08 Dec Indignación global: la nueva filosofía de un mundo incierto
Por Homer Freixa
El Secretario de Estado de Interior del gobierno italiano expresaba tiempo atrás, al referirse a la represión del movimiento de los indignados: “Es imposible evitar estos sucesos”. En el Viejo Mundo, los detenidos se cuentan por centenares en tanto que, del otro lado del Atlántico, la situación preocupa en ciudades como Nueva York, Los Ángeles y San Francisco. En esta última, la represión dejó una persona en coma. Hace escasas semanas, poco más de un millón de indignados desfilaban en 50 países. Estos episodios demuestran que la crisis del capitalismo golpea duro en su centro. ¿Quiénes son los indignados, qué representan y hacia dónde quieren ir?
Filosofía de rumbo incierto
El indignado surge de una desilusión: se le ha despojado la dignidad. Quiere recobrarla. “La idea de la dignidad se refiere al hombre en cuanto hombre (como un ser autónomo) y aparece en el Renacimiento”, explica Sebastián Abad, director de Hydra Capacitación + Editorial. Se trata de un modo de protesta, en la que se refuerzan los vínculos entre los miembros de una sociedad civil y transnacional, que comienza a dar sus primeros pasos en los ’90, con los movimientos anti-globalización. Las manifestaciones por el 50° aniversario del FMI y el BM, en 1994 (globalifóbicos), o las rebeliones en los países árabes sirven de antecedente.
Sin embargo, hay diferencias con el pasado. Hoy en día, las redes sociales cumplen un papel vital, ya que los Estados se ven imposibilitados de desarticularlas o impedir su formación. “Dentro del mundo globalizado, los límites a la coordinación transnacional son cada vez menores y las acciones de protesta pueden adquirir dimensiones globales”, agrega Luis Schenoni, profesor de política internacional en la UCA. El uso de Facebook y Twitter, que superan 600 millones y 200 millones de usuarios, respectivamente, contribuye a buena parte de la explicación.
En general, los indignados pueden ser vistos como una manifestación de disconformidad ante el mundo. “Son un grito cuyo objetivo político resulta difuso y llaman la atención en cuanto al malestar reinante”, puntualiza Marcelo Mangini, politólogo del Conicet/UTDT. “En esta indefinición radica su atractivo universal”, agrega Schenoni. Las demandas son tangibles y consisten en un cuestionamiento profundo frente a la primacía de las instituciones financieras y vínculos entre banqueros y políticos. Se orientan en función de una determinada forma del capitalismo y luego, a partir de cada contexto, se agregan críticas y demandas particulares. “No todas estas demandas son compartidas en otras latitudes”, señala el docente de la UCA. Pero los mecanismos de expresión pueden coincidir. “En ese sentido, puede establecerse una conexión entre los indignados y el proceso de las rebeliones árabes”, advierte Abad.
La relación de los indignados con la política es mala. Hasta el momento, sus acciones son negativas y carentes de representatividad. Es un movimiento que surge desde las fisuras del sistema y no está contra éste, ya que se manifiestan en forma pacífica. De esas fisuras emana la frustración con las promesas que el sistema neoliberal no puede cumplir hacia las mayorías. Así, aparece la curiosidad por entender y el deseo de buscar alternativas. “Nadie acepta que el sistema no tiene lugar para él y se resigna a morir sin molestar”, reflexiona Esteban Magnani, licenciado en Comunicación y autor de El cambio silencioso.
Los partidos políticos no son alternativas como otrora, ya que atraviesan un período de crisis de legitimidad y representatividad que explica por qué los movimientos resultan reacios a ellos. “Al menos en Europa, los movimientos son populares y tienen la legitimidad que los partidos no tienen y a la que los políticos aspiran”, remata Patricio Navia, cientista político, profesor en las universidades New York y Diego Portales. “En Europa, los indignados manifiestan la brecha existente entre las élites políticas y la ciudadanía. Funcionan como un poderoso llamado de advertencia para esos grupos dirigentes”, concluye Mangini.
¿Existen alternativas? ¿Se puede vislumbrar el futuro de estas masas enfurecidas? Pareciera que su estado de indignadas fuera a durar poco, o que su evolución derivará a otro estadío. “Todo movimiento social tiene una duración relativamente corta, porque la atención de la gente se desvía hacia otros asuntos en un periodo corto”, formula Navia. En algunos casos, se fragmentarán; en otros, tenderán a la radicalización. Una tercera opción puede ser la disolución, si se logran aplicar reformas sobre las causas que dieron origen al malestar. “Hacia el futuro, este tipo de movilización parece haber llegado para quedarse. La pregunta radica en qué grado de institucionalización pueden adquirir”, señala Schenoni. Al momento, el grado de inorganicidad de estas masas es enorme, lo que arroja sombras sobre el futuro. “En términos deportivos, la forma de agrupamiento de los indignados es una pre-temporada”, dice Abad.
América Latina, la excepción
Las manifestaciones en adhesión al 15-M en las principales ciudades de América Latina no fueron lo que en Europa. Su concurrencia fue mucho menor. “América Latina ya pasó por su período de indignación. Europa y los EE.UU. están atravesando algo semejante a lo ocurrido a fines de los 90 y principios de la década siguiente”, explica Mangini. La primera causa de los indignados en el Primer Mundo es el estallido de la crisis subprime. Pero a su modo tienen semejanzas con procesos previos de la región. “La crítica a las vinculaciones entre capital financiero y poder político en los EE.UU. y Europa no guardan pocas resemblanzas con los cacerolazos frente a los bancos y la nueva protesta social de los piqueteros”, plantea Schenoni.
Pero mientras en la Argentina se logró incluir a los movimientos en el sistema político, en España están por fuera y en abierta disidencia. “En la medida en que los partidos no son centro de la vida política, los problemas se discuten allí pero son irresolubles. Al final, todo podría recaer en un ejercicio estético de protesta”,dice Abad. Si en Europa la política está relegada, la movilización es masiva y genera un fenómeno como el de los indignados. “Mientras América Latina crece y el problema pasa por pensar la redistribución del ingreso, Europa debate si el futuro será peor que el presente”, señala Navia. Si no hay cambios de rumbo, la región verá un movimiento muy marginal.
Las juventudes son distintas. “En la Argentina, la juventud política se está integrando a un proceso de movilización complejo bajo la guía de la construcción estatal”, dice Abad. Como sea, la irrupción de los indignados obliga a repensar un aspecto crucial de las democracias occidentales, la relación entre economía, política y sociedad. “La necesidad impera en redimensionar el contrato social”, concluye Mangini.
EL CRONISTA