Todo por ser linda

Todo por ser linda

Por Florencia Vidal
La belleza está en los ojos de quien la mira”, es un dicho popular que de alguna manera sintetiza el carácter relativo y subjetivo de esta cualidad que, a lo largo de la historia y según cada cultura, se caracterizó por determinados cánones estéticos.
Los pequeños pies atrofiados por los vendajes de las mujeres de la China milenaria, o los cuellos alargados de las padaung de Birmania son ejemplos extremos de lo que es un modelo de belleza para determinado grupo social o étnico. La exuberante anatomía de las mujeres del Barroco, retratada por los pintores de esa época, se contrapone con la marcada delgadez que hoy muestran las modelos en las pasarelas. Y si bien la perfección no existe más que como un ideal, en la actualidad el mercado se encarga de ofrecer, a veces de manera compulsiva, distintos tratamientos para acercarse al estereotipo de moda. El boom que las cirugías estéticas alcanzaron en los últimos años, no sólo a nivel mundial sino también local, da cuenta de ello.
Las propuestas de centros dedicados a la estética, con y sin cirugías, llueven por todos lados. Desde la Web se promete un cuerpo sin pocitos ni imperfecciones luego de veinte o treinta sesiones en una máquina. En diversas publicaciones también es posible ver avisos de lugares en donde se hacen implantes mamarios, con tarifa incluida, al lado de anuncios de servicios ténicos de heladeras y lavarropas.
“Hoy en día, frente al vacío, el miedo, la angustia y la incertidumbre que tienen que ver con el vivir, a las mujeres -y también a los hombres- se los acosa para que entren en un consumismo de todo tipo de objetos con la promesa de la felicidad”, sostiene Any Krieger, psicoanalista y miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA). Las cirugías no escapan a esta situación. “El mercado, de alguna manera, fija la idea de que con unas mejores lolas o un vientre más chato vas a tener mejores cosas, hombres, trabajo, lo que sea”, subraya Krieger.
El avance de la tecnología puesta al servicio de la estética, los precios más accesibles de algunas intervenciones y la marcada tendencia social a hacer un culto de la imagen, son el campo propicio para el incremento en la demanda de cirugías. Demanda que lleva al quirófano a chicas que piden agrandarse las mamas como regalo de cumpleaños de 15 o a mujeres que quieren borrar las marcas que va dejando el tiempo en su piel. Otras llegan con la ilusión de convertirse en clones o duplicados de alguna celebridad del momento.
La comunidad psicoanalítica alerta sobre el abuso de estas prácticas y define al síndrome de la mujer fashion o poliretocada como el conjunto de síntomas de quienes están demasiado pendientes de su imagen y de cualquier cambio estético. “Hay personas que se operan, se aplican botox, se hacen rellenos y peelings cada vez con más frecuencia y ello termina por producir un efecto contrario al deseado, pues la piel se va endureciendo y la circulación del rostro se altera”, describe la psicoanalista Adriana Guraieb, integrante de APA. Y aclara que no se trata de que los tratamientos sean malos o poco eficaces, sino que hacérselos todos y con frecuencia es lo que los torna riesgosos.
Pero entonces, ¿cuál es el límite y quién o quiénes deberían ponerlo? “Muchas veces se trata de mujeres que no aceptan un no como respuesta y buscan un especialista tras otro hasta que encuentran el sí”, explica Guraieb. Otras, toda la familia se encuentra envuelta en ese círculo de consumismo, por lo que no está en condiciones de poner un límite. Los especialistas sostienen que no todas las mujeres que quieren operarse están preparadas para hacerlo. Para evitar situaciones que involucren estrés, frustración, depresión o riesgos para la salud, es fundamental asistir a centros reconocidos, con diplomas a la vista, reclamar explicaciones sobre los riesgos quirúrgicos y solicitar una entrevista psicológica que ayude a disipar los miedos y las idealizaciones. Un cambio en el exterior no siempre significa un cambio en el interior. Es imprescindible, afirma Guraieb, que la persona sepa que aunque su apariencia quede mejor luego de la cirugía, si no resuelven los aspectos internos que la limitan, difícilmente pueda lograr lo que anhela.
La escritora Susan Sontag decía que “No está mal ser bella, lo que está mal es la obligación de serlo”. Pues entonces, que la decisión de un cambio estético en nuestro cuerpo sea tomada sin las ataduras que impone el discurso del momento, y en total libertad.

De ranking
Si bien la Argentina no cuenta con estudios oficiales que cuantifiquen las cirugías realizadas, el doctor Francisco Famá, integrante de la Sociedad Argentina de Cirugía Plástica, Estética y Reparadora, asegura que la práctica de esta actividad aumentó en el país y que esto trajo también un cambio en el universo de pacientes. “Hace treinta años, la mayoría de las operaciones eran de nariz y rejuvenecimiento facial. En cambio, con la aparición de la lipoaspiración y los implantes mamarios, mujeres de mediana edad, que antes no se operaban, se incorporan a los pacientes que requieren de un cirujano plástico”, explica.
Según Famá, el ranking de intervenciones locales lo lidera la cirugía de mamas. Le siguen los implantes faciales y la aplicación de la toxina botulínica, que son medios no quirúrgicos.
Una estadística realizada por la Sociedad Internacional de Cirugía Plástica Estética, (ISAPS) a nivel mundial y publicada en agosto de 2010, reveló que Estados Unidos sigue siendo líder en el número de prácticas quirúrgicas estéticas y que la Argentina se encuentra en el undécimo lugar luego de China, Brasil, México, Japón y España, entre otros.
Según esta encuesta, los procedimientos quirúrgicos más populares en el mundo son: liposucción, 18,8% ; aumento de senos, 17%; cirugía de párpados, 13%; rinoplastia o cirugía de nariz, 9,4%; abdominoplastia, 7,3%. De los procedimientos no quirúrgicos se destacan: inyección de toxinas, 32,7%; inyección de ácido hialurónico, 20,1%; depilación de vello con láser, 13,1%; inyección de grasa autóloga, 5,9%; tratamientos con láser, 4,4%.
LA NACION REVISTA