29 Oct Los ejecutivos, los villanos favoritos del cine
Por Rachel Dodes
Kevin Spacey tiene mucha experiencia en el papel de un arquetipo clásico de Hollywood: el ejecutivo malvado.
En Glengarry Glen Ross: el precio de la ambición, era un gerente corrupto en una firma de bienes raíces. En Swimming with Sharks (distribuida en algunos países de habla hispana con el nombre El factor de riesgo) actuaba de un productor de Hollywood abusivo y sádico que le dice a un asistente que “no tiene cerebro” después de que le trajo una marca diferente de endulzante a la que le había pedido. Recientemente, en Quiero matar a mi jefe, hizo el papel de un jefe tan horrible que promete ascender a un fiel empleado, para luego quedarse con el ascenso él mismo.
El actor ha encarnado estos personajes de una forma que ya es común en Hollywood. Estados Unidos suele considerarse a sí mismo como un país erigido sobre la libre empresa y el valor del emprendedor, pero en las películas suele mostrar juntas directivas con problemas éticos, humo de cigarros y codicia absoluta.
Margin Call, que se estrenó en EE.UU. el 21 de octubre (aún no tiene fecha de lanzamiento ni título para América Latina), es diferente. Es una película de bajo presupuesto y un elenco destacado, con personajes de Wall Street que tienen defectos y son cínicos, pero también muestran su lado humano.
La historia transcurre en el apogeo de la crisis financiera de 2008 y cuenta con un elenco de lujo que incluye a Spacey, Jeremy Irons, Paul Bettany, Demi Moore y Stanley Tucci. Se centra en un grupo de ejecutivos que tratan de salvar del colapso inminente su institución financiera de 107 años. La estrategia: vender miles de millones de valores respaldados por hipotecas en un solo día, antes de que el mercado caiga en picada.
La película sale a cartelera cuando el mundo experimenta un alud de emociones: el bajón económico mundial sigue domi-nando los titulares, un creciente movimiento de protesta apunta a Wall Street, y a la vez, el recientemente fallecido presidente ejecutivo de Apple, Steve Jobs, es objeto de adulación.
A diferencia de la mayoría de las películas que ven a los sectores corporativo y financiero a través del lente de Hollywood, como Wall Street con Michael Douglas, en Margin Call no hay escenas de arrestos o recriminaciones moralistas. Cuando recibieron ofertas de financiamiento de productores que querían estos elementos, los cineastas las rechazaron.
“Supongo que uno podría decir que hay gente profundamente malvada en el mundo”, dice Irons, quien interpreta al presidente ejecutivo de la firma, John Tuld. “Pero creo que por lo general, la mayoría de la gente hace lo mejor que puede y trata de conservar sus empleos”. (El nombre de Tuld es una combinación de los nombres del ex presidente de Merrill Lynch John Thain y del ex presidente de Lehman Brothers Dick Fuld, dicen los cineastas).
Representar a los ejecutivos empresariales de manera desfavorable es una tradición de Hollywood que se remonta a la era de las películas mudas. Una razón era simple: envilecer a los gerentes y elevar el trabajo duro ayudaba a vender más boletos. “Hay más gente común que va a los cines que gente importante”, dice Tom Pollock, ex presidente de Universal Pictures y productor de Amor sin escalas, la película de 2009 en la que George Clooney hace el papel de un consultor cuya desafortunada tarea es despedir a empleados en nombre de despiadados ejecutivos que no quieren hacerlo ellos mismos.
La era dorada del villano corporativo comenzó en la década de los 80, cuando una secuencia de adquisiciones hostiles enca-bezadas por personalidades imponentes dominó los titulares. El discurso de Gordon Gekko, el personaje principal de la cinta Wall Street, sobre la belleza de ganar dinero en el que pronuncia la famosa línea “la codicia es buena”, fue adaptado de un dis-curso que Ivan Boesky pronunció en la Universidad de Berkeley. La película salió varios meses después de que el corredor se declarara culpable de conspiración en un caso de uso indebido de información privilegiada.
Margin Call nada contra la corriente. J.C. Chandor, quien debuta como director, escribió el primer borrador del guión en una semana frenética en noviembre de 2008, tras el colapso de Lehman Brothers. Chandor, hijo de un veterano ejecutivo de Wall Street y ex director de comerciales de televisión, dice que quiere presentar un cuadro más equilibrado de los financistas que estaban siendo castigados en los medios por causar el colapso económico global.
Las caricaturas de los ejecutivos denunciados por políticos guardaban poca semejanza con el padre de Chandor, dice. Jeff Chandor trabajó en Wall Street durante 40 años, principalmente en Merrill Lynch. Tras comenzar como operador en la década de los 70, Chandor padre ascendió en la escala ejecutiva y en 2007 se retiró a los 65 años.
Chandor padre admite que con frecuencia le resultaban entretenidas las dramatizaciones de Wall Street por Hollywood, aun-que confiesa que no se encontró con muchos Gordon Gekkos en su carrera en Merrill.
Margin Call describe unas 24 horas frenéticas en un tradicional banco de inversión, después de que un ejecutivo de gestión de riesgo despedido (Tucci) le entrega una memoria flash a un brillante joven analista (Zachary Quinto) antes de irse de la empresa. Lo que revela desencadena una pugna desesperada para salvar la firma.
Chandor tomó ciertas precauciones para mantener un presupuesto bajo. Dice que “erigió una cerca” en torno de su guión, cen-trando la mayor parte de la acción dentro de los confines de un solo edificio de oficinas y manteniendo la historia relativamente simple. Algunos patrocinadores potenciales, sin embargo, le negaron apoyo porque el director se negó a cambiar el guión.
A comienzos de 2010, un joven productor de Hollywood llamado Michael Benaroya, de una prominente familia del negocio de bienes raíces en la zona de Seattle, leyó el guión. “No quería hacer una película que vilipendiara a nadie”, dice Benaroya, quien aceptó inyectar US$3,4 millones para financiar la producción sin alterar ni una sola coma del libreto.
Spacey fue el primero en aceptar el papel, a mediados de 2010. En verdad, algunos de los actores más destacados se sintieron lo suficientemente atraídos por esta actitud que aceptaron trabajar por el mínimo estipulado por el sindicato de US$65.000. Sólo compartirán ganancias si a la película le va bien
LA NACION