17 Feb El juego, un bálsamo para los chicos internados
Por Fabiola Czubaj
La enorme sonrisa de la pequeña Esmeralda lo dice todo. Sus ojos recorren cada elemento sobre los estantes de un tren de madera que la supera varias veces en tamaño. Eduardo, un voluntario, la ayuda a elegir. ¡Es hora de jugar!
Desde hace tres años, el móvil de juego y los voluntarios de la Asociación Internacional por el Derecho del Niño a Jugar (IPA Argentina) ayudan a los pacientes del Pabellón de Pediatría del hospital Alvarez a usar el juego como estrategia para sobrellevar mejor la internación, la enfermedad y, por qué no, acelerar el proceso de curación.
“El juego no es mágico, pero produce sensaciones mágicas. El ser humano está muy mal dentro del hospital. En general, está emocional y psíquicamente fragmentado y el juego lo vuelve a unir. Lo ayuda a recuperar los valores humanos y la resiliencia -resume la profesora en psicología Beatriz Caba, responsable de IPA Argentina-. Vemos que el juego es como un suero que ayuda a unir esos fragmentos que deja la estadía en el hospital. Y la risa y la alegría que produce hace que la cura sea más fácil. Si uno está deprimido, la cura demora más o no llega.”
En estos tres años, 4000 niños y sus cuidadores disfrutaron los juguetes, los libros, los juegos de mesa, los lápices y hasta la música que atesora el tren de colores. La escena se repite cada lunes o martes alrededor de las camas de internación y en la sala de espera de la Guardia del pabellón pediátrico del Alvarez.
Según un relevamiento de las familias atendidas, el 70% dijo que el juego les brindó sensaciones de bienestar y alegría, mientras que el 60% mejoró la comunicación con sus hijos. En tanto, el 80% de los chicos atendidos aumentó el manejo corporal y simbólico, mientras que en el 68% disminuyó el malestar físico. Uno de cada dos padres e hijos reforzaron la autoestima.
Cuatro horas
Con algunas excepciones, chicos y grandes se animan a jugar de 14 a 18 con la invitación de los voluntarios, que visten remeras de color verde que reconocen hasta los bebes. “Desde que vinieron, no escucho ningún llanto. Todos juegan”, destaca Florencia, la abuela de Esmeralda. Sobre otra cama, la pequeña de 4 años le dice a Eduardo, uno de los voluntarios, que a la vaca que armó le faltan las patas.
En el pasillo que atraviesa la sala de internación, Carolina, de 2 años, revisa sobre el piso un auto con colores y figuras. Sólo lo corre un poquito cuando llega el carrito con la merienda. “Es algo muy bueno -dice Aydé, la mamá de Carolina-. Los chicos le ponen más ganas a la internación. Además, los grandes también podemos usar el móvil y eso nos hace bien. Recuperamos energía que les podemos pasar a los chicos para que se recuperen.”
Las causas más comunes de internación en el Departamento Materno Infanto Juvenil del Alvarez son las enfermedades respiratorias y los politraumatismos. Un 5% es por abuso sexual, maltrato infantil o de género e intentos de suicidio. Ese porcentaje, que se traduce en 200 chicos y adolescentes atendidos en tres años, va en aumento. “En los hospitales hay un escenario de riesgo social importante y hasta situaciones legales nada sencillas -señala Caba-. Todo eso se trabaja en la formación de los voluntarios.” También se preparan en el lenguaje que usan con todos: el lúdico.
“A veces, un papá que está triste o con miedo no permite el juego. Dejamos que el juego se vaya filtrando a través de otros y el 95% termina jugando. Siempre decimos que el juego es contagioso. Apenas empiezan a participar, cambia el clima, los sentimientos e irrumpe la risa en la sala.”
Apenas el 10% de los chicos internados tiene algún libro, juego o juguete propio para usar durante la internación. El 90% restante puede acceder a esa posibilidad a través del móvil de juego, un servicio que se ofrece gratuitamente, como en el Hospital Pedro de Elizalde y, a partir del año que viene, en el Hospital del Niño de San Justo ( www.ipaargentina.org.ar ).
“No partimos del diagnóstico para ofrecer los materiales, sino que la elección es espontánea”, explica Gabriela Luján, psicomotricista y coordinadora del Programa del Móvil de Juego Hospitalario, que incluye jueguetes que cumplen con las normas de bioseguridad y que los voluntarios higienizan después de cada jornada. Mientras los voluntarios Eduardo Petterino y Andrea Armentano tienen todo bajo control en la sala, Luján comenta que no importa qué tipo de juego eligen los chicos o los padres.
De pronto, el llanto de Esmeralda concentra la atención. Con cuidado como para no pisar ningún juguete, una enfermera la acompaña para hacerle algunos controles. Enseguida, chicos y grandes vuelven a jugar.
LA NACION