Conejo a la argentina

Conejo a la argentina

Eliseo Veron

Por Eliseo Veron
El título de esta columna quiere evocar el nombre de una preparación culinaria (como por ejemplo: ñoquis a la boloñesa); de ahí “argentina” en minúscula en español: modalización y no denominación. Me inspiré en el documental del director polaco Bartek Konopka, Rabbit à la Berlin (conejo a la berlinesa), film nominado al Oscar en 2010 –entre otros muchos premios– y que recordé porque días pasados fue difundido en la televisión abierta francesa. El film de Konopka toma como materia de su fascinante metáfora narrativa a los miles de conejos que quedaron encerrados en esa zona que separaba, entre dos muros, Berlín este de Berlín oeste (la llamada “zona de la muerte”) durante los años de la Guerra Fría, espacio que fue para esos conejos una suerte de paraíso terrenal, sin las amenazas que habitualmente acechan a los conejos salvajes (otros predadores animales y cazadores humanos). Mientras su vida cotidiana era objeto de observaciones –con binoculares– por parte de los aburridos soldados que custodiaban el muro de Berlín, los conejos fueron a su vez involuntarios testigos de sangrientos episodios de berlineses del este que intentaban pasar al oeste. Al caer el muro, en 1989, las generaciones de conejos vivos en ese momento tuvieron que diseminarse, volviendo al hábitat “natural” de la especie, pero habían ya perdido algunos de los reflejos adaptativos necesarios para sobrevivir en los espacios en que habitan normalmente los conejos salvajes. Si es verdad, como lo sugirió Konopka en una entrevista, que los conejos son animales “muy serios” y sin mucho sentido del humor, la experiencia debió ser bastante traumática.
Sin ánimo de amargarles el domingo a mis amables lectores, debo decir que me parece que los argentinos vamos a tener, en un futuro cercano, un despertar bastante parecido al de los pobres conejos de Berlín cuando –por desgracia sólo para ellos– se derrumbó el muro. Porque mientras la actualidad local parece reducirse a temas tan fundamentales como las acusaciones mutuas entre los dos Fernández o el papelón de la reforma del campeonato nacional de fútbol (¡esto seguramente nos pasa porque Tinelli está de vacaciones en Miami!) del otro lado de ese muro tan bien protegido por el negacionismo kirchnerista, el mundo está cada vez más feo.
Es verdad que la inédita situación de una posible caída en default de los Estados Unidos ocupó estos días la rúbrica internacional de todos los medios, pero la información me pareció esencialmente anecdótica y no encontré ninguna explicación convincente acerca de cómo se articulan, en procesos de este tipo, la economía y la política y con qué consecuencias. Salvo error u omisión, tampoco encontré una reflexión sobre las causas propiamente sociales de la intransigencia de los republicanos, a saber, la defensa explícita y sin complejos de la exorbitante acumulación de riqueza que los sectores dominantes de la sociedad norteamericana han logrado en las últimas décadas. En cuanto a la crisis, no menos grave, de la Unión Europea, me pareció en cambio destacable (excepción que confirma la regla) el artículo del economista francés Philippe Askenazy, reproducido en el suplemento económico de Clarín del domingo pasado, donde se plantea la cuestión central: la incapacidad de controlar los mercados financieros por parte de los gobiernos. “La austeridad –dice Askenazy en conclusión– será presentada como solución a la crisis, la que se replicará por toda Europa. Una Europa antisocial está, entonces, en marcha.”
En el último número de la New York Review, comentando la historia económica desde los años setenta, a propósito de un reciente libro de Jeff Madrick (La era de la codicia), Paul Krugman y Robin Wells dicen: “La gran crisis financiera de 2008-2009, cuyas consecuencias siguen afectando nuestra economía, es presentada a veces como (…) un evento extraordinario que nadie hubiese podido predecir. De hecho, fue apenas el último episodio de una pauta recurrente de exceso financiero, salvataje pagado por los contribuyentes y subsecuente ingratitud de Wall Street. Todo indica que esta pauta va a continuar”. Entonces, también los Estados Unidos están en marcha hacia una sociedad antisocial. Las democracias republicanas parecen estar acercándose lentamente a situaciones de estallido social.
Sobre cómo nuestro país se va a articular a este nuevo contexto mundial, el Gobierno no parece tener nada que decir. En plena campaña electoral, la clase política y los medios (“monopólicos” o no) tampoco. En estas condiciones, podemos anticipar el menú de los próximos años: conejo a la argentina.
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