23 Oct “El siglo XX argentino fue trágico”
Por Astrid Pikielny
Llegó a la Argentina el 7 de mayo, el día en que Eva Perón hubiera cumplido 92 años, un dato que podría haber sido anecdótico pero que en este caso adquiere algún relieve porque Loris Zanatta vino a presentar Eva Perón. Una biografía política (Sudamericana). “La fecha fue producto del azar”, responde en perfecto castellano y sonríe con picardía. Quizá porque su libro no es precisamente una apología de Eva y muchas de sus afirmaciones podrían incomodar a distintos sectores del peronismo, aunque por motivos diversos. Por ejemplo, cuando lamenta que Eva haya tenido más influencia que Perón en la historia argentina; cuando explica que el peronismo de Perón podría haber evolucionado hacia formas más liberalizadas y democráticas de no haber existido el peronismo de Eva, con su propia religión secular y “pulsiones totalitarias que dejaron un escaso terreno a la institucionalización”. O cuando sostiene que en Eva el impulso a la modernización social fue acompañado por un primitivismo político impermeable al pluralismo. O cuando se confiesa sorprendido de que el peronismo todavía no haya hecho una reflexión crítica del pasado ni asumido las responsabilidades que le caben en la espiral autodestructiva de la historia argentina contemporánea.
Autor de Del Estado liberal a la Nación católica: Iglesia y Ejército en los orígenes del peronismo 1930-1943 y coautor, junto con Roberto di Stefano, de Historia de la Iglesia argentina , Zanatta cuenta que llegó al estudio del peronismo a través de la historia religiosa: “Los fenómenos populistas son la forma moderna de representar un imaginario religioso antiguo”, afirma.
-Su libro comienza con la muerte de Eva Perón. ¿Por qué eligió empezar la biografía en ese punto?
-Ese arranque es parte de una estrategia narrativa. Me gusta pensar la historia como una disciplina académica y científica, pero también como una rama de la literatura. La historia por sí misma no habla. Debe ser entendida pero también debe ser contada. Cuando escribo, pienso en un lector genérico, y no sólo en un lector académico, como suelen hacer otros académicos. Y para entender en qué se había transformado Eva y su fuerza arrolladora, creo que el de su muerte es el momento más importante: allí se ve realmente lo que ya existía de mito construido. Mi intención es mostrarle al lector cómo se construyó ese personaje histórico de enorme envergadura, cómo fue posible que una muchacha tan joven, sin cultura ni formación, encajara con el desarrollo y la transformación de un país.
-Usted le pone fecha al nacimiento político de Eva y no es precisamente el encuentro con Perón en el Luna Park.
-Sí, el 4 de junio de 1943. El golpe de Estado de 1943 cerró definitivamente la etapa liberal de la Argentina y creó las condiciones para un nuevo orden social, político y cultural sobre el cual Eva edificaría su ascenso y cuyos espacios por ocupar eran inmensos. Y Eva se colocó en un lugar estratégico. A diferencia de países como Perú, México y Colombia, donde las estructuras sociales y coloniales y las barreras entre clases eran tan altas que era impensable que una personalidad femenina pudiera superarlas, la ola inmigratoria en la Argentina había creado una horizontalidad social que permitía que una mujer ocupara un espacio impensado. En la Argentina nos encontramos con una modernización social y económica que se produjo muy rápidamente y una sociedad con bajísimos niveles de secularización. Eva se insertó allí donde habían caído barreras sociales pero, al mismo tiempo, lo hizo a través del rescate de un imaginario religioso.
-¿En qué sentido?
-Ella se presentaba a las masas como un ser sagrado o como la imagen de la Virgen, intermediaria entre Dios (que representa la encarnación del poder y que en ese caso era Perón) y los fieles, que tienen con la vida política una relación de devoción y no de participación. Eva tenía claro que su poder, por lo menos en su origen, dependía del poder de Perón; era perfectamente consciente de que crear el mito de Perón, celebrarlo y endiosarlo era una manera de acrecentar su propio rol. Ella siempre se presentaba como la intermediaria entre Perón y el pueblo, y la función del intermediario es estratégica. En cierta manera, es un modo de aislar a Perón del pueblo: ella termina siendo la que tiene el vínculo directo con el pueblo. Ella no se presentaba como un personaje político porque en su concepción, como en la del peronismo, la política es una enfermedad de la sociedad que fragmenta lo que debería estar unido.
-Así como Eva buscó el sufragio femenino también apoyó la enseñanza de la religión en las escuelas públicas. La relación entre educación y religión suele ser un tema relegado en la historia.
-Eva se subió al carro del voto femenino pero esa reivindicación tenía una larga historia en el feminismo y el socialismo. El voto femenino no fue una invención argentina del año 1947, con la ley electoral. Es más, durante la posguerra el voto femenino se introdujo en casi todos los países de Europa, fue un proceso bastante universal. Yo analizo el empeño que ella puso tanto en lograr que se promulgara la ley del sufragio femenino como en la defensa de la ley de educación religiosa, incluso más en la educación religiosa porque en ese punto había más resistencia. La defensa de ambas leyes nos habla mucho de su imaginario social y político. Ella pensaba en una comunidad fundamentada en valores religiosos. En ese momento todavía había compatibilidad con la Iglesia católica institucionalizada pero poco a poco, Eva fue creando su propia religión secular, como ha sucedido en otros fenómenos populistas (por ejemplo, el franquismo y el fascismo), hasta que chocó con la institucionalidad. El peronismo de Evita terminó siendo una religión secular, con sus dogmas y devotos, que pensaba en una sociedad de cuerpos y no de ciudadanos.
-¿Qué otras condiciones se dieron para el surgimiento de Eva en un país donde las mujeres no votaban ni participaban del proceso político? ¿Por qué no surgió otra figura femenina de relieve en el continente?
-No es fácil contestar esa pregunta: ¿por qué Eva y no otras; por qué en la Argentina y no en otros países? En otros países aparecieron fenómenos que querían inspirarse en el peronismo y replicar la figura de Eva pero nunca lo lograron. Creo que, además del proceso histórico, es importante la personalidad. En la historia no sólo existen las estructuras y los contextos sino también las personas.
-¿La figura de Eva es más potente que la de Perón en la historia argentina? ¿Quién tendrá más influencia en la historia futura?
-Lamentablemente, ella. De hecho fue ella la que entró en el mito universal y no Perón. Perón es un personaje histórico como hay muchos en la historia. Por otra parte, mi hipótesis es que, sin el peronismo de Eva, el corporativismo de Perón podría haber evolucionado con el tiempo -como lo hicieron el corporativismo español y el portugués- hacia otras formas liberalizadas, hasta evolucionar y convertirse en un régimen democrático. Pero con el peronismo de Eva, algo así es impensable. La interpretación tradicional es que el peronismo cayó porque ella no estaba más y la mía es diferente: el peronismo quedó porque Eva había existido y porque, a pesar de su muerte, su herencia seguía bien viva. Perón intentó sin éxito restablecer equilibrios pero no logró hacerlo porque los sindicatos se habían vuelto dueños del mito de Eva. Y después de la muerte, también se adueñaron del cuerpo de Eva, que fue velado en la CGT. De modo que podemos decir que, así como Perón se convirtió, en cierta medida, en rehén de Eva, ella, con el tiempo, también se volvió rehén del poder de los sindicatos.
-¿Lo sorprendió el peso político de Eva en el régimen, el movimiento peronista y su historia?
-Yo intuía desde hacía tiempo que el papel político de Eva dentro del régimen había sido más importante de lo que se solía decir en las biografías. No obstante, nunca hubiera pensado, antes de esta investigación, que en realidad el peronismo de Eva terminó plasmando el peronismo como fenómeno histórico más que el peronismo de Perón. Ella terminó construyendo un doble Estado o un Estado paralelo, con redes clientelares, relaciones personales y una gran capacidad de reclutar una nueva clase dirigente que dependía de ella y no de Perón en todas las áreas, no sólo en la acción social. Y esto me deparó otra sorpresa: yo había aceptado la idea de otros historiadores -incluso los antiperonistas- que decían que a, pesar del autoritarismo, el peronismo había edificado el Estado en la Argentina.
-¿Y no es así?
-No es tan así: cuando yo hablo de modernización social con primitivismo político, estoy hablando de un Estado fuerte, que tiene recursos, que da trabajo y ocupa espacios. Pero la lógica interna no es la de un Estado moderno sino la de un Estado patrimonial antiguo.
-¿Advierte algunas continuidades en el presente?
-Tengo la impresión de que esos canales de tipo patrimonial siguen teniendo cierta cabida en la política argentina y que hay algunas continuidades: la lógica maniquea, la deslegitimación del adversario político y la pulsión a intentar ocupar todo el espacio de la legitimidad. Esto no quiere decir que la Argentina de 2011 esté donde estaba en 1950, porque también han cambiado los contextos. Estas culturas políticas del peronismo, con el tiempo y por muchos motivos, hacen que los modelos populistas sean más híbridos y aparezcan mezclados con estructuras de la democracia liberal representativa. Entonces, no es que terminen por vaciar la democracia representativa, como hizo en su momento el peronismo clásico. Ahora conviven con ella y tienen elementos del populismo clásico que hacen que se produzca esta pulsión por ocupar todos los espacios. Pero el contexto es diferente: hay mucho del pasado pero no todo el pasado entra en este presente con la fuerza que tuvo entonces.
-¿Cree que hay pensamiento crítico respecto de ese pasado?
-Desgraciadamente, no. El hecho de que el peronismo no haya podido terminar su ciclo en 1955, el hecho de que quedara proscripto y el hecho de que la represión durante la dictadura fuera tan fuerte alejaron la posibilidad de reflexionar críticamente y con más distanciamiento sobre el pasado. “Si la dictadura fue tan terrible contra la oposición, fue porque esa oposición tenía razón”, se dice. Eso me suena siniestro. El siglo XX argentino fue trágico y debería analizarse cómo se llegó a eso. Eso no empezó el 24 de marzo de 1976. Es una acumulación en el tiempo de destrucción institucional, de destrucción de una arena compartida de valores, de pertenencias y una lógica maniquea con una espiral autodestructiva. Cada uno tiene que asumir su responsabilidad y el peronismo de Eva forma parte de esa espiral terrible..
LA NACION