13 Jan Con cada verano, crece el nudismo en Mar del Plata
Por Darío Palavecino
Están los que lucen bronceados, vuelta y vuelta, desde la frente hasta los talones, y los novatos, con las marcas del traje de baño que se acaban de quitar. También las que sólo se animan a quitarse una de las piezas y los que usan short o bikini como en cualquier otra playa. Pero estos últimos, seguro, tienen esa sensación de ser extraños en un lugar donde los cuerpos desnudos mandan.
Es que el nudismo encontró su lugar en arenas tranquilas y alejadas, al sur de la ciudad, y uno de cada cinco que lo practican aquí es debutante en la experiencia. El dato no es el único significativo. Buena parte de ese aporte lo han hecho extranjeros que, cultores del naturismo en sus lugares de origen, suelen definir su destino de vacaciones a partir de una hoja de ruta de países con playas habilitadas para esta práctica.
Desde los acantilados que dan intimidad a Playa Escondida, a la altura del kilómetro 552 de ruta 11, impacta la cantidad de gente en la arena y el mar. En el deck gastronómico, almuerzan o meriendan tan desnudos como en la playa.
El parador funciona 35 kilómetros al sur del centro de Mar del Plata y a casi 10 de Miramar. Y es la única playa naturista del país. “Abrimos hace diez años, con un puñado de gente amiga, y se dio un fenómeno entre los que practican nudismo y quienes buscan un lugar tranquilo y familiar”, describe Juan José Escoriza, responsable de Playa Escondida.
Inauguraron en febrero de 2001 con 30 o 40 conocidos. La voz corrió, los nudistas se acercaron y los que no lo eran pudieron probar. La tendencia es de 20% de nuevos clientes en cada uno de los últimos veranos. Hoy pasan por el lugar de 500 a 600 personas por día y son clara minoría los que usan traje de baño.
“El lugar tiene todo lo que necesitamos: seguridad, intimidad, buena onda y servicios”, resalta Mario, un profesional que pasó los 50 y camina feliz, como Dios lo trajo al mundo, con su esposa, que arriesga un topless.
El espacio también es gay friendly , lo que le aporta una importante cantidad de clientela local y del exterior.
Escoriza recuerda que el periodista Rolando Hanglin, uno de los pioneros de este balneario, suele reconocerlo como “el mejor del mundo”. “Es uno de los pocos, quizás el único, con servicios”, dice. Hay vestuarios, baños, restaurante y piscina. En el exterior, acota, son espacios vírgenes.
Lo único que puede alterar la tranquilidad del lugar son los curiosos. Hacen equilibrio por los bordes del acantilado para husmear, pero habrá quien los sorprenda. Aquí abunda gente que se quita las prendas (aunque no es obligación) y, con ella, los prejuicios estéticos. Los hay delgados o entrados en kilos. También se destaca la presencia de grupos familiares. Hay decenas de niños por la playa, a la vista de varias parejas que, desnudas o en topless, disfrutan del parador.
Las únicas que no son bienvenidas son las cámaras fotográficas o las filmadoras. Los habitués saben muy bien cuándo un flash tiene que ver con el morbo. Primero hay una advertencia. Si insiste, el mirón tiene destino inmediato fuera del balneario.
LA NACION