¿Colocarle solo el bozal?… ¡resultaba ya una utopía!

¿Colocarle solo el bozal?… ¡resultaba ya una utopía!

Saint Simon

Por Antonio Rosso
De toda la problemática que presentaba “convivir” 24 horas con Saint Simón, la más temida por quienes lo asistían… era colocarle todas las mañanas el bozal para retirarlo del box. Cansados de esquivar sus mordiscos, manotazos y patadas homicidas, los primeros peones que el entrenador Mat Dawson seleccionó para atender al feroz hijo de Galopín, abandonaron su tarea.
De toda la biografía que poseo del zaino, siempre otorgué preferencia a lo publicado en los 14 volúmenes que poseo de Bloodstock Breeders’ Review editados en la segunda década de la centuria pasada, En uno de los tantos trabajos dedicados al indomable elemento, se pone énfasis en informar que el debut de.Saint Simón se demoró varias semanas por lo accidentado y conflictivo que significaba entrenarlo.
A pesar que la mayoría de las veces, los dos hombres que se ocupaban en atender al descendiente de Saint Angela debían, luego de la titánica tarea de embozalarlo, retirarlo del box a dos cadenas.
Fred Archer era el único hombre al cual el zaino dispensaba algún respeto – o cierto pánico -sostenían algunos, por el fino alambre de acero disimulado en la fusta de Archer.
Con un entrenamiento deplorable en su continuidad e intensidad -por la nula colaboración que ofrecía el zaino – Dawson consideró que su díscolo pupilo, aún sin ajusfarle correctamente sus líneas, debía debutar:
– Si se pone “loco” en carrera, procura conservar la calma. LIBÉRALO DEL RIGOR DE las riendas y que haga su voluntad. El Duque me recomendó que no se lo mortifique – fueron las recomendaciones que el preparador hizo a Archer antes de la partida.
31 de julio de 1883. Debuta en el Halnaker Stakes, programado en el hipódromo de Godwood, el ejemplar que sería considerado, una de las “deidades” de la raza.
Dirigiéndose hacia el punto de partida, Archer movió severamente en las riendas a su piloteado, especulando que un corto, pero severo galope, corrigiera el avance en zigzag (y con la cabeza mal cornada) del temperamental zaino. Empapado en sudor, con bufidos, más que relinchos, erectas las orejas, los ollares rojos como una herida recién abierta, escarceando con enojo extremo en la grama, la suelta de la carrera sorprendió a Saint Simón… y más aún a Archer – preocupado por estribar más firme – temeroso de ser arrojado de la montura por el elemento propiedad del Duque de Portland.
Largando cruzado – con los ojos revelando el mirar taladrante de un felino ya localizada su presa – Saint Simón, sin que Archer le exigiera nada, recorridos los primeros doscientos metros ya, con la agilidad de un galgo, comandaba la carrera. Al cruzar la raya con 6 cuer-_pos a su favor, Fred Archer, a pesar de los esfuerzos que le demandaba sofrenar a su montado, se felicitó interiormente: Estaba al mando de las riendas de un “fenómeno”.
PUROS DE CARRERA