15 Jan El Cervantes para Nicanor Parra, el poeta que invita “a la montaña rusa”
Por Nora Viater
Durante medio siglo/ la poesía fue/ el paraíso del tonto solemne./ hasta que vine yo/ Y me instalé con mi montaña rusa./ Suban si les parece./ Claro que yo no respondo si bajan/ Echando sangre por boca y narices” . Estas líneas, que forman parte del libro Versos de salón (1962) son algunas, sólo algunas de las tantas que escribió el poeta chileno Nicanor Parra y que ayer lo consagraron con el Premio Cervantes, considerado el más importante para los escritores hispanoamericanos. Parra tiene 97 años (nació en 1914 en San Fabián de Alico) y, según dijo su familia a la agencia EFE, “aunque es un roble, su salud pasa por altibajos”. El premio, dotado con 125.000 euros, se entrega en abril, en la Universidad de Alcalá de Henares.
Parra, que además de uno de los grandes nombres de la poesía, es físico, profesor de matemáticas y cursó un doctorado en Cosmología en Oxford, publicó su primer libro en 1937, Cancionero sin nombre , que todavía no era una vuelta en la montaña rusa: él más bien veía a sus referentes en los poetas de la Generación Española del 27 y, especialmente, en García Lorca. El poeta viene de una familia de nueve hermanos, entre ellos, la artista Violeta Parra.
En 1954 publicó su libro Poemas y antipoemas, con el que comienza a formalizar la ruptura, pegó la vuelta a otra cosa: la antipoesía, que él mismo, en una conferencia de prensa de 1982, definió así: “No es otra cosa que el Ying y el Yang, el principio masculino y femenino, la luz y la sombra, el frío y el calor”. Y agregaba que como los orígenes de su poesía eran “más bien nebulosos”, él decidió “manejarse sobre la base del ingenio de huaso chillanejo”, como se les dice a los gauchos en Chile y a los que nacieron en Chillán. “La antipoesía”, dijo, “es simplemente un misterio, un misterio como cualquier otro. Y lo único que podemos hacer es decir ‘bueno, aquí parece que ocurre algo’”.
Algo ocurrió, algo ocurre, sí. Nicanor Parra supo cómo no atarse a casi nada: la izquierda chilena rompió con él por ir a tomar el té a la Casa Blanca, con la esposa de Richard Nixon. Era 1972, y mientras tanto, él publicaba su libro Artefactos.
Y si es por subirse a la montaña rusa, Parra no dudó en señalar a las alturas: cuando le preguntaron si quería ser el mejor poeta de Chile, contestó que se conformaba con ser “el mejor poeta de Isla Negra”, nombrando sin hacerlo a Pablo Neruda, que por entonces vivía en ese lugar. Y dijo más: “No a la poesía de pequeño Dios, por Vicente Huidobro; no a la poesía de toro furioso, por Pablo de Rokha; no a la poesía de vaca sagrada”, otra vez por Neruda. Otro de sus antipoemas: “Quédate con tu Borges”, dice: El te ofrece el recuerdo de una flor amarilla/ vista al anochecer/ años antes que tú nacieras/ interesante, puchas qué interesante/ En cambio yo no te prometo nada/ ni sexo ni dinero ni poesía/ un yogur es lo + que podría ofrecerte”.
Parra, que en 2001 había ganado el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, quedó unido ayer a otros dos escritores chilenos, también ganadores del Premio Cervantes, Jorge Edwards (1999) y Gonzalo Rojas (2003). Entre muchos otros libros, escribió Manifiesto , Obra gruesa , Poesía política , Poemas para combatir la calvicie , Lear Rey & Mendigo y Discursos de sobremesa.
El lenguaje cotidiano, subido a la montaña rusa.
CLARIN