15 Sep Adelmo Gabbi: “No creo que haya en la Argentina una persona que escuche más radio que yo”
Por Laura Garcia
El descubrimiento tuvo esa magia gloriosa que sólo tienen las novedades para los chicos. Adelmo Gabbi todavía recuerda la fascinación que le produjo aquel hallazgo: el Primer Boletín Radial de Bolsa que se transmitía a las cinco de la tarde. Con 10 años, por entonces ya tenía la costumbre de mirar las cotizaciones en el diario que llegaba por la tarde a Venado Tuerto. “Anotaba en un papelito las acciones que compraba y al día siguiente veía si había ganado o perdido”, cuenta. Nadie en la familia tenía nada que ver con ese mundo. Pero sería un flechazo para toda la vida.
También la radio se haría un lugar para siempre en ese repertorio de hábitos que nos definen. “No creo que haya en la Argentina una persona que escuche más radio que yo”, confiesa el presidente de la Bolsa de Comercio de Buenos Aires. “Me duermo con los auriculares de la radio encendidos”, dice casi con el orgullo del que escucha hasta cuando duerme. “Me acuerdo que en Venado había altoparlantes en el edificio más alto de cada cuadra”.
Pero no hay en su historia familiar nada que permita rastrear aquella temprana vocación bursátil. “Soy el nieto de un inmigrante italiano que vino a juntar maíz”, lanza Gabbi como quien reafirma un origen que lo inspira. “Tuvo muchos hijos y a todos les dio la mejor instrucción de aquella época, que era séptimo grado. Mi papá Luis, el mayor, era comerciante”, comparte. “A los 17 llegué a Buenos Aires para vivir en un pensionado de curas. Me acuerdo del día en que vine a conocer la puerta de la Bolsa un día feriado”, asegura. Y ahí están todavía los ecos de la emoción que produjo ese encuentro.
Estudió Ciencias Económicas pero no tiene reparos en reconocer que su corazón estuvo siempre en otro lado. “Los primeros tres años estuvieron bien, el cuarto regular y en el quinto ya era pésimo. La Bolsa fue la pasión de mi vida y lo sigue siendo”, explica. Trabajó como empleado administrativo en una empresa constructora e incluso gerenció a los 25 años una clínica con 120 médicos. Pero queda claro que Gabbi es y se entiende ante todo como un inversor.
“Hace 47 años que soy inversor y todo lo que tengo se lo debo a la Bolsa. Por eso cuando recomiendo comprar acciones lo digo porque lo viví en carne propia. Soy el primer presidente que llegó siendo nada más que inversor”, dice Gabbi. “Esta institución tiene 157 años de cumplimiento estricto de sus obligaciones. Acá no hubo corralito ni corralón”, aclara quien hoy también preside la Federación Iberoamericana de Bolsas. “Yo tengo el mismo agente de bolsa de toda la vida. Nunca tuve un crédito y tengo la misma tarjeta desde 1981 porque me sirve para demostrar que pago siempre”, dispara casi como una declaración de principios.
De ser reelecto, Gabbi sólo podría serlo por un año más y ya sueña con lo que espera sea parte de su legado. “Me gustaría que para 2012 esté funcionando la universidad. Ya compramos un edificio emblemático para que funcione ahí nuestra casa de estudios. Y también está el sueño de que la bolsa tenga su canal digital”, señala.
Casado hace 40 años, su mujer Alicia es socióloga y su hija arquitecta. “Pero las dos son socias de la Bolsa y en mi casa no se habla de otra cosa en todo el día”, asegura y no cuesta creerle. “Tengo un nieto de dos años que ya sabe que su abuelo es el presidente de la Bolsa”.
“Hay gente que se cree que es más grande que la institución, que el cargo que ocupa. Yo moriré en la Bolsa. Quiero que me ampare hasta mi último día. Cuando me retire, mi proyecto es vivir en la planta baja de la Bolsa”.
Pero Gabbi tiene algunas sorpresas bajo la manga. “Voy al campo todos los fines de semana a Chascomús. Crio caballos de carrera. Creo que me viene de mi abuelo y mi padre que siempre tuvieron caballos. En el mundo el turf es un deporte de reyes pero acá alguien de recursos medios como yo se puede dar este lujo. No veo carreras ni juego pero me apasiona el caballo y lo que hace por el hombre. No lo veo como una inversión sino como un hobby”, cuenta. “Los sábados con mi mujer nos levantamos temprano y lo primero que hacemos es ir a comprar comida para toda la gente que trabaja en el campo. El caballo de carreras está desvalorizado pero la Argentina se ubica entre los tres primeros del mundo y es una fuente de exportación importante, además de emplear a mucha gente”.
“También vuelvo seguido a Venado Tuerto porque tengo bienes. Para mí no es el pago chico sino que lo siento como el pago grande. Jugué mucho tiempo pelota paleta y llegué a representar a mi ciudad. Porque era el deporte de mi pueblo. Todos los campeones mundiales vienen de ahí”, explica.
En su tiempo libre le gusta leer libros de política. Y aclara que también ve todos los programas políticos de la televisión. “Me encanta la política. Fui dirigente estudiantil y fundé el Movimiento Universitario del Centro en los sesenta pero nunca he actuado y no creo que sirva”. Titubea un segundo y añade: “Sí, puedo decirlo. Estoy afiliado al Partido Demócrata”.
Ya casi sobre la despedida, Gabbi desliza que está escribiendo su historia personal. Pero enseguida desarma la expectativa. No hay biografía en ciernes. “Es para mis nietos”, aclara. “Quiero para ellos la Argentina que pensó mi abuelo para mí. El dejó de ir a Canadá o a Estados Unidos para venir acá con un sueño. Yo quiero para ellos esa Argentina”.
EL CRONISTA