El extranjero o La Argentinidad

El extranjero o La Argentinidad

Por Ezequiel Fernández Moores
Si hubiese aceptado la oferta de jugar en la selección española, Lionel Messi no sufriría reproches por no cantar el himno: el español, se sabe, carece de letra.
En 2008, el Comité Olímpico Español (COE) abrió un debate para que el himno pudiera cantarse. Preparó un video que mostraba a los Pumas y su himno contagioso del Mundial de rugby. “¡Ooooo juremos con gloria morir!”, gritaban emocionados los rugbiers argentinos. Lo contrastaban con una imagen de Raúl, el ex crack de Real Madrid, mirando al cielo durante una ejecución del himno español, sin letra para cantar. “El deportista español -argumentaba Alejandro Blanco, presidente del COE- quiere gritar, pero le falta una letra que le una con los suyos, con sus raíces, con su país.” Una letra para cantar cuando sube al podio, añadía Blanco. La iniciativa del COE recibió más de siete mil propuestas. Un jurado seleccionó la letra ganadora. Plácido Domingo fue invitado a cantarla. No pudo hacerlo. Otros sectores recordaron la España de las autonomías y del independentismo y advirtieron que la letra, más que unir, podía dividir. Con el himno sin letra, el deporte español siguió ganando en estos años numerosos títulos mundiales, incluido el del fútbol en Sudáfrica 2010. Sus notables deportistas no precisaron cantar un himno para consagrarse.
Los podios, banderas y ejecución de himnos nacieron con los Juegos Olímpicos de Berlín 36, los de Hitler. El ultraderechista Jean Marie Le Pen enfureció en pleno Mundial 98 cuando los jugadores de la selección francesa, en su mayoría procedentes de las ex colonias, no cantaban La Marsellesa. Hasta que, días después, esos mismos jugadores dieron a Francia su primera Copa Mundial. En la Argentina, la decisión personal de Messi sobre cómo atender el himno fue tema de debate especialmente después del 0-0 contra Colombia. La Argentina, que el sábado volverá a jugar en Santa Fe, no tuvo fútbol esa noche. El show, entonces, aprovechó para adueñarse del escenario. “Que se vuelva a Barcelona”, pidieron muchos en Buenos Aires. “Recuperar al soldado Messi”, escribieron en un diario de Cataluña. “Recuperarlo” para Barcelona, su patria pequeña, donde creció hasta convertirse en el mejor futbolista del mundo. El himno por un lado. El grito de Nicolás Burdisso a Messi por otro. Un diario publicó el insulto en tapa. Parecía adherir. Igual que el canal de deportes que, hasta el mismo día del partido contra Costa Rica, mostraba una publicidad con imágenes de los nerviosos minutos finales contra Colombia. De fondo, Bonnie Tyler con su versión de “It’s a headache”. La letra original de “Es una pena” sigue diciendo que “es un juego de tontos” (it’s a fools game). Pero el canal cedió el paso a la versión “barra brava”: “jugadores, la concha de su madre?”. Voceros de la apretada.
El golpe bajo le ganó a la posibilidad de debatir. ¿Hasta dónde era o no legítimo el reclamo de los hinchas? ¿Vale reivindicar un día la pasión del hincha para descalificarla al siguiente porque la gente silbó decepcionada a la selección? ¿Y no es hasta saludable el grito de un compañero a otro si éste, por muy estrella que sea, parece rendido cuando todavía el partido no ha terminado? El 3-0 del lunes a Costa Rica cambió el humor. El DT Sergio Batista modificó esquema y jugadores. Lo que también cambió fue el rival, mucho más modesto. Hay motivos sobrados para la prudencia. ¿No recordamos acaso la euforia excesiva por el triunfo ante Alemania en un amistoso previo al Mundial de Sudáfrica? ¿O la del más reciente 4-0 ante Albania? Jugar por los puntos es otra cosa. En esos partidos, como dijo una vez el preparador físico Fernando Signorini, “un gramo de tejido cerebral pesa más que 80 kilos de músculo”. Costa Rica puede no haber sido medida, es cierto. Y la defensa argentina sigue pareciendo frágil. Pero “el gramo de tejido cerebral” del que habla Signorini pesa mucho menos después del 3-0. Algunos celebran porque Batista, dicen, “supo cambiar a tiempo”. Si el resultado hubiese sido otro, acaso se diría que “perdimos porque el DT no fue fiel a su idea”. “El periodismo -decía Carlos Bianchi-está siempre invicto.”
Batista habrá aprendido ya que es peligroso ir detrás del reclamo de la prensa. Y también del reclamo popular. Ayer clamaban por Tevez. Hoy Carlitos no sirve. Y tampoco servirán los demás si el sábado cambia otra vez todo. ¿No se decía hasta antes de Costa Rica que a nuestros mejores cracks que juegan en Europa ya no les importa la camiseta nacional? ¿Que les interesa más el patrón que la patria? ¿Qué brillan en sus clubes, pero cuidan sus piernas en la selección? ¿”Millonarios” que se olvidaron de quiénes eran? Es una minoría, pero ruidosa. Porque también el periodismo se rindió ante el show. Es más noticia el monto de un salario que el juego. Más aún si la selección no gana. En rigor, los dineros del Primer Mundo del fútbol europeo crujen cada vez más. El gobierno español pidió la semana pasada a sus clubes que se adapten a los tiempos del ajuste. En Italia, el premier Silvio Berlusconi, jaqueado política y económicamente, negocia vender el Milan a capitales asiáticos. ¿Y qué pasará con los millones que recibe la Premier League inglesa si el escándalo que sacude al imperio Rupert Murdoch arrastra a la cadena Sky?
Los patrones del fútbol globalizado seguirán llevándose igualmente a nuestros mejores jugadores. Si no rinden luego en la selección porque su cabeza, según creen, sigue en Europa ¿habría que recurrir entonces a jugadores de nuestra Liga, como pedían muchos hasta antes del 3-0 a Costa Rica? ¿Acaso no tenemos “la liga más competitiva del mundo”, como se jactaron algunos durante años, aunque nos cueste ver tres pases seguidos bien? Cuando dirigió a Vélez, Ricardo La Volpe pedía salir jugando desde el fondo. Hasta que los jugadores le dijeron que no soportaban más los insultos de los hinchas ante el primer error. Sin juego, en el fútbol argentino ha ganado hace tiempo el show. Dominan las botineras. Es un show peligroso, que hasta hace unos días parecía dispuesto a devorarse al propio Messi. Contra Costa Rica, después de que la TV apuntó su rostro silencioso ante el himno y de cuatro primeros pases fallidos, que parecían presagiar lo peor, Leo respondió con un festival de fútbol. Hizo jugar a todos. Ni se preocupó por su gol, que le falta. Rehuyó el heroísmo individual. Jugó para el equipo.
El fútbol español celebró esta semana el primer aniversario de Sudáfrica 2010. Ayer, en su página editorial, El País destacó una entrevista publicada el día anterior a César Menotti y que reprodujo canchallena.com. El editorial destacó el agradecimiento de Menotti a Barcelona y al DT Josep Guardiola. Y a la selección española y al DT Vicente del Bosque. “Le han hecho un gran bien al fútbol”, dijo Menotti. En plena celebración, le preguntaron el otro día a Del Bosque si era cierto que la charla previa a la final contra Holanda “no fue la típica patriótica”. “Dije que sólo eramos futbolistas. Ser futbolistas -siguió Del Bosque- es ser románticos, ser apasionados del fútbol y considerar que iban a jugar el partido más esperado de su vida?¿Jugar una final de un Mundial no es para estar felices?”, se preguntó el DT español. España, que llegó como favorito a Sudáfrica, inició el Mundial con una derrota inesperada contra Suiza. Del Bosque decidió no escuchar a quienes reclamaban cambios. “El fútbol -escribió en Perfil el actor y director Rafael Spregelburd- es un juego de dialécticas sin demostraciones. Cualquier cosa que se diga puede ser verdadera”. Incluso que por cantar el himno se podrá jugar mejor.
LA NACION