¿Cuál es el negocio de Facebook?

¿Cuál es el negocio de Facebook?

Por Mario Diament
La noticia de que Goldman Sachs y la compañía rusa Digital Sky Technologies (DST) invirtieron 500 millones de dólares en Facebook, elevando el valor total de la empresa a 500.000 millones de dólares, obliga a preguntarse cuál es exactamente el negocio de esta red social, lanzada en el 2004 por Mark Zuckerberg, un estudiante de Harvard que entonces tenía 20 años.
A partir de su nueva cotización, Facebook supera hoy en valor a gigantes como Ebay, Yahoo y Timer Warner, pero esto aún no significa que cuente con la capacidad de producir un rendimiento acorde para los inversionistas.
Facebook cuenta en la actualidad con 500 millones de usuarios que conjuntamente invierten 12.000 millones de horas mensuales en este sitio e intercambian más de 35.00 millones de piezas de contenido por mes. Durante 2010, Facebook superó a Google como líder en el número de búsquedas. Según la firma Experian Hitwise, la red acumuló el 3,48% de todas las búsquedas por internet en los Estados Unidos, una cifra que representa un incremento del 207% sobre el año anterior.
Pero a pesar de todo esto, Facebook virtualmente no genera ganancias. Sus ingresos en el 2010, según el New York Times, fueron de unos 2.000 millones de dólares en concepto de publicidad, pero rentabilidad resultó insignificante.
Según un estudio de Data Center Knowledge, Facebook gasta unos 50 millones de dólares al año en alquiler de espacio informático, más de 20 millones en electricidad y alrededor de 8 millones en ancho de banda. La empresa, con sede en Palo Alto, California, emplea más de 2000 personas.
¿Cuál es entonces el interés de Goldman Sachs en aportar semejante capital?
Por lo pronto, está el hecho de que en el 2008, en medio de la debacle financiera, Goldman Sachs pasó de ser de un banco de inversiones a ser un bank holding company, literalmente, una empresa que controla a un banco, sin necesariamente tener que ejercer actividades bancarias.
Esta configuración empresarial trae algunas ventajas apreciables, una de los cuales es la posibilidad de tomar fondos de la Reserva Federal a tasas ínfimas, lo que le permite no exponer sus propios fondos y, eventualmente, beneficiarse considerablemente con las futuras utilidades de la inversión.
Esto es exactamente lo que hizo Goldman Sachs.
Por otra parte, la compañía obtuvo de Facebook la posibilidad de ofrecer a sus clientes más exclusivos un total de 1.500 millones de acciones privadas de Facebook, una concesión que, como es fácil comprender, derivará para Goldman Sachs una suma muy significativa en honorarios y comisiones.
Pero la apuesta principal apunta a que Facebook se decida finalmente a cotizar en la Bolsa de Valores, una operación que seguramente será administrada por Goldman Sachs.
Zuckerberg, el CEO de Facebook, trató repetidamente de desalentar estas especulaciones, pero las regulaciones existentes en materia de funcionamiento de empresas privadas, pueden obligar a que este paso sea decidido antes de lo que se espera, o antes de lo que Zuckerberg quisiera.
Sucede que la legislación imperante obliga a las empresas privadas con más de 500 accionistas a revelar una porción de su información financiera, anulando así uno de los principales beneficios de la privacidad.
Algunos analistas afirman que Facebook ya ha superado ese límite, aunque formalmente muchos de sus inversores se agrupen en fondos que aparecen como un inversor único.
Esto es precisamente lo que se propone hacer Goldman Sachs con su oferta de 1.500 millones. La idea es crear un vehículo similar a un Fondo de Inversión Libre (hedge-fund), el cual, a su turno, aporta capital como si se tratase de un inversor único.
Pero la Securities and Exchange Comisión (SEC) ha comenzado a investigar esta situación, lo cual podría inducir a Facebook a Adelantar los plazos de su oferta pública.
La moraleja de esta historia es que en el sofisticado mundo de las finanzas, la atracción no siempre tiene que ver con la rentabilidad. Como muchas veces suceder en el amor, el envase es tan deslumbrante que hace olvidar el contenido.
EL CRONISTA