27 Dec Esperanza BRIC Inmune hasta ahora, el mundo emergente ya siente el contagio
Por Martin Burbridge
Hubo un tiempo no muy lejano en que a los países emergentes se los consideraba capaces de desafiar la lógica económica y de crecer a tasas de dos dígitos en períodos largos sin resentirse y de esta forma acortar a pasos acelerados la brecha de desarrollo con EE.UU., Japón y Europa. En pocas palabras, casi un nuevo fin de la historia, como lo describió de manera tan marketinera Francis Fukuyama a fines de los 90 refiriéndose a la supremacía estadounidense.
El mayor desafío a esta lógica pareció plantearse en los últimos 3 años: a partir de la crisis subprime, en la que el mundo desarrollado se hundió en una debacle financiera histórica, países como China, Rusia, la India y Brasil seguían navegando en aguas calmas con tasas de crecimiento y de empleo absolutamente envidiables. A tal punto que estas economías se estaban convirtiendo en los nuevos prestamistas del mundo, una verdadera revolución para los que vivieron la crisis de la deuda latinoamericana de los 80 o las sucesivas crisis financieras de 1994 a 2001 en México, Asia, Rusia y la Argentina.
Pero en momentos en que se está cumpliendo el cuarto año desde el inicio de la debacle subprime, la realidad indica que los emergentes no están quedando inmunes al contagio, globalización mediante, y que los distintos gobiernos ya comenzaron a tomar medidas para atenuar el impacto del tsunami que se les avecina.
En este sentido, el crecimiento espectacular de estas economías les permitió acumular excedentes y reservas monetarias que hoy las están poniendo en uso como colchón para amortiguar la desaceleración del mundo desarrollado, donde los déficits no pararon de crecer en todos estos años (en 2006, el desequilibrio fiscal de EE.UU. llegaba al 6% del PIB, mientras que el superávit chino equivalía al 9% de su producto bruto). Pero en el caso de los emergentes, los números impresionan: ellos solos poseen dos tercios de las reservas monetarias mundiales y sus economías ya representan el 40% del total mundial.
En el caso de los emergentes, se puede decir que aprendieron de sus errores pasados, por lo que una combinación de políticas de acumulación de excedentes, de altas tasas de ahorro (en China supera el 50% del PIB, contra el 12% en EE.UU.) y reinversión en el desarrollo de los mercados internos, junto con la producción de commodities demandados por el resto del mundo fue la llave para crecer y amortiguar el impacto de la debacle actual.
Fue así que China pudo pasar de crecer al 8,5% anual en 2001 al 14% en 2007 y al 9,5% en 2011, todo un modelo para el resto del mundo emergente. Mientras tanto, la India pasó del 4% en 2001 al 10% en 2007 y al 8% en 2011, o Brasil, que vivió su camino ascendente del 2% anual en 2001 hasta el 6% en 2007, tasa que en 2011 caerá al 4% anual, según estadísticas del FMI.
Pero este crecimiento acelerado también tiene su contrapartida desde el punto de vista estructural, algo que se comienza a percibir ahora, cuando los mercados de exportación de los países desarrollados siguen con su proceso descendente. Como dijo cierta vez Warren Buffett, cuando baja la marea es cuando se ve quién nadaba desnudo. Así que el gran desafío para los emergentes en 2012 es ver cómo hacer para contrarrestar estos problemas estructurales y los efectos del contagio que llega del mundo desarrollado.
En primer lugar, el crecimiento acelerado provocó en todos estos países un problema inflacionario que es común a todo proceso de recalentamiento. En países donde la mayoría de la población es pobre, que suban los precios de los alimentos no es un detalle menor. Y además, si cada gobierno no controla este proceso, puede terminar causando estallidos sociales, como fue la crisis del precio del maíz en 2008, insumo básico de la mayoría de los mexicanos, o del aceite de palma, producto de primera necesidad en el Sudeste asiático.
En la India, por ejemplo, la inflación se acerca peligrosamente al 10% anual, lo que hizo que el Reserve Bank of India (banco central) elevara la tasa de interés de referencia 13 veces en el último año y medio. Por supuesto, la contrapartida de esta política monetaria contractiva es un freno al crecimiento económico, por lo que el margen de maniobra del gobierno es estrecho para no desalentar el crecimiento necesario al desarrollo del país. Pero esta situación es común a los demás países, donde la inflación es un tema a tratar muy de cerca.
El desafío que se presenta a los emergentes en 2012 es ver cómo practicar un aterrizaje suave de su elevado crecimiento de estos años sin provocar una recesión y al mismo tiempo sin dejar de emplear los estímulos económicos que permitieron este desarrollo. Porque si bien el mercado interno (en general de muy gran tamaño) ha servido para minimizar el impacto de la caída en las exportaciones al mundo desarrollado, queda claro que si la dosis del ajuste es demasiado fuerte, la economía como un todo puede verse afectada profundamente.
En India, por ejemplo, la actividad industrial cayó un 5% en octubre a nivel interanual (en octubre de 2010 había crecido un 11%), lo que marcó una señal de alarma para todos respecto de las políticas que estaba llevando adelante el gobierno. Y algo similar está viviendo Brasil, donde la economía tuvo un crecimiento nulo en el tercer trimestre, lo que hizo que Guido Mantega, ministro de Economía, saliera a decir que esto es el resultado del conjunto de medidas tomadas el año pasado para bajar el ritmo de la economía que se estaba recalentando. El desafío para todos es evitar que este recalentamiento no termine convirtiéndose en una nueva era del hielo, algo que los emergentes conocen mejor que los desarrollados.
EL CRONISTA