13 Jul Descubren engranajes del humor
Por Nora Bär
Aunque los estudios en psicología evolutiva y comportamiento animal parecen estar desmintiendo esa remanida frase de que “el hombre es el único animal que ríe”, lo cierto es que el humor es uno de los tópicos que intrigan a los neurocientíficos: ¿por qué ciertas frases, gestos o situaciones “nos hacen cosquillas” en el cerebro?
Según una investigación del joven neurocientífico argentino Tristan Bekinschtein y sus colegas Matthew Davis, Jennifer Rodd y Adrian Owen, que acaba de publicarse en el Journal of Neuroscience , uno de los resortes que mueven a la sonrisa es la ambigüedad semántica, especialmente cuando en ciertas frases la palabra con múltiples significados se encuentra al final.
“Lo que vimos es que cuando ambos sentidos quedan «abiertos», y ninguno prevalece sobre los otros, esa frase nos hace reír”, comenta Bekinschtein, desde su casa en Cambridge, donde en este momento trabaja en la Unidad de Cognición y Neurociencias del Consejo de Investigaciones Médicas de Gran Bretaña, asociada con la universidad.
Más allá de que inquiete a los humoristas profesionales, la pregunta sobre por qué ciertas cosas nos resultan graciosas se planteó hace siglos, pero sólo fue posible comenzar a contestarla con pruebas objetivas desde que las imágenes de resonancia magnética funcional permitieron registrar qué regiones del cerebro se activan ante determinados estímulos.
“Ya desde 2001 existen estudios que intentan explorar los mecanismos cerebrales del humor -cuenta Bekinschtein-. La sutileza de este trabajo en particular consiste en que usamos chistes verbales que se basan en palabras ambiguas y controlamos muy bien las imágenes con los circuitos cerebrales que se activaban con otras frases sin ambigüedad.”
Para cartografiar estos mecanismos, los científicos les hicieron escuchar a 12 sujetos diestros de entre 18 y 35 años conjuntos de 23 frases con significados no ambiguos, poco ambiguos, ruido, y chistes o juegos de palabras (en inglés) como el siguiente: ” Why don’t cannibals eat clowns? Because they taste funny” (¿Por qué los caníbales no comen payasos? Funny en inglés admite dos significados, de modo que la respuesta sería: Porque tienen gusto divertido/raro). Después de la sesión, cada participante fue entrevistado y se le pidió que otorgara a cada oración un puntaje de uno a siete de acuerdo con la gracia que le provocaba.
El análisis de las imágenes permitió relacionar los procesos cognitivos que subyacen en el humor lingüístico, en particular el provocado por frases ambiguas, con regiones específicas del cerebro, tales como las relacionadas con el procesamiento del lenguaje y las dopaminérgicas, vinculadas con el placer y la recompensa inmediata.
“Las frases que resultaban graciosas eran aquellas en las que la palabra ambigua estaba al final -dice Bekinschtein-. En esos casos, si los diversos significados son relevantes y siguen siendo plausibles, no hay resolución de la incongruencia, porque no prevalece uno por sobre los demás y es como que todos quedan «tintineando en el cerebro». De hecho, estuve tratando de modificar frases que no eran chistosas hasta que la palabra ambigua quedara al final y ahí se convertían en chistes. Es lo que pasa cuando uno escucha funny al final.”
Las imágenes de resonancia magnética mostraron activación en gran parte de la red del lenguaje. Pero al parecer los chistes y la ambigüedad semántica tocan además otros resortes.
“Es algo muy sutil-explica el científico-; parecería que este tipo de bromas activan algunos circuitos más que una frase cualquiera. Y también las áreas vinculadas con la recompensa y la emoción.”
Según agrega Bekinschtein, aunque se habían publicado varios trabajos que intentaban explicar el mecanismo de las bromas, la pregunta sobre los engranajes del humor es difícil de responder.
“Resulta muy difícil controlar las bromas, porque no se sabía qué era lo que tenían de especial -confiesa-. Queríamos entender qué es un chiste, y encontrar qué es lo gracioso es bastante complicado.”
Y enseguida concluye: “El humor sólo es posible si uno es capaz de desarrollar cierto nivel de pensamiento abstracto. Se lo podría definir como una especie de placer intelectual”.
LA NACION