20 Dec Pancho Sierra: Un héroe mítico argentino y las características del siendo-argentino
Por Antonio LAS HERAS
La vida de Pancho Sierra, construida de acuerdo con el decir de sus fieles y sin tener en cuenta datos históricos, atraviesa por varias de las mismas etapas que son comunes al recorrido del Héroe Solar tal como ha sido descripto por Carl G. Jung, Mircea Eliade y Joseph Campbell; o sea, el mito del héroe.
Así es que Pancho Sierra tiene un nacimiento incierto (su partida de nacimiento jamás fue hallada pues, al parecer, la iglesia que lo inscribió sufrió un incendio), no contaba con un año de vida cuando sobreviene un agudo peligro de muerte y sólo la intervención de un milagro lo salva. Padecía una bronconeumonía y los médicos lo habían desahuciado; su madre no se resigna a perder al primogénito – también característico del aspirante a Héroe – y dedica sus horas a la oración. En ese estado ocurre el milagro: una ramita de olivo bendito que estaba pegada al crucifijo de la cabecera de la cuna de Pancho, se desprende y al caer queda sobre su frente. A partir de allí mejora y sana. Hay más.
Explica Henderson – discípulo de Jung – que “es típico del héroe su capacidad para salvar y proteger de peligros terribles a mujeres hermosas.” Y en “Psicología y Alquimia” el mismo Jung nos recuerda que el Héroe se expone a penurias, viajes y dificultades para conseguir rescatar princesas, damas o reinas retenidas por seres monstruosos que las mantienen en lóbregos y húmedos castillos.
El Héroe Sierra también participa de esa experiencia. Pero con resultados fallidos. Se enamora de Nemesia, una criata de la estancia El Porvenir de la que es propietario. La familia de Sierra ve con malos ojos semejante relación. Aprovechando que Francisco realiza una larga estadía en Buenos Aires, las tías toman la decisión de envían a Nemesia a una finca en Córdoba donde deberá cuidar a una anciana que es la dueña. Entre esto y el Dragón (símbolo de la Gran Madre Ourobórica) raptando la Doncella sólo media una diferencia de épocas y estilos. Aunque al regresar a El Porvenir, notar la ausencia de Nemesia y ser informado de lo hecho por sus tías, sale en busca de su amada, cuando tras varias peripecias llegue a la localidad de Huinca descubrirá que su amada murió – de pena – hace tiempo. Sólo logra conocer una humilde cruz de palo que señala el lugar donde fue enterrada.
El hecho de que el mito muestre al Héroe como impotente para lograr quedarse con su amada (símbolo del Arquetipo del Anima), es un dato muy importante en el análisis psicosocial de la población que sustenta y crea la historia mítica. Porque nos advierte sobre un impedimento o imposibilidad que sufre esa comunidad. Sierra no es Ulises, que tras batallar y enfrentar exitosamente mil problemas, regresa a Itaca, hace huir a los pretendientes de Penélope, recupera el trono y vive hasta envejecer con su familia y ejerciendo el gobierno.
El Héroe Sierra sólo contraerá un matrimonio por conveniencia en su vejez; con una adolescente para que herede sus posesiones. Jamás pudo formar una familia, ni tener hijos de su carne.
El Héroe representa a la conciencia. Surge del todo compacto que es el universo inconsciente. La misión del Héroe es arrojar luz. Pero, para que ello sea así, debe enfrentar obstáculos. Una sola vez que falle y el camino queda trunco. Puede transformarse en un Sabio, en un guerrero, en alguien importante. Pero no alcanzará el estadio de ser trascendente, capaz de guiar a sus seguidores hacia cambios profundos. No será Rómulo y Remo fundando Roma. Ni Jasón navegando el Argos con el Vellocino de Oro en su poder tras recibir la ayuda que su amada le proporciona para adormecer al monstruo que cuidaba el valioso trofeo.
También eso le ocurrió a Edipo. Pudo gobernar – un tiempo apenas – Tebas. Fue una gloria efímera. Terminó sus días solo, con una hija como lazarillo y abandonado en una cueva. Mas se había transformado en un consejero importante. Los gobernantes creían que donde fuera enterrado el cadáver de Edipo las tierras jamás habrían de ser invadidas. Ese cadáver pasaba a transformarse en algo así como un talismán que, finalmente, se desvanece en la nada.
También eso se espera del Héroe Sierra. Ni Edipo ni Sierra lograron una integración estable con su Ánima/Doncella.
Sierra tuvo (y aún tiene) miles y miles de “hijos espirituales” que esperaban consejo, curaciones y hechos milagrosos.
De su cadáver – enterrado en el cementerio de Salto Argentino, provincia de Buenos Aires – se espera algo similar a lo que le ocurriera a Edipo. Se le atribuyen facultades milagrosas o mágicas. Racionalmente, entendemos que es un cadáver como el de cualquier humano. Pero el mito lo exhibe de otra forma. Y así lo aceptan sus seguidores. Por eso hubo que ocultar el féretro bajo una pesada lápida de mármol y agregar suficientes cerraduras. Los fieles (atrapados por la intensidad inconsciente de las fuerzas míticas) fueron desgajando la madera del ataúd hasta dejar a la vista el cofre de plomo. ¿Por qué motivo? Para atesorar esa astilla dificultosamente extraída como un talismán que siempre acompañará.
Edipo recibe información sobre lo que ignora – pero debiera conocer – de la boca de un viejo, ciego, clarividente: Tiresias. Esto es otro de los pasos del sendero del Héroe. Que no es sino un Camino Iniciático. Todo quien recorre este sendero recibe, alguna vez, la visita del Anciano Sabio. Ello igualmente sucedió a Sierra. El Anciano Sabio adquirió el disfraz de un gaucho, de buen porte, pero muy mayor, con largas barbas y cabellos sobre los hombros. Ése gaucho, que encuentra Sierra afuera de la posta de Árbol Sólo, una noche de Luna llena, mientras viaja en busca de Nemesia, es quien le hará saber – casi en parábolas – que su viaje fracasará y que un repentino giro en su vida habrá de producirse pronto. Naturalmente, nadie más que Sierra ve y conversa con ese misterioso gaucho clarividente y precognitivo.
Tras los hitos que implican la búsqueda del Ánima/Doncella y el encuentro con el Anciano Sabio, aparece – en la vida del Héroe – un nítido cambio en su senda. Claro que no es lo mismo si regresa con la amada con su cabalgadura triunfante que si vuelve cabizbajo, cansino y solo. Esto sucedió a Sierra. Entonces el cambio de rumbo en la senda es el aislamiento. Un momento en que el peligro de la locura esta próximo. Locura, en este caso, quiere decir imposibilidad de adaptación. La conciencia, apenas formada, sería devorada por lo inconsciente. Así como Jonás pasa un prolongado lapso en el interior de una ballena, Jesús se aísla en el desierto donde debe enfrentar al Demonio (símbolo de peligrosas fuerzas que moran en lo inconsciente colectivo) y muchos héroes se recluyen en cuevas, bosques o montañas, Sierra lo hace en un mirador o altillo de su estancia. Allí transcurre un tiempo (nadie puede precisarlo). Y, también común denominador mítico, encuentra alivio en la divinidad que se comunica con él.
Dios – en este caso, podrían haber sido las divinidades del Olimpo si este fuera un mito griego y no argentino – le refiere lo que tiene preparado para él. Ha sufrido mucho y aceptado su dolor. Dios decide premiar la actitud estoica de Pancho Sierra otorgándole los dones de curación, clarividencia y sabiduría. Nos recuerda la historia – igualmente mítica – de Abraham y su hijo Isaac. A quien Jehová premia asegurándole larga vida y gran descendencia por haber obedecido al sufrimiento que hubiera significado ejecutar a Isaac por orden de la divinidad. A partir de este momento Pancho Sierra pasa a encarnar el Arquetipo del Anciano Sabio y sus fieles habrán de llamarlo “El Doctor del Agua Fría” o “El Resero del Infinito”.
Cuando Pancho Sierra abandona el aislamiento en el mirador de la estancia, el camino iniciático – para él – está concluido. Logró lo que pudo. Importante es señalar que esto, a su vez, implica que el grado de evolución del psiquismo infantil al adulto a quedado acotado. Empero, su condición de Anciano Sabio – solitario, taciturno, melancólico y, a la vez, atento al dolor ajeno – le permite aliviar y prestar ayuda a otros. No llega más lejos – esto es, a producir cambios trascendentes en la comunidad que lo respeta – porque él mismo se halla atrapado por fuerzas poderosas del psiquismo inconsciente.
Sierra quedó prisionero del lugar donde nació. No pudo dejar la estancia de sus padres y antepasados. No consiguió buscar su propio lugar de reinado. Esto significa estar fijado en los deseos parentales simbolizados en los expresados por aquellas tías que hicieron las veces de padres cuando éstos murieron siendo Pancho aún niño. (Este es otro acontecimiento típico de quienes encarnan al Héroe Solar; la pérdida temprana de los padres carnales y la aparición de una familia adoptiva.)
No puede fundar su propia familia, toda vez que no alcanza a retener a la mujer amada. Es decir, no integra a la conciencia fuerzas procedentes de la intrapsique. El Arquetipo de la Gran Madre Ourobórica lo posée.
Igual que Abraham, está sujeto a la vez al Arquetipo Paterno. No es Sierra quien guía en sí mismo su acción. Sino un dador de vida suprema – Dios – quien decide por él y le ofrece a modo de dádiva, de conmovedor obsequio, su transformación en Anciano Sabio. Eso es lo que Sierra será hasta su muerte mítica. Un Anciano Sabio; impotente para producir una armoniosa acción desencadenante. Usamos el término desencadenante en sus dos posibilidades de lectura: aquello que es la rotura de algo que ata así como lo que genera una intensa producción de hechos concatenados.
Sierra puede bien considerarse la encarnadura del héroe mítico en su versión más que argentina diríamos bonaerense; pues estamos convencidos que cada región del país tiene sus aspectos particulares en relación a lo mítico heroico. Si prestamos atención a lo que sobre el tema hemos relatado, se verá que hay aquí muchos aspectos que llevan a comprender mejor ciertas características de lo que podría denominarse “siendo-nacional” (por tratarse de un proceso que debiera mantenerse en constante modificación), erróneamente llamado “ser-nacional” coo si fuera algo único y característico para toda la Argentina y, por demás, ya acabado y cristalizado, inmutable. Culturas milenarias, quizás, puedan referirse a un “ser” como sinónimo de algo tan constituido que ya se halla en un período prolongado de inmovilización. Pero eso no sucede con nosotros, los argentinos. El análisis de un mito (como es el de Pancho Sierra) permite conocer el estado de la consciencia psicosocial de la comunidad donde tiene sustento y origen a parir de tales raíces arquetípicas. A partir de ello pueden preverse comportamientos comunitarios, necesidades intrapsíquicas de la población, posibles desarrollos futuros, etc.
Queremos hacer algunas consideraciones finales. Son las siguientes.
Nuestro siendo-nacional tiene características precisas. No es estático. No está acabadamente definido. Mucho menos terminado. Es algo en vías de establecimiento. Podríamos decir que aún mantiene gran relación de dependencia con el origen (Europa), excesiva separación con el elemento sustentativo (lo autóctono americano), demasiada esperanza en las fuerzas, dictámenes, ideas y realizaciones de la divinidad (el gobernante de turno que cumple tres etapas: se lo idolatra e idealiza a su llegada, es odiado a medida que gobierna y, finalmente, se lo añora cuando ya no está), señalando la intervención del Arquetipo Paterno y una manifiesta confusión entre las características propias de la mujer/madre y de la mujer/esposa (bien evidenciada en las letras de ciertos tangos que comparan a la madre con una novia inmaculada o en la extraña expresión “madre-patria” que se usó durante décadas para referirse a España – a nuestro juicio madre-patria, donde patria tiene como origen el termino “pater”, “padre”, es como utilizar la expresión “dulce-salado” entrando en una contradicción que exige el análisis más detenido – y en muchas otras situaciones) lo que destaca la sujeción del argentino al Arquetipo de la Gran Madre Ourobórica; aquella que se come a sus propios hijos, la que lo cuida pero no le permite crecer manteniéndolo en el estado que Jung denominó el Arquetipo del Puer Aeternus vinculado a la necesidad de búsqueda del Arquetipo del Paraíso Perdido.
Se nos ha dicho que analizar el siendo-argentino-actual a partir del estudio mitológico de Pancho Sierra es un error. Pues el mito estaría refiriendo el grado de conciencia psicosocial de la población en vida de Francisco Sierra (1831/1891). Nosotros consideramos que esta señalización proviene de un análisis equivocado de aquello sobre lo que estamos refiriendo. Nuestro estudio es válido para la actualidad. Por una razón sencilla. El material de donde hemos extraído el decir mítico no proviene de relatos de fines del siglo XIX (Sierra murió el 4 de diciembre de 1891), sino de quienes hoy en día perpetúan su memoria. El mito de Pancho Sierra tiene, actualmente, miles de seguidores repartidos – principalmente – en el área bonaerense. Pero los hay, igualmente, fuera de la frontera argentina. De allí que no puede sostenerse que estemos trabajando sobre algo vinculado al psiquismo social del argentino bonaerense de fin del siglo XIX.
Nuestro material mítico sobre Sierra es el que circula hoy en día entre sus seguidores. Y, por supuesto, este llevar de boca en boca hace que la historia mítica se transforme, rápida y adecuadamente, a la situación vigente. Donde se notan las necesidades así como las etapas satisfactoriamente superadas o aquellas que tendrán lugar en el temprano devenir.