Hamid Karzai: “No es posible trasplantar aquí una democracia armada en Occidente”

Hamid Karzai: “No es posible trasplantar aquí una democracia armada en Occidente”

Por Matthias Gebauer y Christoph Reuter
El futuro de Afganistán comenzó a delinearse con fuerza en la segunda conferencia de Bonn, del lunes 5. La primera se había celebrado en 2001, luego de la invasión extranjera y la caída del régimen de los talibanes. En esta ocasión, los 85 países reunidos en la ciudad alemana se comprometieron a una década más de apoyo financiero al país, aunque condicionado a la crisis que atraviesa Occidente. Según la declaración final de la conferencia, en 2014 se completará el retiro de las tropas internacionales de Afganistán, iniciado este año y empañado por numerosos años de violencia. En esta entrevista, el presidente del país, Hamid Karzai, reflexiona sobre la etapa de transición, analiza cómo será, en adelante, la participación internacional y opina sobre su asociación con Estados Unidos.
El eje de la conferencia de Bonn, entre otras cuestiones, se centró en la situación de la seguridad en Afganistán. En los últimos meses, no hubo demasiados avances al respecto, tal como lo demuestran los asesinatos de varios funcionarios del gobierno, gobernadores y, más recientemente, del ex presidente Burhanuddin Rabbani.
En la primera conferencia de Bonn, todos esperábamos que la llegada de la comunidad internacional le devolviera la paz y la estabilidad a Afganistán, y que se cumplieran muchos otros anhelos que teníamos desde hacía tiempo. Hemos podido concretar algunos, y son logros enormes. Pero todavía nos falta garantizar al pueblo afgano la seguridad, vale decir, llevar adelante una campaña exitosa contra el terrorismo en nuestro país. Ésa es nuestra gran cuenta pendiente, y espero que la podamos saldar en los próximos diez años.
A pesar de la precaria situación de la seguridad en Afganistán, en Occidente el debate se ha centrado, recientemente, en el tema del retiro de tropas. ¿Eso lo incomoda?
Desde un comienzo, Occidente vino a Afganistán por su propia seguridad, y no por la nuestra. Nosotros sumamos nuestros esfuerzos para luchar contra el terrorismo internacional. Los necesitamos y ellos nos necesitan a nosotros. Estamos y estaremos en la primera línea de fuego contra el terrorismo, y se pierden vidas todos los días. Estamos agradecidos por toda la ayuda que nos brindan los países occidentales, pero los esfuerzos en Afganistán también son una responsabilidad compartida. Si no logramos estabilizar Afganistán, la situación previa a los terribles ataques del 11 de setiembre podría repetirse más rápido de lo que pensamos.
¿Cómo prevé que será de aquí en más la asistencia occidental?
La parte militar se completará hacia fines de 2014. Desde entonces, creo que Afganistán dependerá por más de diez años de las contribuciones y de la ayuda de la comunidad internacional. Pero será una asociación diferente. Se concentrará más en entrenar y equipar a las fuerzas afganas y en brindar su apoyo a las instituciones para que sean más eficientes. Para que Afganistán se ponga de pie nuevamente, será necesaria ayuda económica. Son los dividendos de la transición. Por ejemplo, si en 2014 Estados Unidos reduce sus tropas a cerca de veinte mil soldados, se ahorrará alrededor de cien mil millones de dólares por año en comparación con el gasto actual. Si nos ofrecieran el cinco por ciento de esa cifra -cerca de cinco mil millones por año-, no nos opondríamos. Sería mucho menos que la cantidad de dinero que la comunidad internacional gasta hoy en día. Al final, los países occidentales ahorrarían muchísimo.
Muchos dudan de que las fuerzas armadas militares puedan hacerse cargo ellas mismas de las responsabilidades en materia de seguridad. Los analistas temen que cuando se retiren las tropas de la OTAN, estalle una nueva guerra civil. ¿A usted no lo preocupa?
No estoy de acuerdo con ese punto de vista, aunque lo leo todos los días en la prensa occidental. Las fuerzas afganas serán capaces de defender a Afganistán, estoy seguro. Estados Unidos seguirá comprometido con nosotros pues tenemos una sociedad que es estratégica, y les daremos buenas razones para que siga siendo así. Alemania es nuestro socio inestimable, y si por mí fuera, las fuerzas militares alemanas no tendrían por qué retirarse de Afganistán: por mí que se queden para siempre, pero es una decisión tomada por Alemania.
Su fe en la presencia de las tropas estadounidenses es sorprendente. Durante meses, usted criticó abiertamente las operaciones de las Fuerzas Especiales de Estados Unidos. Ahora, en el gran consejo de Loya Jirga, dijo que está a favor de la presencia estadounidense incluso después de 2014.
Las víctimas de los raids nocturnos y de los bombardeos son los mayores impedimentos para pulir las diferencias entre nosotros y Estados Unidos. Esas incursiones fueron la causa de mi protesta pública en entrevistas y declaraciones. Como resultado, se han mejorado las tácticas. Eso es lo que dije en la asamblea de Loya Jirga.
Pero el número de operaciones creció últimamente, así como el número de asesinatos dirigidos.
Pero no tenemos más víctimas civiles. Las fuerzas militares norteamericanas acordaron que cuanto antes todas esas operaciones sean realizadas por afganos. Es un trato entre dos socios. Si no se cumple con nuestras exigencias, el acuerdo queda obsoleto.
Usted convocó la asamblea de Loya Jirga para discutir las preguntas más importantes con relación a la asociación estratégica con Estados Unidos, a pesar de que Afganistán también tiene un Parlamento elegido democráticamente. ¿Por qué no utilizó ese instrumento democrático?
El reconocimiento moderno de la Jirga está escrito en la constitución de Afganistán, y recurrimos a ella para decidir cuestiones muy importantes para el país.
Desde afuera parece como si el Parlamento no tuviera un papel relevante a la hora de tratar cuestiones importantes.
El parlamento tendrá que votar las decisiones también. La consulta tiene raíces profundas en nuestra historia. No es posible trasplantar en Afganistán una democracia armada en Occidente. Necesitamos una democracia propia liderada por afganos, no en base a intereses extranjeros.
Hace años que usted convoca a los talibanes a negociar con su gobierno, pero ellos no han mostrado mayor interés. ¿No estarán esperando acaso el momento en que las tropas internacionales se hayan retirado?
Es cierto que el proceso de reconciliación se detuvo desde el asesinato de Rabbani. Necesitamos un punto de contacto con los talibanes para hablar con ellos. Anteriormente, nuestros contactos resultaron ser terroristas suicidas que al final mataron a Rabbani. Mientras no tengamos el teléfono o la dirección de los talibanes, debemos hablar con los paquistaníes, porque ellos saben dónde están.
El proceso de paz, ¿está terminado?
Lo tenemos que ver de una manera diferenciada. Miles de talibanes se unieron al movimiento por temor o por las heridas que sufrieron en los raids nocturnos o en los bombardeos de las tropas internacionales. Pero esas personas no tienen problemas ideológicos con nosotros. Cuando estén dadas las condiciones, se acercarán y se nos unirán.
¿Y eso cuándo ocurrirá?
Primero tenemos que concluir la investigación de los asesinos de Rabbani. Hemos dado un paso en la dirección correcta con la participación de Pakistán en la investigación. Pero necesitamos encontrar un representante de los talibanes con quien hablar, y depende de Pakistán el saber con quién hacerlo. Hasta ahora, parece que los paquistaníes tienen otros objetivos más importantes que la paz en Afganistán, y en cuanto esa postura no cambie, no creo que estén dadas las condiciones para tener diálogos fructíferos con los talibanes.
En los últimos dos años, aparecieron milicias privadas en muchas partes del país para proveer seguridad local contra los talibanes. Recientemente, los informes señalan que esas milicias aterrorizan a los residentes.
Todas esas milicias son ilegales. Todo lo que está por fuera del ámbito del Ministerio del Interior es ilegal y tiene que ser desterrado del país. Iremos tras ellos.
Y sin embargo, muchas de esas milicias se constituyeron con el apoyo de la Fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad en Afganistán (ISAF), por ejemplo, aquella conocida como CIPP, que protege la infraestructura. ¿Qué es eso? (Karzai interrumpe la entrevista para llamar a su asesor de seguridad, Rangin Dadfar Spanta).
Muchas de las milicias están protegidas por las Fuerzas Especiales de Es-
tados Unidos. Los tribunales de Afganistán han dicho que no tienen poder para dictaminar sobre los crímenes que puedan cometer.
Ahí está el problema. Les hemos pedido a los estadounidenses que lo dejaran de hacer repetidas veces. Cualquier fuerza que no esté bajo el comando del Ministerio del Interior o del Ministerio de Defensa tiene que irse. Si hay fuerzas extranjeras, hay violación de la soberanía afgana. Es uno de los puntos más conflictivos que tenemos con los norteamericanos.
No obstante, hay varios líderes de las milicias que han sido nombrados en altos cargos del gobierno afgano a pesar de estar involucrados en asesinatos o en el narcotráfico. El nuevo jefe de policía de Kandahar es un ejemplo. ¿Por qué lo nombró su gobierno?
Hace años que es una persona muy útil para el gobierno afgano y hasta el momento no he visto una sola prueba de que esté involucrado en algún crimen. Más curioso todavía resulta que era un hombre muy requerido por el ex comandante de la ISAF aquí en Kabul, David Petraeus. Ahora, la prensa internacional me condena por haberlo nombrado. Este jefe de policía, como muchos otros, ha trabajado con fuerzas de la OTAN por mucho tiempo y nadie se ha quejado. Ahora que lo he colocado en un puesto de gobierno, todos me echan la culpa. No puedo entender esa doble moral. Pero hemos llegado a un punto en el que ya no nos importan las quejas de Occidente sobre nuestras decisiones para ocupar los puestos de gobierno.
Muchos de sus socios de Occidente sienten que usted rompió muchas de sus promesas en lo referido a la lucha contra la corrupción.
No es cierto. Precisamente hoy firmé la destitución de un juez corrupto. Hemos hecho algunos avances en la reforma de la legislación y en la implementación de instituciones más modernas, pero todavía hay trabajo por hacer.
Durante el escándalo financiero más grande de Afganistán, la virtual quiebra del Banco de Kabul, su familia también parecería estar involucrada. Tuvimos acceso a un protocolo del ex jefe del Banco Central, Abdul Qadir Fitrar, quien en presencia de su hermano, dejó en claro que el banco era poco más que una organización criminal y estaba a punto de colapsar. La institución otorgaba créditos a empresas ficticias y a personas inexistentes. Los gerentes de los bancos invirtieron en enormes mansiones en Dubai. ¿Por qué no hicieron nada durante todo un año?Llamamos a Fitrat, le preguntamos, y le dijimos que habíamos escuchado que algo andaba mal, pero él lo negó. Los norteamericanos nunca nos dijeron nada al respecto. El banco tampoco.
Pero cuando el problema se hizo evidente, ¿por qué su gobierno impidió una auditoria del banco a cargo de expertos extranjeros?
Creíamos que cierta embajada estaba intentando generar turbulencias financieras en nuestro país. Sentíamos que el fraude del banco había sido inventado por manos extranjeras.
¿Qué embajada?
No quiero entrar en detalles.
Su mandato termina en 2014 y la ley le impide presentarse a la reelección. ¿Qué piensa hacer entonces
Seré un feliz ciudadano jubilado. Nunca me fui de Afganistán, ni siquiera en los momentos más difíciles. No tengo motivos para abandonar el país.
EL DEBATE