19 Jun Holyfield: “Tyson reinventó el boxeo”
Por Daniel Meissner
El hombre que mueve las manos sistemáticamente se comunica con una voz clara y convincente para ametrallar con palabras como si se tratase de impactos en la humanidad de sus rivales del ring. Esas mismas manos que en su momento y a su turno demolieron a James Buster Douglas, a Mike Tyson, a Michael Moorer y a Riddick Bowe, se apoyan ahora en anécdotas que resulta imposible pasar por alto. Invitado por Combate Space para celebrar los 20 años de esa señal de cable, Evander Holyfield está en la Argentina por primera vez. Esa cercanía permitió conocer la franqueza de un hombre que hizo del boxeo un culto y de la disciplina para encararlo, casi una religión.
Nacido en Alabama hace 48 años, campeón de los pesados en cuatro períodos -culpa de las insostenibles y recurrentes divisiones de las federaciones rectoras-, Holyfield sigue en la ruta. Por estos días, resulta erróneo considerarlo un “ex boxeador”. Más aún: después de lograr el año pasado el título de la FMB por KO técnico ante François Botha, tiene la intención de convertirse en campeón absoluto y unificar el título con quien sea.
“Cuando uno se propone un objetivo, puede lograrlo si trabaja con convicción. Quiero ser el mejor de todos antes de retirarme”, amenaza.
Holyfield puede decir que ha vivido. Peleador desde los 8 años, conoce cada uno de los avatares de su profesión. De sus labios, hay un nombre que surge y escapa de modo casi permanente: el de Mike Tyson. Si bien ya llevaba varios años combatiendo cuando se topó con “Iron Mike”, ambos se conocían desde la adolescencia: compartían el mejor equipo olímpico de boxeo que le hayan mostrado los Estados Unidos al mundo.
“Mike era mi obsesión. Yo quería llegar a combatir con él en 1991 y mi manager me dijo que antes tenía que hacerlo con George Foreman. Para entonces, yo tenía 29 años y Foreman 42. «Peleás con Foreman y te llevás 20 millones de dólares; si ganás, vamos por Tyson y te llevás 30 más. Mi función es que ganés la mayor cantidad de dinero posible», me dijo. Y así lo hice. Foreman fue digno, le tiré con todo lo que tenía y no pude tumbarlo. Después vino Tyson y aquella primera pelea, en 1996, el momento de mayor gloria de toda mi campaña”, recuerda.
“Con Mike nos conocimos entrenándonos para integrar el equipo olímpico. Era tan loco como yo. Y como los locos no se cruzan, nunca tuvimos mayores problemas. Ahora nos vemos y hablamos normalmente. Que me haya mordido en un combate no quiere decir nada. Eso ya pasó. Yo también solía morder a mi hermano cuando nos peleábamos, así que lo entiendo. Hace poco me lo crucé en Nueva York. Subimos juntos a un ascensor y cuando llegamos abajo, la gente nos miraba extrañada. No sé… Quizá piensen que deberíamos estar siempre tomándonos a golpes.”
Su madre siempre le inculcó que hablar de más era darle armas al enemigo. Por eso avanzó en silencio. Y hoy se pone al día, al no guardarse ni una sola opinión. Por ejemplo, la que reivindica mejor que cualquier otra al controvertido Tyson. “Gracias a él, varios pudimos ganar mucho dinero. Tyson reinventó el boxeo. Cuando se retiró Muhammad Alí, el deporte entró en una pendiente y las bolsas eran bajas. Al surgir Mike, todo volvió a cambiar y el interés creció de un modo notable”, explica.
Hoy, a los 48 años y contra lo que la lógica indica y la mayoría cree, está convencido de que lo mejor de su campaña aún está por escribirse.
LA NACION