Facebook ya se parece a una “nacion”

Facebook ya se parece a una “nacion”

Un par de meses después de que asumiera como primer ministro de Inglaterra, David Cameron quiso recibir algunos consejos de alguien que le contara cómo se siente ser responsable de, y dar cuentas a, muchos millones de personas que esperan cosas de él, a pesar de que, en la mayoría de los casos, nunca estrecharía la mano de ninguna de ellas.
No recurrió a un jefe de gobierno, sirio a Mark Zuckerberg, jefe y fundador de Facebook. (Esta red social dio a conocer esta semana que tiene 500 millones de usuarios, una cifra mayor que los 150 millones con los que contaba inicialmente en 2009). En un muy publicitado chat de video online este mes, los dos hombres intercambiaron ideas relacionadas con la manera en la cual la Red puede ayudar a los gobiernos. ¿Fue sólo un líder político que buscaba ayuda de parte del sector privado o fue algo más parecido a la diplomacia, una comparación de resultados entre jefes de dos grandes naciones?
Pe alguna forma, podría parecer absurdo llamar a Facebook “Estado” y a Zuckerberg, su presidente. No tiene una nación para defender, ninguna fuerza policial que cumpla con la ley y el orden; no tiene ciudadanos vinculados por un grupo de derechos, de obligaciones y de patrimonios culturales. Comparada con la ciudadanía de un país, es muy fácil obtener una membresía, así como es sencillo renunciar a ella. Tampoco el jefe de Facebook ni ninguno de sus ejecutivos dependen directamente del consentimiento de un “electorado” que los pueda sacar del gobierno. Técnicamente, las únicas personas a las que deben dar parte son a sus accionistas.
Pero muchos observadores de la Web sí detectan los rasgos de un país en Facebook. “Es un dispositivo que permite a las personas juntarse y controlar su propio destino, muy parecido a una nación”, dice David Post, un profesor de derecho de la Universidad de Temple. Si esto suena como una descripción halagadora de los “grupos” de Facebook, entonces vale la pena recordar la clásica definición de Estado-nación moderno.
Como dijo Benedict Anderson, un científico de la política, ciertos sistemas de gobierno son “comunidades imaginarias” en las cuales cada persona siente que tiene un vínculo con millones de ciudadanos anónimos. En siglos pasados, la gente visitaba a los reyes u obispos, pero, en la era de la literatura masiva y de la impresión en el idioma local, expresa Anderson, los vínculos horizontales son mucho más importantes.
De modo que si los diarios pueden crear nuevas unidades sociales y políticas, por las cuales las personas trabajan y mueren, quizá las maneras más recientes de comunicación puedan hacer lo mismo. En su libro, publicado en 2006, Código: Versión 2.0, Lawrence Lessing, un erudito del derecho, destacó que las comunidades online estaban trascendiendo los límites de los Estados convencionales, y predijo que a los miembros de estas comunidades les sería “difícil mantenerse neutrales en este espacio internacional”.
Para muchos, este pronóstico aún suena a ciberfantasía. Pero el crecimiento de Facebook al menos brinda una pausa para pensar un poco. Si fuera una nación física, sería ahora la tercera más poblada de la Tierra. Zuckerberg está seguro de que habrá miles de millones de usuarios en pocos años. Facebook no tiene precedente, no sólo por su escala, sino también por su habilidad en borrar los límites entre los mundos reales y los virtuales. Hace pocos años, las comunicaciones online evocaban juegos de fantasía que jugaban sólo algunos grupos pequeños y entusiastas. Pero como la tecnología hizo posible que grandes juegos virtuales entraran al ruedo, como por ejemplo Second Life (SL) o World of Warcraft (WoW), juegos online con miles de jugadores, entonces la superposición del ciberespacio y de la existencia real humana comenzó a crecer.
Desde el punto de vista de los usuarios, Facebook puede percibirse como algo similar a un sistema de gobierno liberal: un espacio en el que la gente manifiesta sus opiniones, consigue apoyo, repara daños. Pero, ¿qué opinan -quienes tienen un rango más elevado?
¿Facebook es un lugar que necesita un gobierno como lo requiere un país? Brad Burnham, de Union Square Ventures, una empresa de capital de riesgo, sugirió que la respuesta es positiva. En el espíritu de,una política liberal, él cree que el trabajo de los gerentes de Facebook es crear un espacio en el cual los ciudadanos y las empresas se sientan cómodos invirtiendo su tiempo y su dinero con el objetivo de crear cosas.
Políticas fiscal y monetaria
Ciertamente, Facebook ha tratado de guiar el desarrollo de su economía online, casi de la misma manera en la cual los gobiernos buscan tener influencia sobre la actividad económica en el mundo real, a través de su política fiscal y monetaria. A principios de este año, la empresa dijo que deseaba hacer correr aplicaciones en su plataforma para que se acepte su moneda virtual, conocida como Créditos de Facebook. Asimismo, la compañía sugirió que el tema era de interés de los usuarios de Facebook, quienes ya no tendrían que utilizar diferentes monedas online para distintas aplicaciones. Pero esto enfureció a algunos desarrolladores, a quienes les molesta el hecho de que Facebook tome el 30 % de cada transacción en la que están involucrados los créditos.
Como cualquier regla selecta que I sabe que se apoya en el consentimiento
de las normas ya establecidas, Facebook busca consejo de sus miembros en cuestiones de gobierno. Permite a sus usuarios votar sobre cambios propuestos a sus términos y condiciones de servicio, y cuenta con foros online para solicitar opiniones sobre las futuras políticas de la compañía. Y, como cualquier bien intencionado político, Facebook cometió un error garrafal: sus miembros se enfure¬cieron a principios de este año por los cambios hechos en su política de privacidad, la cual hizo pública infor-mación que era privada. Si Zuckerberg
logra su cometido de crear la firma de “servicio social” favorita en el ámbito mundial, quizá deba dar a los usuarios una participación más formal: algo parecido a la constitución.
La experiencia demuestra que las redes que descuidan al gobierno pagan un precio. Tomemos como ejemplo MySpace, que fue en una época mucho más grande que Facebook: su crecimiento se estancó hace un par de años cuando sus gerentes permitieron que el sitio se convirtiera en un gran desorden.
Al menos hasta ahora, los gobiernos reales aún tienen algún as en la manga; ellos pueden simplemente cortar los servicios. Facebook está bloqueado en China, y en mayo estuvo temporalmente cortado en Paquistán, debido a una norma judi¬cial impuesta sobre una página que publicaba un concurso para dibujar caricaturas del profeta Mahoma. Quizá Facebook es menos que una nación y sí un movimiento gigante transnacional, que se compara con la Cruz Roja o con la Iglesia Católica, que tiene un objetivo predominante y que puede hablar con los gobiernos en términos bastante parecidos.
Como la presentan los jefes de Facebook, su misión es simplemente hacer que el mundo sea más abierto y esté más conectado y acercarse más a la “aldea global”, según las predicciones que Marshall McLuhan hizo en los 60. El éxito de Facebook “acarrea muchas cuestiones que pensamos que estarían a una generación de distancia”, dice Edward Castronova, un catedrático de la Universidad de Indiana. Una de esas cuestiones es cuánto impacto tendrán la economía y la divisa del mundo virtual sobre la economía y la divisa del mundo real. El gobierno chino ha dominado en muchas oportunidades las divisas virtuales. El año último, prohibió su uso para comprar bienes y servicios, en parte porque estaba preocupado por el impacto sobre el yuan.
Facebook también puede tener influencia sobre la manera en la cual los gobiernos proveen servicios y compiten para darlos. Por ejemplo, la empresa permite a los miembros utilizar su perfil para registrarse en otros sitios de la Web, creando así un tipo de pasaporte. Una prestación parecida podría ayudar a la gente en actividad a contratar los servicios públicos. Y, entonces, surge la pregunta de cómo las redes sociales cambiarán la política. Ayudan a estimular debates y a poner en orden las acciones y colaboran para permitir que los gobiernos busquen y pongan a prueba las propuestas. Cuando Cameron y Zuckerberg dialogaron, el tema central fue cómo obtener nuevas ideas para bajar el gasto público.
Paradójicamente, días después del chat, el gobierno británico invalidó Facebook por permitir que se publicaran allí homenajes a un asesino. La empresa rechazó sacar la controvertida página, la cual más tarde fue retirada por su propio creador. “Facebook es un lugar donde la gente expresa sus puntos de vista y discute cosas de manera abierta, como lo puede hacer, y lo hace, en cualquier otro lugar”, dijo la empresa. Zuckerberg puede no tener un territorio real, pero está decidido a mantener su posición.
LA NACION