“¿Talentoso yo? No”

“¿Talentoso yo? No”

Por Claudio Cerviño
Maravilla Martínez habla tranquilo y enfocado, aunque en algún lugar de su cabeza sabe que tiene demasiadas cosas que atender. Juguetea con sus dos celulares. Los mira cada tanto. Seis llamadas perdidas en uno, tres en el otro. Está poco en la Argentina. Tan poco que no le alcanza el tiempo para atender a todas las personas que esperan hacer contacto con él. Pero hay otros tantos que se mueven por el mundo por él. Porque también la televisión mexicana lo sigue por el reality show que lo tiene como conductor. Hoy, este campeón mundial de diamante del Consejo Mundial de Boxeo, uno de los tres mejores libra por libra en la actualidad, junto con Manny Pacquiao y Floyd Mayweather, convive también con sus emprendimientos empresariales en España y proyecta un futuro en el que se imagina haciendo espectáculos de stand up y trabajando como formador de boxeadores y manager.
“¿Talentoso, yo? No”, dice en charla abierta en la Redacción de La Nacion. “Soy un bicho raro, que leo, analizo los movimientos y luego lo vuelco en el gimnasio una, dos o tres mil veces hasta naturalizarlo. Puedo decirte qué tic o cuántos lunares tienen mis rivales. Yo con el boxeo soy más obsesivo que el Loco Bielsa en el fútbol.”
-¿Cuál es la clave del éxito?
-Todo es producto de la causalidad, no hay nada de casualidad. Siempre fui consciente de que si tomaba la práctica del boxeo con responsabilidad en algún momento iba a tener este reconocimiento. Íntimamente siempre tuve un delirio de grandeza que me sirvió para llegar a ser lo que soy.
-¿Te gusta este presente de reconocimientos en la Argentina? ¿Esperabas convertirte en un ídolo?
-Es lo que siempre busqué. Me daba pena saber que en Las Vegas tenía que andar con guardaespaldas y acá nadie me conocía. Hace un año vine a visitar a mi familia y pocos se enteraron; en esta visita, desde que llegué, no paré de ir a programas de tele y firmar autógrafos.
-¿Es difícil ser un campeón reconocido en Estados Unidos?
-Es difícil pero gratificante. Tengo privilegios enormes y cosas horribles. Por ejemplo, no puedo salir sin escoltas, no porque me vaya a pasar algo malo, sino porque puedo llegar a tardar dos horas en recorrer cien metros. No puedo decir que no si alguien se toma el trabajo de esperarme una hora para una foto o un autógrafo. Es mi deber agradecérselo, ya que soy lo que soy gracias a ellos.
Llegó a campeón en 2010, cuando venció a Kelly Pavlik; luego llegó el KO consagratorio ante Paul Williams, y otras dos defensas ante Serhy Dzinzuruk y Darren Barker. Poco le importa que el Consejo Mundial de Boxeo lo haya nombrado campeón Emérito y de Diamante para destacarlo pero para dejarlo sin la corona real de los medianos para favorecer al mexicano Julio César Chávez. “A mí me encantan los cinturones, pero yo peleo por dinero. Y el dinero se logra combatiendo con los mejores. Chávez podrá tener todos los cinturones que el CMB le regale, pero nunca tendrá el prestigio ni la relevancia de Martínez”, comenta Sergio, desafiando, buscando adversario antes de lo que imagina como su gran rival, Floyd Mayweather.
-¿Cómo imaginás la pelea con él?
-Sería una pelea difícil y complicada para los dos. No se va a caracterizar por la limpieza. Ninguno de los dos estará dispuesto a llevar adelante un plan así. Si hay algo de lo que estoy seguro es de que él nunca se llevará un premio a la caballerosidad deportiva.
-¿Hay algo que te da miedo?
-Lo peor que me puede pasar a mí es que me pegue una paliza. Pero él también se tendrá que cuidar, porque el fuerte mío es el contragolpe. Le temo a perder los estribos, a que la ansiedad me supere. En un combate lo fundamental es dominar la ansiedad, porque Mayweather juega con la psicología de la gente de una forma brutal, te machaca y machaca. En una pelea con él no tengo que tener una fracción de segundo de distracción. Si tengo paciencia y no me distraigo, las posibilidades mías crecen. No sé si es un 50 y 50, puede ser que Mayweather tenga un par de puntitos más que yo.
-Se habla mucho de la forma en la que peleás con la guardia baja.
-A mi familia le digo “No se asusten si bajo la guardia, asústense si la subo demasiado y estoy con los ojos grandes, porque ahí es donde estoy fuera de mi terreno”. Cuando estoy en mi salsa es cuando trabajo de esa manera, con la guardia baja, caminando, buscando ganar tiempo y distancia. La guardia de brazos es lo de menos, la guardia está en las piernas.
-Tenés dos peleas por año, ¿pero por cuántos años?
-No lo sé. No voy a permitir. [piensa y rearma la frase]. Voy a intentar que no me pase eso de perder en una noche el trabajo de 16 años de carrera. Sé que queda menos, mucho menos. Ya parece una pedantería de mi parte, pero quiero superar a Pacquiao. ¿Cuál fue el primer libro? La Biblia, la imprimió Gutenberg. ¿Y el segundo? Del segundo no se acuerda nadie. En el boxeo es lo mismo. Ser el segundo no existe y hasta no ser el primero no voy a parar. Por lo menos hasta sentir que di todo lo que tenía. Dejé media vida y un poco más también en esto. Eso sí, después de mi hipotético combate con Mayweather, pocos combates podrían llegar a motivarme.
-¿Por qué te llevó tantos años tener la oportunidad?
-Creo que no tardé tanto. Tengo 36 años, pero comencé a boxear a los 20. Si hubiera comenzado a los diez años, estaríamos hablando de que Sergio Martínez, con 26 años, logró todo lo que logró. Sí sé que en momentos culminantes en los que superé la eliminatoria mundial y Vernon Forrest, que falleció (N. de la R.: lo asesinaron en un robo en 2009), tenía que pelear conmigo (en 2007) y no se dio. Peleó con Baldomir, después con Piccirillo; supuestamente después de la pelea con Sergio Mora me tenía que dar la chance, pero perdió. A dos combates por año, así se pasa el tiempo.
-¿Tiene que ver con que te manejás solo, sin gente que te pueda ayudar?
-Probablemente, pero no sé qué tipo de ayuda me hubiera servido. Una cosa es mi carrera deportiva y otra los números. Yo no quiero ser un número, me cansé de ser un número. o sí, quiero ser un número pero con muchos ceros a la derecha. ¿Vale? Tan simple como eso. Yo podía haber aceptado otro juego, otro método. Y esto tiene un precio, una entrega mía. Pero después no me voy a andar quejando, diciendo “si dejara de boxear hoy la situación mía sería delicada”.
-Por la forma de manejar tu carrera y tu imagen, no te parecés a casi ningún boxeador argentino. ¿Fue siempre así o aprendiste algo afuera?
-Siempre me moví por la misma línea, en lo físico, táctico, personal, en lo externo al boxeo. Sigo siendo más o menos como siempre, con algo más en los bolsillos. Trato de ser discreto. Haber vivido como viví en España con las posibilidades y las carencias que viví en España puede haber forjado mi carácter.
-Sos severo con tu equipo, ¿te permitís con ellos momentos distendidos?
-Suena la campana para empezar y no pestañea nadie. No se ríe ni Dios. Pero cuando suena la campana del final, soy exageradamente jocoso. Soy el primero con los chistes, con mi humor. A la hora de trabajar hay mucho en juego. Primero por mi salud. A mi masajista no le va a pasar nada arriba, me va a pasar a mí. Segundo porque hay dinero, prestigio y una trayectoria de años en juego. No voy a permitir que por una tontería se pierda un combate. No lo permito yo y no lo permiten mi entrenador ni mi promotor.
LA NACION