Un verdadero premio a la inteligencia

Un verdadero premio a la inteligencia

Howard Gardner, distinguido con el Premio Príncipe de Asturias

Por Nora Bär
No hay una sola forma de la inteligencia. Todos los seres humanos tenemos una serie de capacidades cognitivas relativamente autónomas que constituyen, cada una, una inteligencia distinta. Sí: podemos ser un fracaso académico, pero brillantes en los negocios; artistas destacados, pero negados para el baile o los deportes. Y lo que es más importante, un tipo de inteligencia no es mejor que otros. Tampoco son talentos innatos ni inamovibles, sino que pueden cultivarse.
Howard Gardner, creador de estas ideas que hoy parecen verdades de Perogrullo, pero que hace 30 años sacudieron el campo de los estudios de la mente y de la educación, fue distinguido con el Premio Príncipe de Asturias en Ciencias Sociales “en reconocimiento a su compromiso social y ético con la mejora del sistema educativo, su apuesta por la excelencia y su relevante proyección internacional”.
“Me siento humildemente emocionado -dijo a través de un comunicado-. Aunque he tenido formación principalmente en psicología, siempre me consideré un científico social y siento que gran parte del mejor trabajo sobre la sociedad y la naturaleza humanas se nutre de un abanico de disciplinas sociales.”
Más adelante agregó: “En este momento, en las ciencias sociales que se practican en los Estados Unidos el acento está puesto casi enteramente en el trabajo cuantitativo. Me complace que este premio reconozca las investigaciones que involucran análisis cualitativos y amplias síntesis de conocimiento”.
Nacido en 1943, en el seno de una familia de emigrados de la Alemania nazi, Gardner se graduó en la Universidad de Harvard en 1971 y un año después se convirtió en codirector de Proyecto Cero (junto con el filósofo Nelson Goodman), un grupo de investigación que estudia los procesos de aprendizaje en chicos y adultos.
En todas estas décadas, viene poniendo en jaque desde allí los sistemas de educación que sobrevaloran la memorización y las virtudes académicas por sobre otras capacidades (“o inteligencias”) de los individuos.
Sus investigaciones se plasmaron en más de 450 artículos científicos, pero también en 25 libros que fueron traducidos a 28 idiomas. Entre ellos se cuentan Inteligencias múltiples ; Arte, mente y cerebro ; Mentes flexibles. Mentes creativas. Mentes líderes ; La inteligencia reformulada y La mente no escolarizada, todos editados en la Argentina bajo el sello de Paidós, tal como su última obra, Las cinco mentes del futuro.

Ocho habilidades cognitivas
Para Gardner, cada persona posee ocho habilidades cognitivas que puede desarrollar en mayor o menor medida: la lingüística, la musical, la cinético-corporal, la lógico-matemática, la visual y espacial, la interpersonal, la intrapersonal y la naturalista (es la competencia para observar, identificar y clasificar a los miembros de un grupo, por ejemplo).
“Ser inteligente es tener flexibilidad para mirar un problema y ver una posibilidad nueva, una salida no pensada para enfrentarlo -explica el doctor Facundo Manes, director del Instituto de Neurología Cognitiva (Ineco) y del Centro de Neurociencias de la Fundación Favaloro-. En 1904, el psicólogo inglés Charles Spearman desarrolló la noción del Factor G, que definió como una capacidad intelectual general que subyace a todas las capacidades cognitivas. En 1916, Godfrey Thomson propuso que la inteligencia es una colección de habilidades necesarias para completar la mayoría de las tareas intelectuales. Howard Gardner instaló, en 1983, el concepto de «inteligencias múltiples» para subrayar que las personas tienen diferentes talentos y que éstos a su vez impactan en cómo aprendemos. Esa fue su gran contribución: ampliar el concepto de inteligencia. Hoy existe la noción de que ésta incluye habilidades en el campo de lo emocional, de las motivaciones, de la capacidad para relacionarnos con otras personas en situaciones complejas y diversas… El consenso es que estas habilidades, que antes no se consideraban parte de la inteligencia, potenciarían el desarrollo intelectual al cooperar en la tarea diaria de enfrentar situaciones complejas y encontrar soluciones novedosas.”
Manes también subraya que las pruebas que evalúan la inteligencia fueron desarrolladas por una necesidad clínica práctica y demostraron ser útiles en muchas ocasiones, pero no en todas. Por eso, sus resultados pueden conducir a conclusiones erróneas.
“Ha habido una utilización política de la ciencia a lo largo de la historia que llevó a rotular como más o menos inteligentes a determinadas etnias, migrantes o grupos sociales -aclara-. Esto no sólo es inmoral, sino falso en términos científicos. Por eso es importante subrayar que la ciencia no cuenta hoy con herramientas para medir la inteligencia en toda su extensión y complejidad. ¿Cómo asignar un coeficiente al humor, a la ironía y, aún más, a la diversificada y plástica capacidad del ser humano para responder de manera creativa a los desafíos que la sociedad y la naturaleza le plantean?”
Para el psicólogo argentino Antonio Battro, miembro de la Academia Pontificia de las Ciencias y ex profesor visitante de la Universidad de Harvard, esta nueva distinción es absolutamente merecida.

La potencialidad humana
“Conocí a Howard Gardner en Harvard en 1986, gracias a la beca Eisenhower -comenta-. Ya para entonces era considerado uno de los profesores más brillantes de psicología de la nueva generación y era conocido en todo el mundo. Desde entonces nos hemos visto casi todos los años en diferentes lugares del mundo y en diversas circunstancias y hemos cultivado una verdadera amistad, también con su querida mujer, Ellen Winner, distinguida psicóloga, experta en el estudio del talento excepcional en las artes.”
Para Battro, lo más importante del trabajo científico y del mensaje como educador de Gardner es su compromiso con el desarrollo de la potencialidad del ser humano, “de todos los seres humanos sin distinción, en todas sus dimensiones, éticas, estéticas y epistemológicas, en el reconocimiento de la multiplicidad de talentos y capacidades en las diferentes etapas de la vida”.
“Para Gardner -explica- la inteligencia no se puede medir por un simple «coeficiente intelectual»: hay muchas inteligencias, cada una con sus propiedades específicas, y todas ellas integradas en un perfil individual que es siempre dinámico, y suficientemente plástico para evolucionar y progresar en sociedad.”
Por sus trabajos, Howard Gardner recibió 26 doctorados honoris causa de universidades de los Estados Unidos, Bulgaria, Chile, Grecia, Israel, Irlanda, Italia y Corea del Sur.
El Premio Príncipe de Asturias reconoce las contribuciones científicas, técnicas, culturales, sociales y humanísticas realizadas por individuos o instituciones. Gardner fue elegido entre 31 candidatos de la Argentina, Canadá, Croacia, Chile, Francia, Alemania, Grecia, Israel, México, Moldova, Noruega, Portugal, Suecia, Suiza, Gran Bretaña y España.
En octubre, cuando se realice la ceremonia en la ciudad de Oviedo, en España, recibirá una insignia con el escudo de la fundación que lo otorga, un cheque por 50.000 euros y una escultura de Joan Miró.
LA NACION