02 Oct Apartémonos de Ortega y Gasset
Por Manuel Antin
“Argentinos, basta de cosas.” Respiremos con profundidad y retengamos el aire por unos breves momentos. Toda semejanza o afinidad con Ortega y Gasset debería considerarse a partir de ahora sólo mera coincidencia. Es sabido que Ortega y Gasset conoció la Argentina en época de crisis (¿cuándo no?) y que su frase “Argentinos, a las cosas” tuvo origen en una relación íntima y profunda con el país al que él admiraba (seguramente, por sus virtudes, porque, créase o no, argentinos de hoy día, nuestro país también tiene virtudes).
En su libro La rebelión de las masas , Ortega y Gasset sostiene que los argentinos padecemos de un mal casi endémico: que, mientras a la mitad nos preocupaban las cosas, no nos ocupábamos de ellas, mientras que la otra mitad se ocupaba de las cosas, pero no se preocupaba por ellas.
¿Qué nos diría hoy el filósofo español? Recorrer las páginas de los diarios o sumirse en la visión de los noticieros se ha convertido en algo más que en un calvario. No es exagerado sostener que la realidad casi cotidiana se autosatisface en demostrarnos que no sería vano ni por cierto inútil replegarnos súbita y desesperadamente para intentar respirar aire puro, un poco de aire puro aunque más no sea, algo de ese aire puro y todavía gratuito que caracteriza a estos parajes casi deshabitados del universo.
¿Es posible todo lo que nos sucede? Cuánta razón tenía Borges cuando sostenía que “hay que tener cuidado al elegir a los enemigos porque uno termina pareciéndose a ellos”.
¿A quién estaremos pareciéndonos cada uno de nosotros? ¿A quiénes? ¿A cuál de todos esos pocos pero desesperantes, y a veces opacos, personajes que nos torturan diariamente desde los más contradictorios micrófonos en un país donde ya nada es o parece ajeno o privado?
Confieso que a veces siento miedo, me asalta el miedo de acostumbrarme a continuar viviendo en un espacio hostil donde toda desprolijidad es o será explicable, comprensible, aceptable y hasta plausible, y que esto se extienda a muchas generaciones de argentinos que ya no conservarán la sensibilidad suficiente como para separar lo negro de lo blanco, lo bello de lo horrible, lo dulce de lo amargo, lo luminoso de lo oscuro.
Piedad, piedad, señores. Apartémonos por un rato de las cosas. Rebelémonos contra la entonces sabia y afectuosa incitación de Ortega y Gasset. Vivamos serenamente otra vez. No se puede convivir, no digo ser feliz, en el permanente conflicto. Hagamos el esfuerzo. No perdamos el tiempo. Empecemos de nuevo. La historia no ha sucedido. Queda mucho por hacer.
LA NACION