¿Es correcto restringir el anonimato en la web?

¿Es correcto restringir el anonimato en la web?

Uno de los principios fundadores de la Web -no sólo la tecnología sino la cultura que surgió con ella- es que, como decía un chiste de la revista New Yorker: En internet, nadie sabe que sos un sinvergüenza.
Ahora las compañías de redes sociales se oponen a que los cibernautas tengan la libertad de interactuar online en forma anónima, o usando un nombre falso. Tanto Facebook como Google, que en junio lanzó un servicio llamado Google Plus, tomaron medidas contra personas que tratan de usar seudónimos, en lugar de sus verdaderas identidades.
Internet estaría mucho mejor si tuviéramos una noción precisa sobre si el otro es una persona real, en contraposición a un sinvergüenza, un farsante, o alguien que envía correo basura, comentó Eric Schmidt, presidente de Google, durante el Festival Internacional de Televisión en Edimburgo. Se hacía eco de Randi Zuckerberg, el ex director de marketing de Facebook, que a principios de este año dijo que el “anonimato en Internet tiene que terminar”.
Estos argumentos son verdades a medias. El anonimato no debería prohibirse en Internet con más rigurosidad que en el mundo físico en las democracias, de lo contrario sería violar las libertades civiles. Pero hay buenas razones para desalentarla. La mayoría de los usuarios se beneficiarían si el anonimato fuera la excepción y no la regla.
Schimidt y Zuckerberg (cuyo hermano Mark, fundador de Facebook, critica el uso de múltiples identidades por considerarlo “una falta de ética) recibieron críticas por sus comentarios. El deseo de limpiar la web, civilizarla, y esterilizarla me molesta. La odio”, escribió el mes pasado Fed Wilson, capitalista de riesgo.
Cuando se trata de dar a conocer opiniones, el derecho al anonimato evitar la victimización. Las democracias permiten que los ciudadanos voten en forma anónima y la Corte Suprema de Estados Unidos declaró en un caso de 1995 que “panfletear en forma anónima no es una práctica perniciosa o fraudulenta, sino una honorable tradición de apoyo y discrepancia. El anonimato es un escudo contra la tiranía de las mayorías”.
Un uso vital que se le da a Internet es justamente este equivalente virtual de los panfletos anónimos -en China y países árabes recurren a Twitter y a los microblogs para exigir libertad a los gobiernos no democráticos. Si todos debieran identificarse y además ser objeto de seguimiento por parte de los servicios de seguridad, se vería afectada coartada la libertad de expresión.
Es por eso que sería un error, aún cuando fuese práctico, reescribir la tecnología básica de Internet para introducir lo que Schmidt llama “identidad fuerte” y permitir que todos los usuarios sean fácilmente identificables y rastreables. De golpe, eso limitaría muchas formas válidas de interacción online.
Los gobiernos y las agencias de cumplimiento de la ley tienen otros mecanismos para seguir a los delincuentes, ya sea que estén inicitando a provocar disturbios mediante las redes sociales, enviando pornografía y corre basura, o robando dinero. No hay necesidad de obligar a que todos los cibernautas tengan una tarjeta identificatoria.
Sin embargo, el hecho sigue siendo que, como dijo Zuckerberg: La gente se comporta mucho mejor cuando aparecen sus verdaderos nombres . . . creo que la gente se esconde detrás del anonimato y siente que pueden decir cualquier cosa con las puertas cerradas”.
La prevalecencia del anonimato en los debates online ayudó a engendrar la cultura de la agresión. No sólo hay muchos sitios
plagados de trolls y flame wars entre rivales sino que se abusa del anonimato para hostigar a otros y ser desagradable.
Parte de este comportamiento existiría igual aunque la gente tuviera que usar sus propios nombres. La ventaja de poder expresarse en la Web (que amplía en compromiso cívico) viene con la desventaja de la descortesía: es difícil conseguir uno sin el otro. Pero con el anonimato es mayor el incentivo para tener un mal comportamiento.
Sin el anonimato puede disminuir la participación, en vez de aumentar -en medio de tanto ruido es más difícil saber qué es valioso. Mucha gente se siente desalentada por el entorno y las voces moderadas son desplazadas por las más extremas.
Esto no es simplemente una opinión estética sobre cómo deberían ser los debates sinceros que se dan online. El anonimato, sea en los medios tradicionales o en la Web, no permiten conocer con facilidad cuáles los conflictos de interés de otras personas y con qué seriedad se deberían tomar sus opiniones.
Estos problemas se suavizan parcialmente con los seudónimos, en vez del anonimato total, el uso de avatares y seudónimos para que los sitios puedan identificar y eliminar a los constantes revoltosos. Pero no los resuelve.
Es bienvenido que compañías como Facebook y Google estén tomando una postura en cuanto al anonimato. Tienen razones para hacerlo, dado que cuanto más datos les proporcionen sus usuarios, más valiosas serán sus redes para los anunciantes, pero no obstante es una buen idea.
Pese a la indignación de algunos usuarios de Google Plus por haber sido eliminados, Google tiene todo el derecho a fijar sus propias normas; a quienes no les disgusten pueden simplemente ir a otra parte. El hecho de que la identidad fuerte no debería estar incrustada en la estructura de Internet no impide que las empresas traten de fomentarla.
Para algunas compañías, eso significa prohibir el anonimato. Otras podrían alentar a los usuarios a revelar sus identidades completas ofreciéndoles una recompensa por hacerlo. Jeff Jarvis, profesor de periodismo, se manifestó a favor de los comentarios de la gente que tiene el coraje de respaldar sus palabras con sus propios nombres.
Quienes introduzcan tales incentivos cultivarán, con suerte, una inteligente y comprometida base de usuarios y atraerá a los cibernautas cansados del abuso del anonimato en otros lugares. Eso no es una restricción a la libertad: es la expresión de ella.

EL CRONISTA