Bajo presión, lo mejor es seguir la “corazonada”

Bajo presión, lo mejor es seguir la “corazonada”

Fernández Slezak y Sigman, durante uno de los experimentos, observados de cerca por Petroni y Leone.

Por Cecilia Draghi
¿Qué es más efectivo a la hora de tomar una decisión rápida, bajo presión? Lo mejor es seguir la “corazonada”.
Por lo menos, así lo indica un trabajo de investigadores de la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires. Los científicos trabajaron sobre el modelo del ajedrez y llegaron a la conclusión de que, sentado frente al tablero del juego con un competidor mejor clasificado en el ranking y con tres minutos en total para definir la partida, la decisión más efectiva es hacer la jugada que primero se nos ocurre.
“Bajo presión temporal, uno rinde mejor si sigue su corazonada, es decir que lo óptimo es hacer la jugada que primero viene a la mente”, afirma Mariano Sigman, director del grupo de investigación de Neurociencia Integrativa de esa facultad.
Sigman y su equipo, interesados en echar luz acerca de cómo se toman las decisiones y comprender mejor procesos de pensamiento a la hora de elegir, pusieron bajo la lupa más de 30 millones de partidas de jugadores de todo el mundo que quedaron registradas en el servidor gratuito mundial de ajedrez, Free Internet Chess Server ( http://www.freechess.org ).
Desde casarse hasta irse a vivir al exterior, definir la ropa para ir a trabajar o comprar zanahorias en vez de lechuga son planteos en los que la mente se encuentra enfrascada una y otra vez. “En la vida, todo el tiempo tomamos decisiones. Las hacemos basados en lo que conocemos, intuimos o pensamos que es mejor. A veces acertamos y otras, no. De alguna manera, uno es lo que elige”, explica Sigman, que también es investigador del Conicet.
Claro que llevar las decisiones de la vida a un laboratorio científico no es tarea sencilla. Para los investigadores es complejo llegar a evaluar si entre las opciones posibles se adoptó la mejor resolución en un tiempo limitado, y lo mismo ocurre cuando se trata de analizar elecciones que no resultan trascendentes, como comprar un cepillo de dientes u otro. “En este caso, resulta difícil cuantificar si la decisión adoptada fue buena o mala. En cambio, el ajedrez permite medir si la elección fue correcta o no”, dice Sigman.
Para hacerlo, el doctor en computación Diego Fernández Slezak tuvo a su cargo el diseño de un robot capaz de analizar nada menos que 30 millones de partidas.
“Usamos el ajedrez porque hay muchísima gente jugando en Internet -dice Slezak-. Esto nos permite estudiar la toma de decisiones en un universo muy vasto. Es un juego de reglas muy claras y sencillas, y a la vez es muy complejo. Otra de las ventajas es que se pueden medir los tiempos de las decisiones y determinar si fueron acertadas o no con precisión infinitesimal. En la base de datos, no sólo tenemos 2500 millones de decisiones, sino que son 2500 millones de decisiones calificadas con puntuación precisa.”
Ante esta cantidad abrumadora de datos, los científicos volvieron a plantearse las preguntas. En este caso, al iniciar la partida de tres minutos, el jugador conoce el nivel de su adversario. ¿Cómo juega con alguien de nivel similar y con un contrincante superior? ¿Varía el tiempo que tarda en adoptar las decisiones? ¿Las definiciones son acertadas o no?
Los resultados, que serán publicados en el Journal of Experimental Psychology: General , se basan en un millón de partidas e indican que los jugadores cambian de estrategia. “Lo llamamos efecto miedo o respeto. Observamos -coinciden- que ante mejores oponentes se juega más lento; es decir, se piensa más cada jugada y el resultado es que mejora la calidad de las mismas. Pero el tiempo gastado no compensa la leve mejora en calidad. Lo mejor, cuando el tiempo apremia, es optar por la primera decisión que viene a la mente.”
“Esto no quiere decir que si se juega así se le ganará a un gran maestro como Garry Kasparov, pero esta estrategia resulta mejor que otra más conservadora”, concluye Sigman.
LA NACION