Todos podemos ser creativos, sólo hay que aprender cómo

Todos podemos ser creativos, sólo hay que aprender cómo

David Kelley, fundador de IDEO, asegura que la mayoría de la gente deja de pensar que es creativa en su niñez.

Por Carolyn T. Geer
Más que excepcionales, los innovadores son personas que confían en sí mismas. Así lo afirma David Kelley, fundador de la venerable firma de diseño IDEO, en California.
Kelley, cuya empresa es responsable de una amplia gama de productos y servicios, incluido el moderno ratón de la computadora, cree —y la investigación sugiere— que prácticamente todo el mundo tiene la capacidad de innovar. Es sólo que en algún momento, como en cuarto grado de primaria, la mayoría de nosotros dejamos de creer que somos creativos, señala, así que nuestra capacidad de innovar se atrofia.
Kelley ha dedicado su vida a ayudar a la gente a recuperar esa confianza creativa. En sus tres décadas como diseñador y como profesor del programa de diseño de la Escuela de Ingeniería de la Universidad de Stanford, de donde él mismo se graduó en 1978, Kelley ha desarrollado un conjunto de técnicas para resolver todo tipo de problemas. Su enfoque se llama “pensamiento de diseño”.

Hace seis años, con una donación de US$35 millones del magnate alemán del software Hasso Plattner, cofundador de SAP AG y en su día cliente de IDEO, Kelley fundó el Instituto de Diseño Hasso Plattner en Stanford, un programa no titulado que atrae a estudiantes de postgrado de esa universidad. El programa busca ayudar a los estudiantes a liberar su potencial creativo enseñándoles a, entre otras cosas, abrirse más a la experimentación, sentirse más cómodos con la ambigüedad y a tener menos miedo al fracaso.

La enseñanza del proceso
La mejor manera de dar rienda suelta a la creatividad, sostiene Kelley, es ofrecer a los estudiantes una “experiencia”. Bajo su metodología, los estudiantes no reciben simplemente un problema para resolver sino que deben definir el problema por sí mismos a través de la investigación y la observación directa.
A un grupo de estudiantes, por ejemplo, se le encargó el diseño de una incubadora para el mundo en desarrollo. Sin embargo, cuando los estudiantes fueron enviados a Nepal para pasar tiempo con madres y médicos, se encontraron con que la mayoría de los nacimientos tiene lugar en zonas rurales alejadas de los hospitales, por lo que las incubadoras baratas no serían de mucha utilidad. A partir de ello, los estudiantes replantearon el problema.
“Esto tiene que ver con mantener cálidos a los bebés, y no con incubadoras baratas”, explica George Kembel, director ejecutivo y cofundador de Hasso Plattner.
El segundo paso consiste en “idear”, donde los estudiantes visualizan y piensan en posibles soluciones. Ellos decidieron que lo que necesitaban era un dispositivo de bajo costo para calentar a los bebés, que fuera transportable, fácil de usar y esterilizar, y que funcionara sin electricidad.
Luego llega la etapa de “prototipos”. Los estudiantes hicieron bocetos y modelos tridimensionales de las potenciales incubadoras que podrían probar, modificar y volver a probar, en un proceso iterativo que va al corazón del pensamiento de diseño. Al final de la clase, los estudiantes tenían un prototipo terminado, una especie de saco de dormir hecho con un material especial que envuelve al bebé y que puede mantenerse limpio y cálido con apenas agua hirviendo. Los estudiantes pasaron a formar una empresa sin fines de lucro con la esperanza de colocar su flamante incubadora Embrace en el mercado.
Kembel dice que la experiencia ilustra que la gente aprende con la práctica, así que cuantos más proyectos completen los estudiantes mejor. Lo mismo se extrae del desarrollo de prototipos. Se alienta la velocidad y la cantidad con la esperanza de que los estudiantes fracasen temprano y con frecuencia. Otro principio es que la gente aprende más cuando colabora con otros que tienen puntos de vista radicalmente distintos a los suyos, así que las clases deben estar compuestas por estudiantes y maestros de distintas disciplinas.

La escuela
Hasso Plattner tiene 700 estudiantes por año, frente a 30 de hace seis años. Las solicitudes superan hasta dos o tres veces el número de vacantes, informa Kembel, y una cantidad creciente de estudiantes elige ir a Stanford por la escuela de diseño. También afirma que las empresas buscan egresados de allí.
El instituto ha dado lugar a la creación de varias empresas, incluyendo d.light design, que produce linternas que funcionan con energía solar para el mundo en desarrollo; Alphonso Labs, que vende Pulse, una aplicación de lectura para el iPhone, iPad y aparatos con Android; y Embrace, la incubadora.
Educadores de todo el mundo peregrinan a Palo Alto para realizar excursiones y obtener consejos sobre cómo implementar los programas del instituto en sus escuelas. Más recientemente, el instituto ha estado trabajando con niños de colegio. Las primeras conclusiones apuntan que los estudiantes de primero hasta último año de secundaria que son expuestos al pensamiento de diseño están más comprometidos y motivados con el aprendizaje. Ese cambio conductual, dice Kelley, les permite a los alumnos ganar confianza de innovación.