21 Dec Se le cumplió el sueño a Villagra
Por Carlos Delfino
El desquite llegó un año después para Juan Cruz Villagra y tuvo su condimento. El triunfo con Thunder One en el Joaquín S. de Anchorena, anteayer en San Isidro, resultó el primero de Grupo 1 para él, dando el batacazo en la prueba que se le había negado hace doce meses, cuando montó al gran favorito Mad Speed y llegó cuarto.
“Ganar un gran premio es algo que deseaba demasiado. Había arrimado algunas veces, pero no se me daba. Igual era consciente de que soy muy joven todavía y no había que enloquecerse”, confesó el jockey.
Villagra tiene 20 años y lleva poco más de tres compitiendo en forma oficial, luego de incursionar por varios hipódromos del interior del país, con éxitos en la mayoría de ellos. “A los 16 me vine de mi pueblo, Adela María, para entrar a la Escuela de Aprendices del Jockey Club”, recuerda el cordobés, de corto paso por las cuadreras y con un primer éxito clásico siendo aprendiz. Fue en el Italia (G 3), en septiembre de 2009, montando a Feel Fast en Palermo.
En el mismo escenario, hace unos meses tuvo otra gran chance de ganar en el más alto nivel, pero Todo Un Amiguito no hizo la carrera esperada en la Polla de Potrillos. De todos modos, no fueron los resultados adversos los que provocaron que Juan Cruz viviera el éxito con Thunder One “con un sabor y una fortaleza especial”.
Lo explica el jinete: “Casi la mitad del año estuve sin correr, por dos accidentes. En una me fracturé la clavícula derecha, la tibia y el peroné. En otro me detectaron coágulos en el bazo y el hígado”. Juan Cruz salió a flote con la misma fuerza con la que empujó al caballo de la caballeriza Keyzer Soze para pasar de largo en la recta, con una estrategia que durante el día había sido poco fructífera para todos.
“En la carrera anterior corrí a un potrillo, lo esperé y no arrancó. Eso me llamó la atención. Con Thunder One no pasó lo mismo por suerte, porque atropelló con mucha fuerza y alcanzó”, comparó Villagra. Más tarde, en el Pellegrini no podría repetir la historia, pero ya nada podía quitarle lo logrado.
LA NACION