Un Nobel de Economía fuera de serie, sindicalista y anticorporativo

Un Nobel de Economía fuera de serie, sindicalista y anticorporativo

Por Federico Bernal (Director de CLICeT)
[Nota de este blog: rescatamos con particular interés aquí las apreciaciones de Krugman sobre el rol que le atañe al sindicalismo en la economía internacional actual]
No obstante estar condenado por su pasado, el diario New York Times viene realizando interesantes aportes en estos últimos años, no sólo en relación a América Latina, sino fundamentalmente a nivel del propio Estados Unidos. Por ejemplo, ya no resulta para nada llamativo que uno de sus columnistas internacionales haya opinado de nuestras elecciones primarias: “[Cristina Fernández] arrasó a sus rivales este domingo. Ricardo Alfonsín de la UCR fue segundo, mientras que el ex presidente Duhalde, de la rama conservadora del peronismo, salió en tercer lugar. Cristina Fernández rearmó su popularidad luego de la caída de 2008 en base a un fuerte crecimiento económico, la creación de empleo, el aumento de salarios y la extensión de programas sociales. La gente votó por la estabilidad económica en tiempos que el mundo se cubre de problemas” (NYT – 14/07/11). Y como esta, innumerables muestras adicionales sobre los aciertos de la economía nacional. En esta oportunidad, dejaremos de lado casos del estilo para centrarnos en las ricas observaciones de otro colaborador del diario neoyorquino. Se trata del columnista estrella Paul Krugman, profesor y Premio Nobel de Economía. Si bien la prensa contrahegemónica argentina suele referenciarlo cuando escribe sobre las virtudes del modelo kirchnerista, lo más excepcional y provechoso de su pensamiento pasa por sus agudos análisis de la crítica situación mundial, europea y, fundamentalmente, estadounidense.

CAUSAS REALES DE LA CRISIS ESTADOUNIDENSE: El 8 de mayo de 2011, Krugman escribió en el NYT: “¿Qué pasó con el excedente presupuestario con el que contaba el gobierno federal en el 2000? Tres razones. Primero, el recorte de impuestos de Bush [a los más ricos y a las corporaciones], que generó 2 billones de dólares en deuda nacional durante la última década. Segundo, las guerras de Irak y Afganistán, las que sumadas aportaron un adicional de 1,1 billones de dólares. Y tercero, la Gran Recesión, la cual condujo al colapso en la recaudación, a la vez que a un aumento excesivo en el gasto por cobertura de desempleo y programas de seguridad social. El señor Bush recortó impuestos como ofrenda a la ideología de su partido, no en respuesta a una demanda popular. Los beneficios impositivos se concentraron en una pequeña pero acomodada minoría. En igual sentido, el Sr. Bush eligió invadir Irak porque eso era algo que tanto él como sus asesores querían, no porque el pueblo estadounidense clamara por la guerra contra un régimen que nada tenía que ver con los sucesos del 9/11. Y como corolario de todo lo anterior, llegamos a la Gran Recesión, consecuencia de un desbocado sector financiero, investido de una insensata desregulación. En fin, han sido los malos juicios de la élite y no la codicia del ciudadano común las causas del déficit en Estados Unidos. Es por eso que necesitamos colocar las culpas donde pertenecen, haciendo escarmentar las políticas elitistas. De lo contrario, habrán de infligir más daño aun en los años por venir.”

SINDICATOS Y CORPORACIONES. En diciembre de 2007, anticipándose a la guerra abierta que los republicanos libran hoy contra las clases medias y trabajadoras, Krugman escribió: “Se suele asumir que el movimiento trabajador en Estados Unidos murió de muerte natural como consecuencia de la globalización y los avances tecnológicos que lo hicieron obsoleto. Pero en realidad ocurrió otra cosa. Desde comienzos de los años setenta, el Estados Unidos corporativo le declaró la guerra al trabajo organizado.” A propósito, en nuestra columna del 7 de agosto, en este suplemento, intentamos explicar que la reciente claudicación de Obama obedeció, en gran parte, a la sistemática pérdida del poder del movimiento sindical en Estados Unidos. Pero volvamos a Krugman, porque no fue este su único llamado público para cerrar filas con los sindicatos. En un artículo publicado a fines de febrero de 2011 y con motivo del surgimiento de masivas protestas sociales en las calles de la ciudad de Madison, Krugman avanzaba contra las maquinaciones del gobernador del Estado de Wisconsin, Mr. Walker, uno de los republicanos más conservadores y antiobrero del país. Así le respondía Krugman: “Lo que está sucediendo en Wisconsin no es una cuestión de presupuesto estadual, sino de poder. En verdad, lo que Walker y equipo intentan hacer es que Wisconsin sea menos –y llegado el caso Estados Unidos también– una democracia funcional para ser más una oligarquía al estilo de las del Tercer Mundo. El único actor que puede contrabalancear el poder de las corporaciones son los sindicatos. Esta es la razón por la cual considero que cualquiera que sostenga la necesidad de un freno al poder político de los negocios y el dinero debería alinearse con las protestas sociales. Y cuando digo que es una cuestión de poder es realmente así. ¿Si no cómo explicar que Walker quiera terminar con las negociaciones colectivas de trabajo? Somos una nación semioligárquica, donde un puñado de poderosos dominan a las mayorías. Vista esta realidad, es importante entonces que podamos contar con instituciones que actúen como contrapeso del poder elitista. Y los sindicatos están justamente entre esas instituciones. No necesitamos amar a los sindicatos, ni tampoco coincidir siempre con sus posiciones políticas para reconocer que se trata de uno de los pocos jugadores en nuestro sistema político que representan a los intereses de la clase media y de la clase trabajadora, en oposición a los poderosos. De hecho, Estados Unidos se ha hecho más oligárquico y menos democrático durante los últimos 30 años, en parte por la mayúscula declinación de los sindicatos privados. ¡Y ahora Walker quiere ir contra los sindicatos públicos! ¿Tendrá éxito su afrenta? No lo sé, pero cualquiera que se preocupe por retener el gobierno en manos del pueblo y por el pueblo debería desear que fracase.”

CONCLUSIONES: PAUL A LA ARGENTINA Y PREMIADO POR UNASUR: En su columna del 20 de febrero de este año, Krugman explicaba al lector que “la crisis fiscal en Wisconsin, al igual que en otros estados, es causada fundamentalmente por el aumento del poder de la oligarquía estadounidense. Porque después de todo, han sido estos multimillonarios jugadores los generadores de la crisis económica de 2008/09, crisis que viene a ser la razón principal del actual quiebre fiscal. Ahora bien, la jugada magistral en realidad es esta: utilizar la calamitosa situación para eliminar una de las pocas barreras que quedan al poder oligárquico.” Krugman se refiere, como hemos visto, al sindicalismo público y privado. Los presuntos civilizados locales y extranjeros nos trajeron no hace mucho a Aznar, luego al Nobel de Literatura Vargas Llosa, y acto seguido al Nobel de Economía, Phelps. Específicamente sobre este último, no había aterrizado en Ezeiza que el diario La Nación lo entrevistaba sobre la conveniencia de que el Estado argentino se asocie al sector privado (participación estatal en las empresas derivadas de la estatización de las AFJP). El lector se hará una idea de las respuestas de Mr. Phelps. Pues bien, comprobado que la dominación cultural es el complemento insoslayable de la dominación económica, ¿no es hora de traerlo a Krugman y pasearlo por todo claustro universitario que se encuentre? Y más interesante aún, ¿no sería el momento de premiarlo por sus aportes intelectuales en la lucha contra el neoliberalismo global y estadounidense en particular? Claro que esto obligará a la Unasur a lanzar una condecoración afín al interés nacional, democrático y popular, regional y mundial. Los que como Krugman, y en ese Estados Unidos oligárquico, persecutor y librado a las fuerzas de mercado se jueguen además el pellejo, el trabajo y el renombre, deberían recibir un doble premio o reconocimiento. En última instancia, ellos también militan a favor de la emancipación argentina y unasurina.
TIEMPO ARGENTINO