¿Crecimiento sostenible o la reencarnación del capitalismo?

¿Crecimiento sostenible o la reencarnación del capitalismo?

Por Andrew Hill
En marzo de 2009, en una entrevista con el Financial Times sobre el futuro del capitalismo, Jack Welch, dijo: “Hoy, perseguir a toda costa hacer crecer únicamente el valor para los accionistas es la idea más estupida del mundo. Valor para el accionista debe ser entendido como el resultado, no como una estrategia. (Para una empresa) sus principales grupos de interés son hoy sus empleados, sus clientes y sus productos”. Cabe recordar que Welch, como presidente Ejecutivo de General Electric hasta 2001, fue considerado el sumo sacerdote de la primacía del shareholder y de las ganancias de dos dígitos.
El gráfico con tendencia en ascenso siguen siendo una aspiración, un símbolo, de éxito. Sin embargo, también Richard Whittington, profesor de Estrategia en la escuela de negocios Said, de la Universidad de Oxford, señala que es “deseable, pero peligroso”. Los ejemplos para probar tal posición estuvieron a la orden del día en los últimos años. Nombres corporativos de larga data tropezaron o, incluso, colapsaron debido a proyecciones de crecimiento ilusorias. Personas anteriormente sensatas fueron tentadas al fraude en el desesperado esfuerzo por alcanzar objetivos de crecimiento irreales de alcanzar.
Roger Martin, decano de la Rotman School of Management de la Universidad de Toronto, resalta que una de las ilusiones creadas por los gráficos de crecimiento es que este desarrollo puede reducirse a un indicador lineal, que, en realidad, representa un grupo de productos. “Las empresas no crecen a un 4 o 6% porque sí”, dice. “Se genera en base a que algunos componentes de su oferta de productos logran convertirse en un éxito, mientras que otros ceden terreno o, directamente, se estancan”. Pero, cuando estos fallan todos al mismo tiempo, el efecto puede ser devastador.
Definición estrecha
La realización tardía de Welch sobre los peligros de la búsqueda de crecimiento rápido y lineal ofrece una luz de esperanza para algunas empresas. A Paul Polman, por ejemplo, que asumió como presidente ejecutivo de Unilever en los duros días de la última crisis financiera, el vendaval económico le permitió recalibrar las expectativas. La compañía de alimentos y productos de consumo congeló salarios y cuidó su caja. Además y no menos importante, la compañía volvió a examinar su premisa sobre cómo una gran multinacional hace negocios. La palabra clave resultó ser sostenibilidad. Se convirtió en la base de la estrategia empresarial moderna, tal como es practicada por Unilever y otros.
Si bien, usando una definición estrecha, sostenibilidad como concepto sigue siendo vinculada a los objetivos ambientales, cada vez más empresas se enfocan también en lograr y definir para si mismas el objetivo de asegurar un crecimiento sostenible. Esto puede entenderse como seguir haciendo crecer a la empresa sin tener que implementar un esfuerzo artificialmente.
Para ello, Martín resalta que las empresas necesitan líderes fuertes que tengan el coraje para restablecer las expectativas de los inversores. Se suman otros dos factores. Uno es el surgimiento de empresas de mercados emergentes, tanto estatales como privadas, que evalúan las oportunidades de crecimiento con una mirada diferente y en un plazo de tiempo diferente a sus pares en los países desarrollados. Las empresas chinas, por ejemplo, son de garantizar el suministro de alimentos mediante la compra de bienes agrícolas en África y la financiación de proyectos de ferrocarril de largo plazo en la Argentina a Ucrania.
La segunda fuerza es la idea de que el propio capitalismo está cambiando. Michael Porter, profesor de la escuela de negocios de Harvard, y Mark Kramer, director de la consultora FSG Social Impact Advisors, lo denominan como “la creación de valor compartido”, que se basa en que las empresas invierten, para el beneficio mutuo, en las comunidades que suministran.
Replanteamiento
Otro es Umair Haque, autor de El Nuevo Manifiesto Capitalista. Haque sostiene que “el concepto de crecimiento de la era industrial… en última instancia es insostenible, ya que, a nivel local y mundial es autodestructivo”. En su lugar, propone, buscar ser “capitalistas constructivos”. Como ejemplos cita a empresas que están encontrando maneras de crear un círculo virtuoso de crecimiento, como Apple, Nike, Lego o Tata, entre otros, y que renunciaron a la idea de que “los beneficios siempre exigen incurrir en un perjuicio económico (para otros)”. Sin embargo, para que se expanda, requerirá de un extraordinario replanteamiento de la relación entre las empresas y sus propietarios y clientes – sobre todo en las economías desarrolladas del mundo en que los accionistas siguen siendo consolados por la vista de los gráficos optimistas, que apunta hacia arriba.
EL CRONISTA