04 Jan Una relación en estado crítico
Por Manuel Barrientos
El Día del Trabajador Camionero era la fecha elegida. En los días previos, había bajado su propio perfil y le había solicitado a los dirigentes sindicales más cercanos que redujeran sus participaciones en los medios de comunicación. Con la cancha de Huracán como escenario, el secretario general de la CGT, Hugo Moyano, señaló: “No podemos permitir que la crisis la paguen los trabajadores; quienes la deben pagar son los empresarios, banqueros y grupos de poder”.
También recordó el apoyo sindical a los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner; en especial, durante el conflicto con las entidades agropecuarias. “Que no se equivoquen, cuando se habla del 54 por ciento que sacó la Presidenta, que recuerden que más del cincuenta por ciento de ese porcentaje es de ustedes. Que no se equivoquen, que no son de los chicos bien, son de los trabajadores”, advirtió.
La lluvia primaveral, intensa aunque efímera, caía en Parque Patricios. Lo acompañaban, entre otros, los dirigentes Julio Piumato (Judiciales), Omar Plaini (Canillitas), Juan Carlos Schmid (Dragado y Balizamiento), Jorge Omar Viviani (Taxistas), Ricardo Cirielli (Técnicos Aeronáuticos) y Jorge Pérez Tamayo (Pilotos de Líneas Aéreas). Finalmente, el líder de la CGT expresó su mensaje más directo: “Los trabajadores no extorsionan a nadie, no chantajeamos a nadie. Reclamamos legítimamente lo que nos corresponde”.
Se trataba de su respuesta al discurso presidencial del sábado 10. “Con nosotros, derecho de huelga hay; pero derecho de huelga, no de chantaje ni de extorsión”, había señalado Cristina Kirchner durante el acto de asunción de su segundo mandato, en el Congreso Nacional. No era, claro, el primero ni el último de los mensajes cruzados entre la Presidenta y el secretario general de la CGT. Luego de una etapa de alianzas firmes, los chisporroteos más fuertes habían comenzado a principios de año, con una serie de tironeos en la conformación de las listas de candidatos. Desde algunos sectores cercanos a Moyano, habían impulsado la inclusión de un postulante a vicepresidente de raíz sindical. “La CGT presiona para poner el vice de Cristina”, jugaba la tapa de Clarín del jueves 17 de marzo. Finalmente, fueron varios los candidatos propuestos por la confederación gremial que quedaron afuera de las listas del Frente para la Victoria. Con todo, el metalúrgico Carlos Gdansky obtuvo el cuarto lugar de la nómina en la provincia de Buenos Aires, y Facundo Moyano, hijo de Hugo, quedó en el undécimo lugar.
Las tensiones siguieron, latentes, y volvieron a eclosionar luego del rotundo triunfo de Cristina Kirchner en las elecciones presidenciales del 23 de octubre. Con el replanteo de ciertas variables, con el objetivo de prever futuros efectos de la crisis global sobre la economía argentina y de un reacomodamiento en las bases de su propia construcción política, se avizora una nueva etapa en la relación entre el gobierno nacional y la CGT. Secretario general de la CGT en los últimos ocho años, Hugo Moyano también deberá revalidar su liderazgo en julio del año próximo. Y ese dato no es menor en los juegos de poder, internos y externos, que se tejen alrededor de la principal central de trabajadores de la Argentina.
ALIANZA ESTRATÉGICA
Néstor Kirchner asumió el 25 de Mayo de 2003 con “más desocupados que votos”, como aún recuerdan muchos de los integrantes de su primer equipo político. Las tasas de desempleo ascendían al 20,4 por ciento, según las cifras oficiales. Ante un escenario regido por la incertidumbre que había abierto la crisis de tan sólo un año y medio atrás, el nuevo modelo político escogió como una de sus principales bases de sustentación al movimiento obrero organizado. Así, cinceló con esmero su relación con la CGT.
Ocho años después, esa alianza estratégica podía exhibir la creación de más de tres millones y medio de nuevas fuentes de trabajo, el aumento -dispar, pero firme- de los niveles salariales y una distribución más equilibrada entre los ingresos que quedan a manos del capital y aquéllos que van a los trabajadores. “Los trabajadores encontramos el canal para recuperar el trabajo, las paritarias, la redistribución del ingreso. Y en los momentos más difíciles para el Gobierno, se comprobó que los trabajadores organizados son un aporte esencial para consolidar esa voluntad política de recuperar la Argentina”, reconocían desde la confederación hasta hace pocos meses atrás. Ese rol clave ejercido por la clase trabajadora en los últimos años es reconocido desde el Gobierno.
Al frente de la CGT, Hugo Moyano también supo incrementar su poder, no sólo sindical, sino también político-partidario. Luego de 2007, se convirtió en uno de los vicepresidentes del PJ a nivel nacional y ocupó un lugar clave en el partido de la provincia de Buenos Aires. Durante el conflicto con las entidades agropecuarias por las retenciones móviles, en 2008, Moyano se mostró a favor del gobierno nacional, aun con el riesgo de sufrir escisiones de varios de los “gordos”. El titular de la UATRE, Gerónimo Venegas, fue uno de los primeros en abandonar la confederación. Y Luis Barrionuevo y otros dirigentes sindicales ligados al duhaldismo crearon la CGT Azul y Blanca.
La enfermedad de Alberto Balestrini, incluso, obligó a Moyano a hacerse cargo de la presidencia del PJ bonaerense en agosto de 2010. Néstor Kirchner y Daniel Scioli presenciaron el acto de su asunción. Su unción partidaria, sin embargo, terminó representando un cepo para sus aspiraciones políticas, más que una plataforma de despegue. Sus malos rendimientos en las encuestas de imagen, continuaron siendo una limitante. Así, se recuerda, su intento de ejercer cierto rol en el armado de las listas partidarias durante este año terminó trunco y con sabor amargo. La comunicación de su renuncia a los cargos partidarios pronunciada en el estadio de Huracán muestra que el propio Moyano ya comprendió las restricciones que le imponía.
Los más “dialoguistas”, tanto en la CGT como en el propio Gobierno, sostienen que entre Cristina Kirchner y Hugo Moyano hay, más que disidencias estructurales, un choque entre dos personalidades fuertes y algunos prejuicios de género. Más allá de las miradas psicologistas y culturales, que sin duda tienen su incidencia, también parece haber un intento claro del Gobierno de recomponer su propia estructura política, con el objetivo de hacerla “menos deudora” de fuerzas que la preexistan. La Presidenta no tiene posibilidad de ser reelecta en 2015 y el kirchnerismo debe buscar estrategias de consolidación y fortalecimiento de su espacio, con vistas a generar su propia sucesión dentro de cuatro años.
PARITARIAS
El eventual agravamiento de la crisis global abre, también, un escenario distinto para las negociaciones colectivas de trabajo que se inicien en 2012. Desde el gobierno nacional, ratifican que en las paritarias “no serán neutrales” y que estarán siempre a favor de la inclusión social y del incremento del mercado interno. Y apelan a la responsabilidad de empresarios y sindicalistas en la mesa de discusiones.
En la CGT sostienen que los costos de la crisis no pueden recaer sobre los trabajadores. “Tengan presente que para nosotros, la inflación para discutir salarios sigue siendo la del supermercado”, señaló Moyano esta semana en Villa María, Córdoba. En sintonía, Pablo Micheli, secretario general de la fracción de la CTA más crítica del Gobierno nacional, asegura que hay un acuerdo con la Unión Industrial Argentina (UIA) para poner “un techo” a las paritarias, con el objetivo de que los aumentos salariales ronden entre el diez y el veinte por ciento. “No vamos a aceptar ni pisos ni techos. La expectativa es que haya paritarias libres y democráticas, también en los estados provinciales y en los municipios”, responde Micheli.
También el líder del otro sector de la CTA, Hugo Yasky, señala: “Los grupos empresarios van a buscar utilizar la crisis en Europa para generar un achatamiento de salarios y una devaluación. Pero se observan altísimos niveles de rentabilidad y fuga de capitales, que muestran la voracidad de las corporaciones”. Desde su central, afirman que es necesario fortalecer todos aquellos mecanismos que garanticen una mayor participación de los trabajadores en todos los ámbitos políticos y económicos. Así, tanto Yasky como Micheli coinciden en el proyecto de reparto de las ganancias empresariales que impulsa la CGT. Precisamente, Moyano encabezó el miércoles 14 un acto en el que la empresa Covelia anunció el reparto entre sus empleados del diez por ciento de las ganancias que obtuvo durante 2011. “Vamos a insistir con el proyecto de respaldo de utilidades por las dos vías. Es decir, en el Parlamento y en las negociaciones colectivas. Y en los lugares donde la patronal no quiera acceder a que se incorpore en las paritarias, habrá disputas”, reconoce Schmid ante la consulta de Debate.
NO IMPONIBLE
Otro de los ejes en disputa es la suba del mínimo no imponible en la aplicación del Impuesto a las Ganancias. Es una de las demandas que Moyano enarboló en el acto de Huracán. Es, también, uno de los resortes que el Gobierno tiene en sus manos con mayor grado de independencia. De hecho, ya cuenta con el aval de la Cámara de Diputados, y espera su aprobación en el Senado, el proyecto de ley que convalida las subas de los dos últimos años y que faculta al Ejecutivo para modificar los valores de Ganancias sin pasar por el Congreso.
Hoy, los topes para contribuyentes en relación de dependencia están fijados en 5.782 pesos para los solteros y 7.998 pesos para los casados con dos hijos. Desde la CGT esperan una nueva y pronta actualización. Más allá de los reacomodamientos coyunturales, algunos sectores plantean la eliminación del impuesto a las ganancias para los trabajadores. Consideran que esa carga tributaria es parte de los enclaves del neoliberalismo que deben corregirse. “No planteamos eliminarlo irresponsablemente, pero queremos reemplazarlo por un sistema más progresivo que genere un ingreso para el Estado, en el que no paguen los asalariados sino aquéllos que más tienen”, explican. Esta postura logra el consenso en ambas fracciones de la CTA, tanto la que lidera Hugo Yasky, como la que tiene a Pablo Micheli como su secretario general.
Otro referente de la CGT, Juan Carlos Schmid, indica que “los trabajadores que tienen buenos ingresos, pueden contribuir”. Pero también propone una modificación de la base de cálculo del Impuesto a las Ganancias, que se mantiene inalterable desde hace más de una década. “No podemos aparecer como trabajadores de elite que no queremos contribuir con el bienestar general. Pero queremos una modificación integral, donde se reforme la base de cálculo, y que hagamos una contribución razonable”, explica. El interrogante que deja el titular de Dragado y Balizamiento es por qué las cerealeras no pagan ingresos brutos, mientras que los trabajadores que operan en relación con ellas -camioneros, portuarios, aceiteros- deben tributar ganancias.
Además, se suma a los reclamos sindicales la deuda que el Gobierno aún mantiene con las obras sociales. “Vamos a hacer un reclamo tan firme que van a tener que dar respuesta”, inquirió Moyano en el acto en Huracán. Según los gremialistas, la deuda asciende a 12 mil millones de pesos y proviene tanto de los aportes obligatorios de los trabajadores que el Estado debe enviar a las obras sociales como de los reintegros por la prestación de servicios de alta complejidad que se brindan a través de la Administración de Programas Especiales (APE). Desde la CGT amenazan con elevar el asunto a los estrados judiciales.
REACOMODAMIENTOS
“Es un momento delicado del movimiento sindical, con un grado de fractura inédito”, afirma en off un dirigente político experimentado y experto en relaciones sindicales. En la charla, enumera a la CGT, la CGT Azul y Blanca de Barrionuevo, los sindicatos independientes del liderazgo de ambas confederaciones, el fraccionamiento de la CTA. “Esta división revela la falta de introspección del movimiento obrero para poder disfrutar de su rol en este momento histórico en la Argentina”, continúa; y agrega que, tal vez, los dirigentes sindicales no comprendan que su rol no es “tan central” como en décadas anteriores. Su explicación radica en que la clase trabajadora formal hoy es parte de la clase media y que en la actual estructura social hay otro sector más pobre, que incluye al tercio de quienes trabajan en negro y al siete por ciento de quienes aún sufren la desocupación.
“Así, el movimiento sindical se transforma en una corporación que defiende intereses que sin dudas son justos, pero no son los únicos ni los más acuciantes. Yo respeto mucho a Moyano, pero corre el riesgo de ser funcional a intereses que son opuestos al movimiento nacional y popular”, define, siempre en off, este asesor de diversos gremios.
En julio, habrá elecciones en la CGT y Moyano intentará renovar su mandato. Varios de los sindicatos de mayor peso y antigüedad en la confederación, reconocidos como “los gordos”, aspiran a quedarse con la secretaría general. Gerardo Martínez, líder de la UOCRA y titular de la CGT entre 1995 y 1996, era uno de los postulantes, aunque algunas denuncias sobre sus supuestas vinculaciones con el aparato represivo de la última dictadura militar parecen haberlo dejado fuera de carrera. Las acciones del metalúrgico Antonio Caló, entonces, aparecen en alza.
Algunos de los sectores que respaldan a Moyano especulan con la posibilidad de pedir elecciones directas, con el objetivo de licuar algo del poder de “los gordos”. El respaldo del líder de Camioneros al ruralista Gerónimo Venegas y al aeronáutico Ricardo Cirielli, en los conflictos que ambos mantienen abiertos con el gobierno nacional, muestran su búsqueda por ampliar sus bases de sustentación interna. Luego de su discurso en Huracán, Barrionuevo tendió una mano, tal vez peligrosa. “Hoy, como representante de la CGT Azul y Blanca de 54 organizaciones sindicales, digo que tengo un secretario general de la CGT”, señaló el gastronómico. De todas formas, Moyano tampoco cierra sus guiños a las fracciones de la CTA que lideran Yasky y Micheli. Otros de sus seguidores también muestran como una carta posible el resurgimiento del Movimiento de los Trabajadores Argentinos (MTA), que comandó el dirigente camionero en los noventa, como un ariete contra las posibles maniobras de “los gordos”.
Más allá de estos posibles golpes de timón, por izquierda o por derecha, quienes lo conocen dicen que Moyano es un “peronista ortodoxo” y que no buscará convertirse en nuevo Augusto Timoteo Vandor, el líder sindical que a fines de los sesenta buscó encabezar un “peronismo sin Perón”. “Hugo nunca haría algo así, aunque el riesgo es que en el Gobierno sí lean sus movimientos de esa forma”, asegura un referente gremial cercano al camionero.
Las paritarias, el nivel del aumento del mínimo no imponible, el avance o no del proyecto de reparto de ganancias, los reclamos por las obras sociales, irán marcando la agenda de aquí a las elecciones sindicales de julio próximo. El escenario parece abierto. Y el futuro de Moyano no sólo dependerá de sus movimientos y de la relación que sepa y pueda establecer con el Gobierno. También de las estrategias que tracen sus potenciales rivales.
EL DEBATE