Todos los caminos conducen al oro

Todos los caminos conducen al oro

Por Felipe Ramírez Mallat
Y esta semana volvió a suceder. La onza de oro roza los u$s 1.700 y son cada más las voces que apuntan a que terminará el año por encima de los u$s 2.000. El miércoles alcanzó un nuevo máximo de u$s 1.675,9 y al cierre de esta edición cotizaba a u$s 1677,9. Suma y sigue.
Porque la fiebre del oro modelo siglo XXI parece que no tiene fin. El metal amarillo ha subido más de u$s 50 desde el 25 de julio, cuando comenzó la escalada. Con la economía estadounidense aún tambaleante -con datos que cada día alimentan los rumores de un double dip, como el número del PBI para el segundo trimestre de este año creciendo 1,3%, por debajo del 1,7% esperado por el consenso de mercado-, el dólar no parece ser más el refugio que solía ser.
La película de los políticos en Washington sin ponerse de acuerdo respecto del aumento del techo de la deuda no ayudó. A pesar de que finalmente la sangre no llegó al río, el espectáculo fue bastante desagradable. Y algunas gotas saltaron: hoy la confianza en el billete verde ya no es la que era. Esta semana los inversores se lanzaron a comprar francos suizos y el banco central helvético los paró en seco: una baja en las tasas de interés suizas al rango mínimo de 0%-0,25% fue el aviso de que las autoridades de ese país no permitirían una apreciación excesiva de su moneda. “Váyanse a otro lado”, fue la adusta respuesta que se escuchó desde Los Alpes. Y los inversores volvieron al oro.
La revista inglesa de finanzas personales Money Week ya lo había advertido hace un par de semanas: el oro se encuentra en una “tormenta perfecta”. “Los stress test no han podido atemperar las preocupaciones sobre los bancos europeos y la Reserva Federal ha dado a entender que existen posibilidades de una nueva ronda de impresión de billetes (QE3)”. Y eso lo decían cuando la onza recién había superado los u$s 1.600.
Por ejemplo, aunque Suiza le escape a la apreciación de su moneda, muchos países emergentes están ajustando sus tasas al alza para luchar contra la inflación que el crecimiento ha traído consigo.
“La guerra devaluatoria de monedas y su degradación mundial significa que todas las monedas fiduciarias están en riesgo de perder el poder adquisitivo”, dice un informe del dealer de lingotes Glencore, en Londres, citado por Money Week.
El World Gold Council ha informado que los bancos centrales de los países emergentes compraron más oro en el primer semestre de 2011 que durante todo 2010. A esto se suman nuevos compradores en Asia (especialmente China), justamente para cubrirse contra la inflación. Inflación que redundará en mayores tasas de interés, haciendo el dinero más caro.
Y dinero más caro nos lleva de vuelta a los commodities. De vuelta al commoditie que sabemos que no perderá valor. De vuelta al oro.
De todos modos, el camino dorado no es exclusivo.
Muchos inversionistas con más ganas de riesgo están mirando hacia otros metales preciosos, donde la plata también se encuentra de fiesta. En lo que va del año, ha subido casi 30%, el doble que el oro, y con un precio por onza 40 veces más barato que el del metal amarillo (actualmente se encuentra a poco más de u$s 40 la onza).
Aunque sí, la plata es volátil: a pesar de que ha subido 26% en lo que va del año, desde abril a la fecha sus precios han caído 20%, cuando acumulaba un alza year-to-date de 60% cotizando a u$s 49,53 la onza. “Esto se debió al alza en los requerimientos de márgenes para los futuros de plata por parte del CME Group -una plataforma de inversiones del Chicago Board of Trade- durante la primavera boreal. Los mayores márgenes, el dinero que los inversionistas ponen disponible para transar futuros, forzó la salida de muchos pequeños inversores a liquidar posiciones, llevando el precio a la baja”, dice en Buenos Aires el economista de Inversor Global, Diego Martínez Burzaco.
Y vale una aclaración para que las luces doradas no nos encandilen más de la cuenta. Al ajustar por inflación la serie histórica del oro, todavía se está muy lejos de los valores observados en 1980, cuando los indicios de la crisis de los bancos lanzaron a todo el mundo sobre el metal amarillo. El precio de hoy aún está por debajo al que se registró -ajustado por inflación- en los inicios de la década de Gordon Gekko: uSs$ 2.261,33 la onza.
¿Hay vida más allá del dólar?
Es cierto, con la moneda estadounidense cada vez más barata -como para muchos otros casos, en éste también exceptuamos a la Argentina- y la posibilidad de que Ben Bernanke vuelva a hacer andar la famosa “maquinita” para fabricar dólares a través de un Q3, tal vez el mejor refugio sea quedarse bajo el seguro techo de una casa de oro.
El índice del dólar DXY, que compara la moneda estadounidense con una canasta de seis monedas internacionales, esta semana perdió casi un punto, en una muestra de la poca confianza del mercado por el billete verde.
Pero si un inversor porfiado quisiera insistir con la divisa, esta semana se dio fuerte contra la puerta que en la cara le cerraron en los bancos centrales de Suiza y Japón. Tokio, en pleno proceso de recuperación post-terremoto, no ve con buenos ojos la apreciación de su moneda. “El yen está siendo valuado más fuerte de lo que creemos conveniente”, dijo el martes el ministro de Finanzas japonés, Yoshihiko Noda, al Congreso nipón. Sus palabras prepararon a los mercados para una intervención del banco central japonés, alejando a los inversionistas de la “moneda del sol naciente”.
En este sentido, las miradas se vuelcan hacia economías estables con fuertes fundamentales en sectores en crecimiento. De esta forma, los dólares australianos o neocelandeses, estimulados por los negocios agrícolas, podrían presentarse como una buena alternativa. Del mismo modo, pero recostadas encima de una cómoda plataforma petrolera, las coronas noruegas parecen transformarse en una de las alternativas más atractivas del mercado de divisas.
“En el mercado existen instrumentos que permiten armar canastas de monedas que al mismo tiempo apuesten tanto al alza como a la baja de un grupo de divisas. Por ejemplo, está el ETF DBV, que cambia su cartera cada tres meses. Actualmente tiene fuertes posiciones hacia la apreciación de las coronas no-ruegas y apuesta a la baja del yen”, dice Martínez Burzaco.
Tanto Noruega como sus vecinos de Suecia y Dinamarca se miran sonrientes y aliviados cada vez que escuchan noticias de la Europa continental, tan atribulada por su moneda común. Si los nórdicos no entraron en su momento, difícilmente lo hagan ahora. Gente previsora si la hay.
CRONISTA