuando inauguró-, la revista Fray Mocho lo describía con lujo de detalles, elogiando sus espacios interiores amplios, luminosos y elegantes, en medio de un paisaje abierto al mar. Aquella edición vaticinaba el mejor balneario del país, pero el proyecto urbano que los fundadores habían imaginado alrededor del hotel fue aplazado por la Primera Guerra Mundial. El abandono implicó que no se llegaran a fijar los médanos. Carlos Gesell contó alguna vez que en una visita a Ostende tuvo que ingresar al edificio por una pasarela sobre tablones que conducían directamente al primer piso, ya que la arena tapaba completamente la planta baja.
Actualmente, erigido como un punto clave de una zona balnearia tranquila, el Viejo Hotel Ostende conserva todo el encanto que le ha dado su historia. Eso puede verse en el mobiliario de principios de siglo, en aberturas con vitreaux originales o en la antigua panadería con horno a leña. Incluso, hay algo de tradición en la atención personalizada heredada del estilo de los viejos hoteles europeos, sin que falten la comida casera y los buenos vinos.
Más allá de esos aires pintorescos legados por el pasado, el hotel suma servicios con un ala reciclada que conserva los rasgos arquitectónicos originales, proponiendo un confortable apart hotel con departamentos completamente equipados. También tiene piscina, actividades recreativas, exposiciones de arte, salón de juegos, videoteca y una interesante biblioteca. Pero lo más importante: está cerca del mar, a poco más de cien metros, y cuenta con balneario propio, con servicio de carpas y vestuarios (incluidos en el costo del alojamiento) y un restó-bar especializado en comidas de mar.
Vale destacar que, además del Viejo Hotel Ostende, en este destino están los servicios del bello Hotel Savoia, de cuatro estrellas, entre otras opciones y cabañas para distintos gustos y presupuestos, incluyendo la buena ubicación del Hotel Rambla. A su vez, las prestaciones en balnearios como Hipocampo, Vieja Rambla, Robinson Crusoe y Tago Mago incluyen carpas, sombrillas y espacios para jugar al voley, tejo, fútbol y paddle.

Reflejos del siglo pasado
Poco a poco, el entorno que a principios del siglo pasado solo mostraba un paisaje de playas y dunas fue tomando forma con cierto aire europeo entre avenidas diagonales y una gran calle central. Hoy, además de reflejarse en el Viejo Hotel Ostende, la identidad de esta localidad bien puede buscarse recorriendo la Rambla de los belgas, o echando un vistazo a la Maisson Robette, que fue construida por uno de los acaudalados pioneros de la zona en 1908 y es uno de los edificios mejor preservados. A su vez, es posible visitar el Museo de Ostende, donde se conservan anécdotas y vestigios de la historia local entre fotos, cartografía, mobiliario y utensilios de las primeras familias que habitaron el lugar. Incluso, llaman la atención algunos objetos de la primera capilla, construída en l917, que fue abandonada y quedó sepultada en la arena.
Otro aspecto histórico es el dejado por el ex presidente Arturo Frondizi, quien en 1935 hizo construir una pequeña cabaña entre los médanos. Más allá de pequeños trabajos de restauración y mantenimiento, esta cabaña sencilla con un techo a dos aguas -a la que Frondizi bautizó como “La Elenita”- permanece intacta. Se conserva desde la vajilla y los sillones hasta los cuadros y, tras ser declarada sitio histórico nacional, hoy está abierta para quienes quieran visitarla.
Por supuesto, en cuanto a actividades tradicionales, no faltan opciones para paseos en bicicleta, cabalgatas, travesías en cuatriciclo y, especialmente, buenas alternativas para la pesca marítima. En la temporada de verano es frecuente obtener corvinas, melgachos y tiburones.
EL CRONISTA