24 Nov Maneras de controlar el estrés
Por Patricia Gubbay de Hanono y Mirta Dall’Occhio
El ritmo que cada persona imprime a su vida familiar, laboral y social está asociado a factores que dependen de sí mismo y están a su alcance modificar, y a otros que lo trascienden y con los que poco puede hacer. Muchas veces escuchamos a personas enganchadas en vorágines en cualquiera de las tres áreas, adjudicando sus corridas y su imposibilidad de parar a las demandas de los otros.
La pregunta que surge es por qué alguien cede tanto a las necesidades de su familia, amigos o trabajo. ¿Qué causa que se sobrecargue al punto de no poder parar para cumplir con todo? ¿Por qué se plantea como posibles objetivos que, con su capacidad física, mental o ambiental, no puede llevar adelante respetando su integridad?
Buscar culpables
Parece que estas preguntas urticantes no son muy bien recibidas. Resulta más sencillo “echarle la culpa” al afuera y adjudicar la sobrecarga, que estresa y finalmente enferma, a los otros de afuera, que ejercen presión. Parece que crecer y aceptar nuestros límites está entre las cuestiones más difíciles de asumir. Salir del lugar de victimización autoprovocado es todo un desafío, ya que nos pone de cara al espejo en el que no queremos mirarnos.
Preferimos correr, hacer, seguir corriendo sin parar, sin pensar, cumpliendo y cumpliendo, haciendo lo que hace falta hacer sin preguntarnos por el sentido. Allí encontramos una de las raíces de este comportamiento que no registra los límites propios, y con dificultad y enojo se topa con los ajenos. Luego sobrevienen los síntomas: el cansancio que se impone, el malhumor, la irritabilidad, el desgano y finalmente el sinsentido y la famosa frase “tengo ganas de patear el tablero”. Pero ¿cómo se llegó hasta allí? ¿Qué sucedió con los límites anteriores? La salida no es explotar el cuerpo, la mente, los lazos sociales y los recursos hasta que se produzca un quiebre. Obviamente, unas vacaciones sólo ayudarían a descansar un poco, pero si luego se vuelve a lo mismo, es una trampa activada. Por eso la sugerencia sería detenerse y pensar ordenadamente: ¿qué estoy haciendo? En el área que sea, que activa en exceso. ¿Hacia dónde me dirijo con este comportamiento?¿Cuál es el significado o intención de estas acciones? ¿Estoy haciendo un esfuerzo con sentido, que me conduce a una meta? Analizar los propios comportamientos a la luz del sentido que le damos a nuestra vida y la de quienes nos rodean. Valorar nuestros esfuerzos sin disfrazarlos de sacrificios que victimizan, registrar nuestros límites.
Aprender a decir “esto no es para mí”, y no por vagancia o cobardía, sino “porque me demandaría un esfuerzo por encima de mis recursos y no sería sustentable”. Aprender a ver diferencias y a respetarnos. Superarnos y hacer crecer nuestros límites es un desafío, pero requiere que conservemos nuestra vida y la de quienes nos rodean con la sensación de que merece ser vivida.
Algunas formas de reducir tensiones
- Saber cuáles son las fuentes estresantes. Por ejemplo, si son ambientales: clima, ruido, polución, etcétera. También pueden ser sociales, tales como fechas límites, problemas económicos, discusiones, pérdidas, duelos, etcétera, o psicológicos, como crisis vitales, adolescencia, menopausia, enfermedades, problemas con la alimentación, con el sueño, o la respuesta emocional o cualquiera de los estresores antes mencionados, que pueden generar síntomas psicológicos como tensión muscular, ansiedad, etcétera.
- Recordar que, así como pensamos, sentimos y actuamos, si nuestro pensamiento es catastrófico, se activará una respuesta emocional de alerta.
- Reconocer cómo el cuerpo reacciona a los estresores provocando tensión.
- Aprender ejercicios de respiración y relajación por grupos musculares para aliviar la tensión corporal.La visualización es una técnica muy efectiva para manejar el estrés, como también para aliviar dolores crónicos y la ansiedad.
- Reconocer cómo los pensamientos condicionan los sentimientos y la conducta.
Anticipar posibles estresores y enfrentarlos con calma. - Aprender a darse cuenta del enojo que generan las distintas situaciones para poder actuar racionalmente.<
- Aprender a organizar correctamente el tiempo. Establecer objetivos y prioridades.
- Comunicarse de manera efectiva. Expresar opiniones y sentimientos. Aprender a escuchar.
- Hacer una dieta balanceada.
- “El ejercicio es salud”. Es importante comprometerse a hacer actividad física.
- Usar el fin de semana para cambiar el ritmo. Dejarse siempre un momento para hacer contacto con la naturaleza, planificar un fin de semana con pocas actividades, pero placenteras.
- No contestar que sí inmediatamente sin estar seguro de que se va a tener las energías y el tiempo para responder a lo que le están pidiendo.
- Dejar todo lo que se pueda preparado la noche anterior (desayuno, luncheras, ropa, mochilas escolares o papeles para el trabajo). Esto ayudará a empezar el día sin apurones de último momento, que generan estrés innecesario.
- Despertarse 20 minutos antes de lo habitual. Es más fácil reponerse de un rato menos de sueño que lidiar contra las complicaciones cotidianas (atascamientos de tránsito, olvidos o corridas porque los chicos tiraron la leche, etcétera).
- Hacer una cosa por vez. Si se está hablando con alguien, tomarse tiempo para escucharlo. No atender inmediatamente el celular o el teléfono mientras se conversa con otros.
- Rescatar en la vida la importancia del tiempo para el ocio. Hoy en día tenemos miedo de sentir que no hacemos nada y olvidamos lo imprescindible que resulta parar, tener un momento con nosotros mismos, un momento para conectarnos con los seres que amamos.
- ¡No correr! Pensar que las cosas más importantes de la vida son aquellas que nos pasan sin que podamos controlarlas o agendarlas; simplemente pasan (nos decepcionamos, hacemos amigos, etcétera) ¿Cuánto de lo que más valora en su vida lo planificó?
- Un buen baño, agua calentita y tiempo suficiente para el relax. ¡Relajarse lleva tiempo, no se hace rápido! Hay que aprender a relajarse. Música tranquila, con sonidos de la naturaleza, nos ayuda a bajar el ritmo acelerado del día. Mediante técnicas de respiración, relajación y visualización podemos recrear en la imaginación un espacio donde poder entregar cuerpo y alma. Crear un clima propicio para mimetizarse con esa música y adentrarse en ese paisaje mental para encontrar paz y tranquilidad que el mundo real no nos permite.
- Intentar cambiar el ritmo y el clima interior antes de llegar a casa, para no intoxicar nuestro hogar con preocupaciones, problemas u ondas negativas del ámbito laboral. Para esto podemos tomarnos un café, ir al gimnasio, poner música, cualquier cosa que cada uno encuentre que le sirve para cambiar el tono, la energía.
- Planificar, agendar tiempo para descansar y conectarse con uno mismo y los afectos.