“En los actos, me sumo al entusiasmo”

“En los actos, me sumo al entusiasmo”

Por Laura Durán
Natalia Paratore habla, habla… y habla. La palabra es su materia prima. Nacida y criada en una familia de locutores, a los diez años hizo sus primeras incursiones en radio en el programa de Pippo, su papá. Leía, jugaba y usaba un nombre artístico, Natalia Russo, que es el apellido de su abuela paterna. Su destino estaba marcado. Sin embargo, a la suerte hay que ayudarla y a fuerza de perseverancia esta rosarina es hoy esa voz eufórica que se escucha en los actos antes y después de los discursos de Cristina Fernández de Kirchner.
Y lo hace con mucha efusión. “Porque soy un ser extremadamente pasional”, explica Paratore. “La pasión es el motor de la vida, es el fluir de la sangre, sale de las entrañas. Y reconozco que pararme en un escenario para presentar a la Presidenta de mi país, con la que me siento ideológicamente cien por ciento representada, despierta en mí una sensación protocolarmente quizás incorrecta, pero definitivamente genuina.”
–¿Cómo es trabajar con Cristina?
–La Presidenta es una ciudadana y una líder, pero si tomo conciencia de todo eso creo que me quedaría muda, por eso la veo como un ser humano, como una mujer cálida, muy amable. Nunca he tenido inconveniente, tampoco tengo un vínculo cercano. Lo que tengo es un trabajo y por eso la veo activamente.
–¿Cómo vive el entusiasmo de la gente en los actos?
–Si eso no te llega… sería imposible abstraerme del contexto. ¿Sabés lo que es ver y escuchar a miles gritándole “¡te amo!, ¡sos hermosa!, ¡te quiero!, ¡gracias, me devolviste la dignidad!”?, sentir el llanto de emoción y felicidad de un pueblo. El día que todo eso no me movilice, seguramente habré dejado de existir. De esto se trata mi trabajo, de transmitir emociones y sensaciones, y yo me subo a la ola, me sumo al entusiasmo (risas). Imaginate si tuviera un dirigente al que tendría que ir entusiasmando…
–¿Qué pasaría?
–Y… yo trabajé muchos años como cronista y vi a varios presidentes e infinidad de funcionarios vincularse con los ciudadanos, pero te aseguro que el amor que hay en la mirada de la gente, el vínculo que se genera entre la mandataria y el pueblo es especial. Además soy alguien que vive prestando atención a los niveles discursivos. Para mí cada ponencia suya es una cátedra. No conozco a una persona que reúna todas las cualidades que ella nos ofrece. A mis alumnos siempre les digo que si logran ser la cuarta parte de lo que ella es como oradora, me siento realizada, y no es nada fácil lograr ese cuarto, te lo aseguro. En definitiva mi trabajo es mínimo y muy simple, con sólo mirarla es suficiente para entender cuál es el camino.
–¿Y cómo es ella antes de los actos?
–Es una persona sumamente atenta en el sentido de que siempre ve todo, sabe lo que pasa y escucha todo lo que ocurre. No está esperando que alguien le diga lo que tiene que hacer, sabe perfectamente dónde está parada y lo que va a presentar. Eso me facilita muchísimo la tarea. En realidad mi laburo es completamente secundario, yo lo único que hago es poner en contexto y situación lo que va a ocurrir. Yo no soy protagonista ni mucho menos.
–¿Cómo llegó a ser la locutora de Cristina?
–En 2009 fui a conducir un evento de médicos comunitarios en Costa Salguero y al cierre estaba invitada la Presidenta. Mientras esperábamos su llegada me puse a hablar con el locutor de Casa Rosada, quien me contó que estaba con mucho trabajo y que eran sólo dos presentadores para cubrir toda la actividad de la mandataria. Al tiempo, te diría un par de meses, me convocan para hacer un reemplazo. En realidad la llaman a mi hermana –que trabajó como locutora de Néstor Kirchner–, y como ella no podía ir, me recomendó. Así, al cabo de una hora, estaba parada frente al micrófono presentando a la Presidenta. Ese fue mi primer acto, en plaza Colón. Después tuve una reunión con el director de ceremonial y en octubre de 2009 empecé a trabajar de manera continua.
–¿Cómo fueron sus comienzos?
–En Rosario empecé a estudiar en el ISER locución. Hice el primer año allá pero mi sueño era estudiar en Capital, así que consulté con algunos docentes y una profesora me dijo: “Mirá, no vas a poder ser locutora porque tenés un grave problema en tus cuerdas vocales, te tenés que operar”. Sin embargo seguí adelante, no me operé, rendí los exámenes para entrar en ISER Buenos Aires, aprobé y me vine.
–¿Y alguna vez le dijo algo a esa docente?
–Nunca voy a olvidar semejante falta de ética profesional. Al año volví y le dije que jamás me había operado y que finalmente estaba en segundo año de la carrera en Capital.
–¿Y cómo comenzó en el área de prensa y protocolo?
–Trabajé en radio, televisión y en el Ministerio de Salud cuando estaba Ginés González García. En 2002 recibí el ofrecimiento de colaborar en los equipos técnicos de Néstor Kirchner.
–Era un apellido difícil de instalar…
–La verdad, era un apellido difícil de pronunciar. Mis amigas me preguntaban: “¿Para quién trabajas?”. “Para el equipo técnico de Néstor Kirch…” “¿De quién?”, me repreguntaban y yo les explicaba que era de Santa Cruz. No era un nombre que fuese popularmente conocido. No teníamos nada, éramos un grupo muy pero muy reducido. Trabajábamos en la calle Alberti y no era fácil que los medios posicionaran a un candidato que tenía una intención de voto muy baja. Era remarla.
–Está en el proceso de crecimiento del kirchnerismo desde el comienzo. ¿Se considera militante?
–En un equipo técnico mi aporte era menor, no había un peso. Eso es una militancia que tiene que ver con construir un espacio y en ese momento había posibilidades de aportar. Cuando sos muy joven muchas veces es difícil que exista un espacio en el que lo que vos digas no sea tomado como una zoncera y allí encontré un lugar desde el cual transmitir. Yo en realidad soy una militante de las ideas y una convencida de que desde la democracia y desde el espacio de cada uno siempre es válido lo que se pueda aportar. Si todos nos comprometiésemos en algo pequeño haríamos grandes cambios.
–De ese espacio chico al presente, imagino que tendrá recuerdos especiales…
–Sí. En el acto del Luna Park dirigido a la juventud al que fueron Néstor y la Presidenta, yo estaba sin voz pero sentía que tenía que ir sea como sea. Con la ayuda de mi médico logré emitir sonido, no sé de dónde saqué las fuerzas pero hasta grité. Mis compañeros me miraban porque sabían que estaba para atrás. ¿Pero cómo no gritar, si el discurso de la Presidenta sobre la militancia fue efervescente? Era imposible no poner cuerpo y alma.
–¿Y en su etapa de trabajo con Cristina Fernández?
–Soy un aparato, he tenido algún furcio, pero en general soy de correr y llegar tropezándome. En los festejos del Bicentenario había tanta gente que era imposible mantenerme en pie. No veía nada y mi trabajo es ver, si no, no puedo narrar. En lugares más lejanos he llegado a los actos embarrada millones de veces. Con esta Presidenta vamos a lugares a los que nadie ha llegado. Ella no pregunta si es accesible o no, ella va. Y nosotros también, a veces llueve, se pincha la goma en una camioneta, se pierden aviones…
–El detrás de escena debe ser caótico entonces…
–Es cierto que no tengo una rutina pero hay una agenda y nosotros (los tres locutores) nos distribuimos las actividades. Con la jornada organizada, el detrás de escena es tranquilo. Es una gran orquesta que funciona en consonancia para la persona que trabajamos.
REVISTA VEINTITRES