Enrique Olivera, presidente del Jockey Club

Enrique Olivera, presidente del Jockey Club

Fue una votación récord: más del 50 por ciento de los socios del tradicional Jockey Club, unos 3340 votantes, sufragaron ayer en la sede social de la avenida Alvear.
Si bien al cierre de esta edición no se había cerrado oficialmente el escrutinio, la junta electoral informó a LA NACION que el candidato Enrique Olivera, de la lista opositora Azul y Blanca, iba camino de transformarse anoche en el flamante presidente de la entidad fundada por Carlos Pellegrini.
Olivera se imponía así a Bruno Quintana, de la Lista Celeste y presidente de la entidad desde 2002, por una diferencia de poco menos de 200 votos.
En porcentajes, la lista opositora lograba en la medianoche de ayer la adhesión del 38% del padrón electoral, mientras que el oficialismo cosechaba el 32 por ciento.
No contaron las personalidades de renombre apoyando a uno y a otro candidato. Ni los mails en cadena ni los argumentos en favor de la concordia y la honorabilidad.
Sólo contaron los sufragios, depositados en diez mesas, desde el mediodía de ayer hasta anoche, a las 21, cuando comenzó el escrutinio.
Se trató de una jornada cargada de expectativas, en la que hasta último momento no había un claro ganador, pues corrían parejas las adhesiones a Quintana y a Olivera.
Ya más cerca de lo que se esperaba fuera el conteo final, las dudas parecían comenzar a disiparse pasadas las 23: el ex jefe de gobierno porteño había cosechado 1164 votos, contra los 984 de la lista de Quintana. Según fuentes del escrutinio, hubo numerosos votos nulos.
En tercer lugar, con 906 votos, se ubicó la Lista Unidad, presidida por el ex embajador ante las Naciones Unidas Emilio Cárdenas, quien contó con el apoyo expreso del ex titular de la Sociedad Rural Enrique Crotto (Lista Verde).
Ambos sumaban el 30% de los sufragios.

SIN SOBRESALTOS
La jornada electoral se desarrolló lejos de los sobresaltos y enconos que signaron la anterior asamblea, del 3 de mayo pasado, en la cual Quintana había sido fuertemente cuestionado por el proyecto Arenas: su propuesta de erigir un estadio en terrenos del club a cambio de un canon de 12 millones de dólares.
“Aquella virulencia se diluyó. Durante la asamblea de ayer, en la que ocho oradores ahondaron en las cuentas del club, hubo críticas y conceptos fuertes, pero el clima fue apacible. Aunque Quintana recibió una sanción moral inédita, ya que los socios aprobaron, con muchas abstenciones, la memoria y balance del club pero desaprobaron su gestión”, precisó a LA NACION un socio de inocultables simpatías radicales.
Esa escisión, según varias fuentes, imprimió un gesto de resignación en el presidente saliente y fue, a criterio de los consultados, consecuencia directa de “una audacia inconsulta”, un negocio acercado por el vocal, Horacio Bauer, padre de Tristán, actual presidente de la sociedad del Estado Radio y Televisión Argentina (RTA).
Conocidas las cláusulas contractuales de aquella operación, las objeciones fueron in crescendo y se extendieron hacia otros manejos del club.
Mientras algunos, por lo bajo, cuestionaban “los viajes y el estilo dispendioso” de Quintana, como cara del Jockey en el exterior, otros objetaban la enajenación de bienes y terrenos del club, como las concesiones para eventos al restaurante La Rosa Negra y, lo más “indigerible” para los socios, el contrato extendido por 14 años a un bar after office, Espacio Darwin, que funciona debajo de una de las tribunas del Hipódromo.
Cada uno de esos puntos fue ayer combatido por quienes apoyaban a Quintana y por él mismo, quien tanto ayer como en una comunicación oficial a los socios explicó que de los recursos por 245 millones de pesos que maneja el club por año su gestión logró un superávit de $ 8 millones. Esos números, no obstante, fueron ayer cuestionados.
Al margen de esas discusiones, por primera vez el Jockey Club fue ayer en contra de sus propias tradiciones, al impedir a LA NACION realizar la cobertura periodística de su histórica asamblea.
Desde 1928, este diario cubrió todas las votaciones y asambleas del club, y desde 1970, amplió la tarea con un seguimiento fotográfico.
Ayer, el gerente del club, Evaristo Spallanzani, sorprendentemente, dio por terminada esa tradición
LA NACION