Réquiem por el Secreto

Réquiem por el Secreto

Por Sabrina Perotti
Lamento comunicarle lo siguiente, mi estimado/a lector/a. Quizá esta noticia lo tome desprevenido, sea una especie de bal-dazo de agua fría y necesite de la contención de sus familiares. O tal vez, Ud. lo sospechaba pero no quería decir nada por miedo a que lo tilden de apocalíptico. Paso a comentarle, señor/a, a mí no me corren con esos rótulos y si en algo siempre fui coherente es que soy totalmente transparente con usted. No voy a mentirle para que la noticia sea menos dolorosa.
Es así y hay que afrontarlo. Duelo y a otra cosa.
El secreto ha muerto
Experimentó una muerte silenciosa, sin sufrimiento y tuvo una larga y dichosa vida por milenios. Sin embargo, ya forma parte de las más profundas capas del pasado. Y mientras el cajón permanece delante de nuestras miradas, con su cuerpo aún tibio, oremos.
Hacía tiempo que había dejado de ocupar el lugar central de las reuniones y peluquerías, donde adoraba dispersarse en el “boca en boca” y revolcarse en la letra escrita de los escondidos diarios íntimos. Lo único que hoy poseemos es un leve recuerdo, un resabio de lo que alguna vez supo ser: impenetrable, aislado, oculto, invisible y por sobre todo, individual. ¿Dónde se ha visto a un se¬creto conocido por la masa?
Las leyes del secreto
El secreto solía tener una estructura basada en leyes que debía cumplir para permanecer con vida. Como ya conocemos el final de esta historia, está de más escribir que dichas leyes no llegaron a cumplirse en su totalidad (o más bien, se fueron quebrando con el paso del tiempo) y, por ende, sobrevino la tragedia.
Igualmente quisiera compartir con Ud., mi señor/a, las reglas por las cuales el secreto (cuando se encontraba aún entre los mortales) debía regirse:
Primero, como ya lo había adelantado más arriba, el secreto debía ser conocido por pocas personas. El secreto vox populi no existe, es una inconsistencia absoluta. El secreto es propiedad privada. Cuando la mayoría se apodera del mismo, deja de existir y muere.
Segundo, el secreto debe ser oculto, no debe estar expuesto. Debe permanecer en las penumbras, ser invisible a los ojos (y oídos) de quienes deben quedar exentos de él. Cuando sale a la luz y es descubierto, cae abatido.
Tercera y última ley, el secreto en sí, es finito. El secreto en su más mínima expresión tiene fecha de defunción. A la larga termina rompiendo con algunas de las leyes arriba enunciadas, y ya sea por una o por la otra, que se desencadena el fin.
No obstante, lo que estamos presenciando actualmente no es la muerte de un secreto en particular sino la dinámica completa de lo secreto, la experiencia individual de esconder, ocultar algo, lo que sea. Hoy todo esto ha quedado sepultado. Adiós al velo y a todo lo secreto!
Amigos y seguidores
El cantautor brasileño Roberto Carlos quería tener “un millón de amigos y así más fuerte poder cantar”. Quizá en el momento en que escribió esa canción, pensó que era algo así como una metáfora. O algo imposible. Hoy a través de Facebook, los podría conseguir si se lo propusiera.
Para quienes no conozcan Facebook, o no hayan oído siquiera mencionarlo (cuestión que dudo) se los resumiré en breves palabras. Facebook, es una red social que permite conectar a personas de todos los países del mundo. Simplemente uno debe poseer una dirección de correo electrónico y “aceptar” o “invitar” a un supuesto “amigo” para agregarlo a su lista de contactos. Lei por ahí que facebook tiene 8 usuarios nuevos por segundo ¿es increíble no?
Hoy vemos, oímos, hablamos, escribimos y leemos, todo. Y cuando digo todo es exactamente todo.
¿No me cree? Nos enteramos de novedades tales como que el primo hermano de un compañero de trabajo acaba tener un niño y fue varón (tituló el álbum “Nuestro bebé: Tomás”). Es más, hasta lo puedo conocer sin necesidad de ir a la clínica donde está internada la madre a la que también puedo conocer por medio de las fotos.
¿Y, qué me dice ahora? Cuando digo todo es todo. Uno puede saber si su jefe se divorció, si está en pareja o si es soltero, sin siquiera preguntárselo. Puede leer cuántos años tiene su vecino, qué religión profesasu psicóloga, de qué trabaja actualmente su ex pareja y hasta qué hobbies tiene su profesor del secundario. Puede conocerlo todo con simples clicks.
Por favor, hagamos silencio, mientras la caravana se dirige hacia el cementerio para enterrar el cuerpo.
El otro día estaba viajando en el tren cuando escuché a una joven de unos 15 años, preguntarle a otro chico, que tendría su misma edad:
– ¿Y vos, cuántos seguidores tenes?
– El chico responde: -169-. ¿”Seguidores”? ¿Quién era
ese Muchacho? Debe ser alguien conocido pensé. Algún actor de esas novelas de adolescentes. Pero ¿qué hacía viajando en un tren repleto de gente que podía molestarlo hasta el hartazgo pidiéndole fotos y autógrafos? La situación respondía sola a mi pregunta. Nadie se acercaba. Algo confundida, seguí escuchando.
El chico, pensó unos segundos y retrucó con la misma pregunta:
-¿Y vos?-
-Casi 300 – Dijo ella.
Mi confusión se tornó aún más densa. Entonces ¿ella también debía ser famosa? ¿Pero por qué yo no los conocía y nadie se les acercaba?
¿Y los casi 300 seguidores? ¿Dónde estaban?
Todo transcurría normalmente, la gente miraba a su alrededor sin posar la vista sobre ellos. Yo era la única que les prestaba atención.
Twitter es una de las redes sociales más conocidas en el mundo, al igual que Facebook, donde cada usuario puede enviar o leer unos 140 caracteres como máximo. Los contactos que cada uno posea son denominados “seguidores”. Es así que uno puede ser “seguidor” de alguien y tener “seguidores” al mismo tiempo. Los twitts que uno realice son enviados a todos sus contactos y estos pueden o no responderlo. Lo que permite Twitter es compartir un punto de vista, fomentar la discusión o un debate, dar a conocer poemas o simplemente escribir lo primero que uno piense. Entre otras tantas cosas que realizan los usuarios. De lo que tanto, Facebook como Twitter, forman parte es de un cambio de paradigma que está presenciando la sociedad. La delgada línea entre lo público y lo privado se desvanece cual arena entre los dedos. Y ahora somos voyeurs de derecho. No debemos estar en la sombra ni observando escondidos a través de una cerradura. Se nos abren las puertas de par en par. ¡Pasen y vean! Nos invitan a hacerlo. Por otro lado, también somos actores de derecho, se nos permite hacer, escribir, “postear” o “comentar” a piacere. Somos seguidores y, a la vez, seguidos. Somos amigos y tenemos amigos. Estamos arriba y abajo del escenario de la misma función. Vemos detrás del decorado y nos sorprendemos con las escenografías. Ya no hay lugar para lo verdaderamente oculto. Le recuerdo, mi estimado/a lector/a, por si todas estas líneas lo han abrumado y ha olvidado la escabrosa noticia: el secreto ha muerto. Ya vayase haciéndose a la idea. Sus restos están siendo sepultados delante suyo, ahora mismo. Oremos: dale Señor, el eterno descanso, y que brille para él la luz perpetua. ‘Pero me pregunto (y quizá Ud. también) ¿resucitará? ¿Volveremos a esconder algo alguna vez? ¿O es un estadio obsoleto del cual evolucionamos y nunca más retornaremos?
CREPUSCULO