21 Jan Los caminos que les quedan a las economías emergentes
Durante tres años, el mundo se ha visto sacudido por terremotos económicos con epicentros en los países ricos de Europa, Estados Unidos y (literalmente) Japón.
Los efectos, está claro, atropellarán el crecimiento global durante algún tiempo. Menos obvio es cómo la crisis modificará las estrategias económicas de China, India, Brasil y otros mercados emergentes de rápido crecimiento.
¿Acaso se encogerán de hombros? ¿O los llevará a alejarse de los mercados a favor de un control gubernamental más fuerte? ¿O bien evolucionarán hacia una nueva variedad de capitalismo —el Consenso de Beijing, quizás— que se convertirá en un modelo para los demás? ¿Existe alguna alternativa bien definida?
Hay mucho escepticismo en los mercados emergentes, además de cierta satisfacción por el mal ajeno. “El viejo paradigma en el que los tipos inteligentes de Europa y EE.UU. nos daban el sermón, levantaban un dedo y nos decían: ‘Esto es lo que has hecho mal’, se terminó”, opina Rajiv Kumar, economista formado en la Universidad de Oxford y que es secretario general de la Federación de Cámaras Indias de Comercio e Industria.
La crisis financiera mundial puso al descubierto defectos del capitalismo al estilo estadounidense, las insuficiencias de lo que los británicos apodaron como la regulación financiera “leve” y la tendencia del sistema hacia cometer excesos periódicos. Más recientemente, la crisis de la deuda soberana de Europa puso de relieve la tensión de un costoso estado de bienestar en ausencia de un vigoroso crecimiento económico que lo financie.
El modelo de EE.UU. continúa en dificultades tres años después de que los reguladores dejaran que Lehman Brothers se hundiera. Miles de millones de dólares duermen ociosos en las arcas de las empresas, a pesar de que millones de trabajadores se hallan desempleados desde hace más de un año. El mercado inmobiliario sigue deprimido. La parálisis política en materia fiscal socava la autoridad económica en EE.UU. Todo esto y más ha debilitado el argumento más simple a favor del modelo económico de EE.UU: el hecho de que funciona.
El modelo europeo tampoco ofrece demasiado.
En uno de los momentos más reveladores de 2011, Klaus Regling, que dirige el fondo de rescate de la zona euro, fue enviado en busca de dinero no a Washington, sino a Beijing. La misión no produjo resultados, pero sí provocó arrebatos de desdén por parte de algunos en China sobre las imperfecciones en el modelo europeo.
En una entrevista con Al Jazeera TV, en noviembre, Jin Liqun, director de la junta supervisora del fondo soberano China Investment Corp., se refirió a Europa como una “sociedad de bienestar agotada”.
“Las leyes laborales generan pereza e indolencia en lugar de trabajo duro”, expresó. “El sistema de incentivos está totalmente fuera de lugar. ¿Por qué algunos miembros de la zona euro tienen que trabajar hasta los 65 años, o incluso más, mientras que en otros países se jubilan felizmente a los 55 y van a relajarse a la playa? Eso es injusto”, opinó.
El modelo japonés, impulsado por las exportaciones, en su día la envidia de casi todas las demás economías, ha sido en gran medida descartado, como consecuencia de una década de luchas para reactivar el crecimiento. Si a eso sumamos el golpe asestado por la calamidad nuclear de Fukushima Daiichi, provocada en marzo por un tsunami y un terremoto, resulta que la reputación de Japón en términos de competencia y eficiencia se vio gravemente perjudicada.
En busca de una alternativa
¿Pero existe una alternativa bien articulada al capitalismo de mercado de los países ricos?
Todavía no, dice Joseph Nye, politólogo de la Universidad de Harvard que ha escrito sobre la evolución de los centros globales de poder. “No es como en la Guerra Fría, cuando existía una alternativa ideológica —el comunismo— o en los años 30, cuando había dos contendientes, el comunismo y el fascismo”.
Después de todo, la mayoría de los actuales mercados emergentes están adoptando el capitalismo global y sus instituciones.
Rusia está a punto de unirse a la Organización Mundial de Comercio (OMC), el club del libre comercio. China busca un papel mayor —y no menor— en el Fondo Monetario Internacional, lo más parecido a un banco central mundial que tienen las economías de libre mercado.
Kenneth Rogoff, economista de la Universidad de Harvard, dice: “Por ahora, al menos, la única alternativa seria al hoy dominante paradigma anglo-estadounidense son otras formas de capitalismo”.Robert Zoellick, presidente del Banco Mundial, señala que la receptividad de China a los mercados significa que es más fácil construir una carretera con peaje en Chongqing que en Pensilvania.
“Todos los que criticaron el sistema durante los años de la burbuja han sido reivindicados. Y la verdad es que ocurrieron un montón de cosas malas”, sostiene Armínio Fraga, economista formado en EE.UU., ex gobernador del banco central de Brasil y ahora director de una empresa de capital privado. “Pero mucho de lo que dice la gente es falso. Existe el peligro de que el péndulo pueda oscilar demasiado lejos en la dirección equivocada”, advierte, refiriéndose a la tentación de los mercados emergentes de volver a un mayor control del gobierno sobre la economía.
Aquellos que ponderan las posibles rutas económicas que los mercados emergentes podrían emprender se dividen más o menos en tres corrientes.
Un grupo ve que los mercados emergentes se mueven en una nueva dirección, tal vez inspirados por el notable crecimiento de China y la combinación de control gubernamental y fuerzas del mercado.
Una segunda corriente sostiene que los mercados emergentes no van a prosperar mediante el rechazo del capitalismo occidental, sino ejecutándolo mejor, tal vez hallando la manera de frenar su tendencia a los excesos financieros y preservando a la vez la eficiencia de los mercados.
“América Latina ha probado varios modelos”, opina Liliana Rojas-Suárez, economista de origen peruano y que actualmente dirige el Centro para el Desarrollo Global, un centro de estudios de Washington. “Este modelo (de mercados, empresas privadas, políticas macroeconómicas ortodoxas) funciona para ellos”, sostiene.
Rojas-Suárez apunta que el presidente peruano de centro-izquierda, Ollanta Humala, es un ejemplo de este segundo modelo. Observa que el presidente no se ha desviado mucho del curso del gobierno anterior. La economía del país se expandió un robusto 8,8% en 2010 y la previsión para 2011 es de 6,7%.
Ernesto Zedillo, ex presidente de México y actualmente profesor de la Universidad de Yale, afirma que Europa no asimiló lo que los mexicanos entienden por responder a una crisis financiera. “Después de tantos años, América Latina ha aprendido sus lecciones”, dice. “En los años 80, cuando nos comportábamos como los europeos ahora, siempre estábamos rezagados”. En los 90, apunta, ya no era así.
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La conclusión a la que llegó es: los mercados reaccionan exageradamente, por lo que las políticas del gobierno deben sobrerreaccionar aún más. Los países ricos no aprendieron esa lección, asegura, criticando su “lentitud, parsimonia y vacilación”.
Un tercer campo ve lo que
Zoellick denomina el “pragmatismo implacable”, una búsqueda de resultados casi desprovista de ideología. En este sentido, Olivier Blanchard, profesor del Instituto Tecnológico de Massachusetts y ahora economista jefe del FMI, aconseja que los mercados emergentes desarrollen un sistema financiero moderno poco a poco, adoptando innovaciones sólo cuando hayan sido comprobadas en otros lugares, y que derriben las barreras al capital extranjero sólo gradualmente.
De sus viajes alrededor del mundo, Zoellick concluye: “La gente está busca algo que funcione”. ¿Han concluido los mercados emergentes que los modelos de EE.UU. y Europa no funcionan? “Todavía no, pero podría ocurrir”, responde. Depende de si EE.UU., Europa y Japón resuelven sus problemas en los próximos años.
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