El país agropecuario que veía Echeverría

El país agropecuario que veía Echeverría

Por Pablo E. Palermo
steban Echeverría (Buenos Aires, 1805 – Montevideo, 1851), introductor del movimiento romántico en el Río de la Plata y autor de las célebres páginas literarias La cautiva y El matadero, desarrolló en el Salón Literario de 1837 interesantes ideas sobre industria y cultivos con intenciones de ser aplicadas en la provincia de Buenos Aires, gobernada entonces por Juan Manuel de Rosas. Preocupado por la falta de capitales y de brazos para la ejecución de las grandes operaciones industriales, aseguró que debían fomentarse aún más en el país la agricultura y el pastoreo. Los argentinos, argumentaba, no habían todavía aprendido a sacar todo el partido que se podía de las vastas y fértiles llanuras. Convencido de que “el espíritu de mejora y progreso se va introduciendo en nuestras faenas rurales”, declaró, sin embargo, que debía alcanzarse la elaboración de los productos ganaderos y así obtener en el país ese mayor valor que sólo provenía de las manufacturas extranjeras.
Pedía Echeverría libertad, garantías, protección y fomento por parte de los gobiernos, única condición para que la industria nacional pudiese progresar. Una y otra vez se lamentó de los pobres labradores que dependían de una cosecha sometida muchas veces a la seca, a la lluvia o a la plaga de langostas.
“¿Es posible -se preguntaba- que tierras tan fértiles como las nuestras consagradas al pastoreo y siembra de trigo y maíz apenas produzcan lo suficiente para el consumo de la provincia, cuando podían abastecer medio mundo? ¿Es posible que cuando la cosecha es mala, media población no coma pan y la otra media, caro y malo?” Abogaba por fomentar la inmigración en las chacras, otorgar tierras en propiedad a los “labradores industriosos” y suministrar recursos públicos para facilitar las cosechas.
Ante los integrantes del Salón fundado por Marcos Sastre (Juan María Gutiérrez, Juan Bautista Alberdi, entre otros), Echeverría planteó también la conveniencia de fijar un impuesto territorial equitativo. Con ese propósito propuso dividir Buenos Aires en cuatro zonas: 1) Quintas destinadas a arboledas frutales y hortalizas para consumo diario; 2) Chacras urbanas; 3) Tierras al norte del río Salado para cría de ganados, y 4) Tierras tras el Salado, de menor valor por su cercanía a la frontera con el indio. Opinó que las tierras de chacra fuera de la zona urbana tendrían que valuarse según la mayor o menor distancia que estuviesen de la ciudad de Buenos Aires, puesto que el costo principal de las labranzas lo constituía el transporte.
Deseaba ver Echeverría “una ciencia económica verdaderamente argentina”.
LA NACION