26 Nov Los 80 años de Anita Ekberg
Por Marcelo Stiletano
“Y pensar que a Federico le gustaba muchísimo verme caminar…” Postrada desde hace varios meses en una silla de ruedas, Anita Ekberg se consuela con el recuerdo de sus mejores días, presididos por la inmejorable cercanía de Fellini. Quienes la han visto, dicen que conserva de ellos su magnífica cabellera rubia y alguna visible reminiscencia en la mirada de sus ojos clarísimos del halo seductor, que en su momento la hacía irresistible para los hombres.
La estrella quedó inmortalizada en su belleza gracias a Fellini, a La dolce vita y a ese retrato de toda una época, con los ojos de los espectadores del mundo queriendo ser Marcello Mastroianni: la mirada fija puesta en esa mujer de piel blanquísima bajo el vestido negro, de generoso escote y voluptuosa figura que se deslizaba feliz y arrebatada bajo las aguas de la fuente de Trevi, símbolo de Roma.
La actriz sueca, gran diva europea entre las décadas del 50 y 60, cumplió anteayer 80 años. Pasó esa jornada -como todas, durante el último año- en una habitación del décimo piso de una clínica de Nemi, a pocos kilómetros de Roma, recuperándose de algunos problemas de salud. “Hace un año se me partió el fémur izquierdo. Después, a mediados de agosto, hizo crac el derecho. La operación fue exitosa, y ahora los médicos están tratando de que vuelva a caminar”, confesó la estrella al Corriere della Sera.
El encuentro tuvo lugar en el área hospitalaria conocida en italiano como lungodegenza . Allí se atiende a personas ancianas que no están en condiciones de desplazarse por sí mismas y requieren cuidados prolongados y permanentes para la rehabilitación. La última vez que se había presentado en público, apoyada con un bastón, fue en la alfombra roja del Festival de Cine de Roma, hace casi un año.
“¿Usted quiere saber si me siento sola? -se anticipa en la pregunta al cronista-. Sí, un poco sí. Pero no me arrepiento de nada. He amado; he llorado; gané y perdí. Llegué a enloquecer de felicidad. Pero no tengo marido, no tengo hijos, y esa monjita que entró antes de usted ya es una de mis mejores amigas.”
A 51 años del estreno de la película de la que todos hablaron, el recuerdo de La dolce vita aflora casi de inmediato, inevitablemente. “Fue una noche entera de rodaje en la fuente de Trevi -evoca-. Fui y volví sobre el agua sin tropezar ni quejarme jamás. En cambio, Marcello tenía frío y tuvo que vaciar él solo una botella entera de whisky. Tres veces cayó en el agua y tres veces hubo que auxiliarlo y secarlo. Al final, para evitar otros riesgos, le pusieron unas botas altas de pescador debajo del pantalón.”
“No fue un gran film”
Sin embargo, la memoria de Ekberg no es precisamente grata con la película. “En el fondo, La dolce vita no fue un gran film. Si perdura, es sólo gracias a esa escena loca del baño en la fuente. Y los únicos que estábamos allí éramos Marcello y yo. Yo más que él, para ser honestos. Estaba bellísima en esa escena. Lo sé”, confiesa.
Con todo, sigue definiendo a Fellini como un genio absoluto. “Nunca entendí cuál fue el motivo real por el que finalmente me eligió para protagonizar La dolce vita . Es cierto que poco antes había sido elegida Miss Suecia, y eso les alcanzaba a muchos otros directores, pero a Federico, no. Tenía una gran virtud: sabía leer el corazón de un actor. Y por eso nos dirigía como si fuésemos mariposas.”
¿Y es cierto que Frank Sinatra quiso casarse con ella después de verla en esa película? En verdad, La Voz fue uno más dentro de una extensa lista de vínculos amorosos que incluyó no sólo a figuras del espectáculo. No tiene un buen recuerdo del director Dino Risi, el de Il sorpasso y Los monstruos (“Fue él quien quería tener una historia conmigo. Nunca pasó nada, pero siempre insistía, hasta que le escribí un día un fax que empezaba así: «Pequeño hombre, gran b…»), pero, en cambio, guarda la mejor remembranza del empresario Gianni Agnelli, artífice del crecimiento de FIAT en todo el mundo. “Con Gianni, compartimos durante muchos años un secreto hermosísimo, hasta que un periodista maleducado arruinó todo al escribirlo en un diario”, dijo, rodeada de más y más recuerdos en sus 80 años.
LA NACION