21 Jan 2012: año mundial de las cooperativas
Por Roberto F. Bertossi
En el marco de una democracia donde toda la gente importa, restaurar la autogestión productiva y la acción vecinal genuina, alentadas por economías solidarias, será subordinar el precio de las cosas necesarias para la vida, al valor de la dignidad de las personas.
Entonces, cuando proponemos una economía solidaria civil, propendemos reconocer dentro de la economía, este sector diferenciado por su naturaleza, fines y modos en cuanto a su singular organización y funcionamiento; un sector integrado prominentemente por: 1) Las empresas cooperativas autenticas como asimismo sus afines y complementarios del cooperativismo; 2) Las asociaciones mutuales de socorros mutuos y primeros auxilios frente a riesgos eventuales; 3) Las empresas comunitarias de asociaciones de productores, campesinos, usuarios, consumidores, etc.; 4) Las cajas de ahorro y ayudas económicas, reciprocas; 5) Las empresas de trabajo exclusivamente familiar; 6) Los asociativismos que operan con la primacía del trabajo sobre el capital y el incentivo del trabajo asociado sobre el trabajo asalariado; 7) Los entes barriales para realizar obras y prestar servicios tercerizados por comunas traducidos en cooperativas municipales; 8) Los consorcios camineros; 9) Los fondos, créditos y derechos de empleados junto a sus instancias de integración, mutualización y defensa; 10) Las organizaciones no gubernamentales con legitimidad y experticia, de reconocida trayectoria y solvencia; etcétera.
Como bien sugiere Colomer Viadel, pensemos ahora sobre la importancia de un Estado social y democrático de derecho en el que sus vecinos-ciudadanos puedan tener acceso a bienes y servicios eficientes de agua potable, saneamiento, energía eléctrica, transporte, gas, comunicaciones, además de educación, sanidad, trabajo, asistencias crediticias, vivienda, etc, y que ello se haga en condiciones que tiendan a la gratuidad o, al menos, asegurado costos mínimos desmercantilizados para que no produzca la exclusión en aquellas capas sociales lindantes con la indigencia, y por el contrario sea factor de inclusión social. Al mismo tiempo en la importancia que esto supone para la dignidad personal al poder intervenir con un protagonismo autónomo, consciente y responsable en la autoorganización y cogestión de estos servicios como en la emancipación de dependencias y exclusiones sociales inaceptables.
Lo que aquí se trata, es de lograr una eficaz mancomunidad para la mejor articulación local, regional y federativa de los distintos subsectores de la economía solidaria y mixta en los diferentes ámbitos territoriales, y también Vg., con las cooperativas de producción, industrialización o trabajo asociado, de servicios, de crédito y de consumo. El fin sería crear un verdadero sector de economía solidaria abierto a una estrategia de afines, incorporando otras formas solidarias de organización empresarial, para alcanzar ese punto de masa crítica, que permitiera una cierta invulnerabilidad del mismo frente a competencias abusivas y desleales, y reivindicara instrumentos de fortalecimiento institucional y apoyo para este espacio solidario de la economía, de carácter comercial (Por caso, la generación de escalas para compras y ventas conjuntas, valor agregado local, etc.), tecnológico, de seguros y de empoderamiento para un compromiso axiológico y una cultura solidaria constante que le dotara así de una cierta igualdad en esa competitividad con los sectores privados y públicos de la economía.
La sinergia de esta alianza tendrá, sin lugar a dudas, un efecto multiplicador y un beneficio para todos los ciudadanos por la marcada reducción de precios y tarifas, ya que no es el beneficio ni el lucro el motor movilizador de tal sector sino la redistribución equitativa, y la reciprocidad mutual.
Cuando lo financiero prevalece con toda dureza sobre la propia soberanía en demasiados países del mundo, esta economía solidaria civil hace a un modo especifico para contribuir sustancial y contundentemente a una imprescindible restauración de la noción de ciudadanía ante el doble movimiento de globalización y privatización sin impronta humana que rompe las normas de convivencia social con sus efectos perversos de desocialización, deslegitimación y desinstitucionalización que exhiben las sociedades posmodernas exponiendo la mediación de la ciudadanía a un franco deterioro decrepitante y procreador de miserias.
Finalmente y porque no se nos escapa que en esta postmodernidad de la humanidad tiende a acentuarse el empecinamiento de un acendrado individualismo, no solo se trata de estigmatizar con vituperaciones un mercado global sin reglas, sin concurrencia y sin derrame, donde hasta las personas pueden ser tratadas como mercancías sino, de reivindicar, reproponer y expandir axiologías humanas concomitantes con expresiones y prácticas solidarias nuevas y conocidas, para recrear así nuestro mundo de la vida en el cual la influencia personal, la autogestión y una acción vecinal socialmente convergentes, recuperen entonces toda su alcurnia y protagonismo, tan inherentes como intransferibles en pro del logro de una economía solidaria civil y/o mixta para un disfrute equitativo e intensivo de sus productos, bienes, servicios y beneficios, todo lo que sea posible.
EL CRONISTA