Lanzan el plan “Nutrición 10. Hambre 0”

Lanzan el plan “Nutrición 10. Hambre 0”

Por Nora Bär
En la Argentina, gracias a los programas alimentarios, se redujo mucho la desnutrición aguda. Esa es la buena noticia. La mala es que el 8% de los chicos menores de 6 años y el 10% de los que están en edad escolar sufren desnutrición crónica, que el 30% de los menores de dos años presenta anemia, que algo más de tres millones tienen sobrepeso u obesidad…
Estas falencias nutricionales, entre otras, inciden dramáticamente en su desarrollo físico y cognitivo, y, contra lo que podría pensarse, no afectan sólo a los chicos de familias pobres, sino que recorren todo el espectro social. Para superarlas, una histórica iniciativa que se lanzará hoy, en el Congreso Argentino de Nutrición, que agrupa a más de 1000 organizaciones de la sociedad civil de todo el país, intentará lograr un cambio de paradigma. Con el lema de “Nutrición 10. Hambre 0”, reúne a investigadores, productores, bancos de alimentos y agrupaciones que trabajan “en la trinchera”, como la Red Solidaria, el Centro de Estudios sobre Nutrición Infantil (Cesni), el Programa de Agronegocios de la Universidad de Buenos Aires, la Cooperadora para la Nutrición Infantil (Conin) y Solidagro, entre muchos otros.
“Durante años pensamos que dar comida paliaba el hambre y aseguraba la nutrición -explica el doctor Esteban Carmuega, director de Cesni-, cuando en realidad superar el hambre es una condición necesaria, pero no suficiente para resolver la nutrición. Esta iniciativa es un esfuerzo para que nuestros niños expresen todo su potencial. Hoy, el 10% no lo logra.”
Como suele suceder, la idea de plantearse metas más ambiciosas surgió casi por casualidad durante un seminario en el que participaba Juan José Llach, ex ministro de Educación. Allí, planteó que la Argentina, a diferencia de Brasil y de lo que se viene haciendo, en lugar de conformarse con sólo paliar el hambre, tendría que apostar a mejorar la nutrición de su gente. “En lugar de hambre cero, nutrición 10”, subraya el doctor Sergio Britos, director del Programa de Agronegocios de la UBA.
Ricardo Hara, empresario agropecuario y presidente de Solidagro, recogió el guante y al día siguiente envió un mail a un grupo de amigos y conocidos. “Rápidamente, más y más gente se fue sumando a la iniciativa”, recuerda Britos. Bastaron menos de tres meses para que la suma de voluntades se cristalizara en el acuerdo que hoy a las 15 se presenta en el Salón San Telmo del Hotel Sheraton Retiro.
“Depusimos todo tipo de diferencias y protagonismos en pos de la construcción de una red que cubre el país de punta a punta, y que se plantea erradicar el hambre y la desnutrición en cinco años”, agrega Carmuega.
Según los especialistas, cuando el parámetro de la nutrición es el peso, los chicos engordan con baja talla. “Es lo que vemos hoy -explica-. Terminan su crecimiento con unos tres centímetros menos de altura que si hubieran estado bien nutridos. En el plazo inmediato, se enferman más. En el largo plazo, el retraso de talla implica pérdida de capacidad cognitiva, que se traduce en fracaso escolar. Por cada punto de altura que se pierde, también se pierde un año de escolaridad y aumenta un 20% el riesgo de repitencia.”
Un estudio que se inició en Guatemala hace treinta años demostró en números muy contundentes la trascendencia que puede tener una buena nutrición. “A los chicos de dos ciudades se les suplementó adecuadamente la alimentación y a los de otras dos, no -cuenta Carmuega-. Tres décadas más tarde, las personas mejor nutridas ganan un 46% más, y las mujeres tienen mayor talla, algo que se transmite de generación en generación, porque luego tienen chicos con mayor peso al nacer.”
Contra lo que podría suponerse, mejorar la nutrición es mucho más que entregar alimentos. Implica promover la salud y el cuidado de la mujer en edad fértil, lograr que no fume ni tome alcohol, o que trabaje excesivamente durante el embarazo; que evite las infecciones y tenga una buena progresión de peso. También es indispensable instalar la lactancia exclusiva durante los primeros seis meses del bebe, algo que hoy no se cumple en dos de cada tres chicos. “No hay intervención más costo-efectiva que la lactancia materna -dice Carmuega-. Permite alcanzar mayor talla y más capacidad cognitiva, además de disminuir el riesgo de enfermedades crónicas y obesidad.”
Según los especialistas, un programa que persiga estos objetivos no exigiría mayores recursos. Por el contrario, es no invertir en nutrición lo que resulta muy caro. Juan Llach, creador de la idea, sugiere que entre las medidas posibles a evaluar figura la de “universalizar la asignación por hijo y pagar no menos de las dos terceras partes con una tarjeta de compra de alimentos que tenga descuentos importantes en los más nutritivos y más faltantes en las dietas habituales (tales como lácteos, frutas o verduras)”. Agrega que “si se combinan los incentivos económicos (tarjeta) con la tarea educativa desde la más tierna infancia, y también un cambio en los kioscos escolares”, las chances de llegar a buen puerto son altas. “Esto insumiría alrededor del 1% del PBI, sólo la cuarta parte de lo hoy que se invierte en subsidios, en muchos casos destinados a sectores pudientes”, subraya.
“Hoy, muchas de las intervenciones están pensadas desde el paradigma de la pobreza -dice Britos-. Y si hacemos políticas alimentarias para pobres… hacemos pobres políticas alimentarias.”
Juan Carr, impulsor de la Red Solidaria y por fortuna optimista incurable, se siente confiado: “Entré en la Facultad de Veterinaria para mejorar la nutrición y llegar al hambre 0 -dice-. Es mi obsesión personal y hoy, a los 49 años, creo que es posible. Con cuatro días de la cosecha de maíz y arroz del año pasado más algo de huevo tenemos comida para todos los hambrientos de la Argentina, alrededor de 2 millones de personas. El gobierno, las municipalidades, la Iglesia, todos trabajan muy bien… Lo que hace falta ahora es un gran acuerdo.”
LA NACION