13 Nov La vida de una artista genial
Por Silvia Hopenhayn
Hay nombres en la historia que son la pieza clave de un rompecabezas llamado contemporaneidad. Tan clave como enigmáticas. Una pieza difícil de hallar, pero también de encastrar, una pieza filosa y estridente. Una vez que se la obtiene, resplandece toda una época.
Es el caso de Leonora Carrington, artista de los albores del surrealismo y sus sucesivos oleajes, quien por otra parte falleció recién en mayo de este año, luego de probar la vida en distintos tonos e intensidades.
Autora de varios libros de prosa muy personal, se destaca más por su obra pictórica, puerta a un mundo de invenciones mitológicas y animales extraños. Pasó la mitad de su vida entre los surrealistas europeos, Ernst, Dalí, Duchamp, Bretón, y la otra mitad en México, a donde emigró en 1943; su obra refleja ese cruce a través de fantasiosas pinceladas. Es un estallido de influencias y apropiaciones.
Leonora se movía por apegos y escapes. Amaba con pasión y llegó a enloquecer cuando Max Ernst, su amante principal, fue enviado a un campo de concentración: Leonora terminó confinada en un manicomio de Santander. Al poco tiempo, escapó; primero se refugió en Lisboa, luego viajó a Nueva York y terminó su vida en México, muy cerca de su amiga y también genial artista Remedios Varo.
Por su parte, la escritora Elena Poniatowska, también itinerante y finalmente mexicana, es otro personaje digno de esbozar en estas líneas. Al nacer, recibió el título de princesa Hélène Elizabeth Louise Amélie Paula Dolores Poniatowska Amor, hija del príncipe heredero Jean Joseph Evremond Sperry Poniatowski -descendiente directo del rey Estanislao II Poniatowski de Polonia- y de María de los Dolores (Paula) Amor de Yturbe. Su familia emigró en la Segunda Guerra; recalaron en México, donde Elena aprendió el español de la lengua de una nana. A los diez años fue enviada a estudiar a Filadelfia y luego Nueva York. Como Leonora, vuelve a México definitivamente a mediados del siglo XX, donde comienza su carrera de periodista ferviente -vale recordar su libro testimonial La noche de Tlatelolco , de 1971- volviéndose pronto una reconocida escritora.
La protagonista absoluta de su última novela es, precisamente, Leonora Carrington. De allí que Leonora (Seix Barral, Premio Biblioteca Breve, 2011) es un libro friso, que permite captar la salvaje sensibilidad de una época, condensada en una mujer de cabellera tan revuelta como sus pensamientos.
No deja de ser raro, igualmente, la lectura de una novela sobre una persona real que incluye los pensamientos de sus coetáneos. Lo que piensa Max Ernst al ver por primera vez a Leonora, por ejemplo. Quizá la biografía novelada sea una posibilidad de hacer ficción con los pensamientos jamás pronunciados de los personajes biografiados. Contar lo que es imposible de contar porque no ha sido dicho
LA NACION