China: parece resurgir el culto a Mao

China: parece resurgir el culto a Mao

El 23 de mayo, cuatro personas fueron a una estación de policía de Pekín con una petición formal en reclamo de justicia.
Las víctimas de la delincuencia oficial habitualmente realizan ese recorrido y en general, son desestimadas. Pero esta vez no se trataba del grupo normal de oprimidos. La petición contenía los nombres de casi 10.000 personas que acusaban a un intelectual liberal de difamar a Mao Tsé-tung y de intentar derrocar al Partido Comunista mismo. Los maoístas intransigentes de China se están levantando para confrontar a sus críticos.
El pedido maoísta de arresto de Mao Yushi, un conocido economista (sin relación alguna con el último presidente), es su intento público más coordinado, en muchos años, por ejercer presión sobre el gobierno. Es frecuente que un grupo de páginas web maoístas vilipendien a intelectuales como Mao. Sin embargo, no es habitual hacer campaña abiertamente para que se lleve a juicio a alguien. Es un síntoma de una reciente intensificación de las luchas ideológicas entre los chinos liberales de tendencia izquierdista y los conservadores extremos. Los maoístas se alteran ante el margen extremo del campo conservador. Pero su causa está ganando ventaja a medida que las autoridades hacen campaña intensamente contra el disenso, ejerciendo presión sobre las ONG y arrestando o haciendo desaparecer de otra manera a docenas de críticos del gobierno.
Mao Yushi, con 82 años, es el dirigente de un grupo de expertos notablemente independiente: el Instituto de Economía Unirule. Según los maoístas, su delito fue el artículo del 26 de abril publicado en un blog presentado por Caixin, una organización abierta de noticias de China. El artículo, “Restore Mao Zedong as a Man” (Reinstauran a Mao Tsé-tung como hombre”), se encuentra entre los ataques más feroces al presidente que se hayan visto en los principales medios de China. Posteriormente se lo eliminó del sitio web de Caixin y también desapareció de muchos otros que lo habían vuelto a publicar. Era evidente que los apparatchiks (término coloquial ruso que designaba a un funcionario profesional), a tiempo completo, del Partido Comunista o de la administración soviética) de la propaganda no lo querían ver.
Durante todo el año, el Partido Comunista se mostró nervioso respecto de la posible expansión de la Revolución de los Jazmines, de estilo árabe, hacia China. Actualmente, el partido está por demás ansioso ante los preparativos para celebrar; el 1º de julio, el 90º aniversario de su fundación. No quiere que la ocasión se vea opacada por recelos respecto del hombre que lo condujo al poder. Mao está demasiado relacionado con la identidad del partido como para permitir toda evaluación adicional de los “errores” que el partido tímidamente admitió que él había cometido, cinco años después de su muerte, en 1976.
El ensayo de Yushi expresaba que la toma del poder por parte del partido, en 1949, no trajo felicidad a China. “Por el contrario, los hundió (a los chinos) en un abismo de miseria durante 30 años”. Dijo que 50 millones de chinos murieron como resultado de sus políticas, “por las que no sintió el más mínimo remordimiento”. No se responsabilizó completamente por la cifra, pero las 30 millones de muertes que atribuyó al Gran Salto hacia adelante de Mao, a fines de la década de 1950, es una estimación dominante entre los historiadores; mientras tanto, alrededor de 2 millones fueron víctimas de una masacre en varias campañas políticas.
Mao Yushi observó que todavía hay un retrato del “jefe desde bastidores, quien destrozó al país y arruinó a la gente” colgado en la plaza Tiananmen (yace también el cuerpo del jefe, inmóvil, en la plaza.) Según dijo, era hora de terminar con toda la “idolatría” y la “superstición” que rodea a Mao Tsé-tung y evaluarlo como un hombre común.
Mao Yushi dice que desde entonces lo han estado llamando por teléfono para amenazarlo con golpearlo. El lenguaje en Internet es fuerte. “Toda la nación espera el amanecer del día en el que Mao Yu-Shit (sic) y otros reaccionarios anti-Mao (Tsé-tung) que vilipendian a Mao sean aniquilados”, comentó una persona en Utopía, un sitio web que lidera la campaña para obtener la acusación formal de Mao Yushi. Utopía los acusa de subversión y difamación. Dice que los fondos otorgados a Unirule por parte de la Fundación Ford, con asiento en Nueva York, prueban la convivencia con extranjeros en sus supuestos delitos.
Entre los nombrados en el sitio web como personas que apoyan la campaña se encuentran dos familiares del presidente. Mao Xinoging, su sobrina, y Liu Sigi, la viuda del hijo mayor de Mao, Mao Anying, quien fue asesinado en 1950 cuando se encontraba peleando en la guerra coreana. A pesar de que ninguna de las personas de la lista tiene gran influencia, la velocidad con la cual Utopía ha recolectado tantos nombres subraya el respaldo popular del que Mao todavía disfruta. En algunos taxis de China hay talismanes de Mao Tsé-tung para la suerte.
Utopía afirma que la policía prometió tomar el caso con seriedad. Pero incluso en su actual humor frío, el partido probablemente sea cauteloso. Ya enfrenta un aluvión de críticas internacionales a partir del arresto apresurado, en abril, de Ai Weiwei, un artista disidente. Actualmente, Ai fue acusado de delitos impositivos, como una manera conveniente de silenciar una crítica sin tener un juicio político contencioso como el de Liu Xiaobo, en el año 2009. La sentencia de Liu de 11 años de prisión por subversión le ayudó a ganar el Premio Nobel de la Paz, para la ira de China.
Sin embargo, el maoísta encargado de flexionar músculos no debe ser desestimado. El jefe del partido que gobierna la municipalidad de Chongquing, al sudoeste de China, Bo Xilai, se hizo querido por los maoístas por sus intentos de revivir un miniculto a Mao. A los ciudadanos de Chongquing se les está imponiendo que canten canciones de la era Mao y a los funcionarios, que se trasladen al campo a vivir durante algunos días con los campesinos todos los años. Pocos hubieran podido adivinar esos gustos de Bo cuando fue jefe provincial en el nordeste de China y ministro de Comercio antes de asumir su cargo actual. Sin embargo, es el hijo de uno de los camaradas de armas de Mao, Bo Yibo (a pesar de ser perseguido por Mao, Bo Yibo siguió siendo conservador). Asimismo, Bo es un populista que claramente siente que acceder a la reverencia popular por Mao lo ayudará a impulsarse hacia mejores cosas. Él apunta a transformarse en uno de los líderes más poderosos de China en una reestructuración que tendrá lugar el año próximo. Algunos analistas creen que podría tomar el mando de la crucial cartera de seguridad interna. Otros consideran que adulando a los maoístas, Bo podría estar liberando fuerzas que hagan que China sea aún menos tolerante con el asediado campo liberal.
“HÁBITOS MALIGNOS”
Un liberal relativo, Wen Jiabao, primer ministro, dijo que dos fuerzas están causando dificultades relacionadas con los esfuerzos de reforma de China. Una, según Wen, era los “vestigios de la sociedad feudal” (jerga partidaria para “conservadurismo”). La otra, agregó, era “la perniciosa influencia de la Revolución Cultural”. En los círculos maoístas de China abundan quienes hacen apología de esa orgía de violencia, destrucción y persecución en los últimos años del gobierno de Mao. Qin Xiao, ex presidente del Banco Mercantil de China y prominente modernizador, advirtió en una entrevista reciente que los “hábitos malignos” de la Revolución Cultural estaban en riesgo de resurgimiento. Al menos esta vez, a diferencia de la anterior campaña conservadora, algunos liberales están contraatacando.
LA NACION