Los hermanos desunidos (3ª y última entrega de este blog)

Los hermanos desunidos (3ª y última entrega de este blog)

[Continuación de Los hermanos desunidos (2ª entrega de este blog)]
Por Pacho O´Donnell
PEDRO. EL HIJO ILEGITIMO
Su madre, María Josefa Ezcurra, había muerto muy joven, anonadada quizás por la reprobación de una sociedad tan pacata como la porteña.
Pedrito fue adoptado por don Juan Manuel de Rosas, a instancias de su esposa, doña Encarnación, hermana de la infortunada María Josefa. La relación del niño con su padre adoptivo siempre fue excelente, tanto que se decía, el Restaurador lo prefería a su propio hijo, el apático y medroso Juan.
-Siéntese, m’hijo.
Don Juan Manuel lo había mandado a llamar y Pedrito, que ya había ido volviéndose Pedro con la voz enronquecida, los músculos rotundos y los sentimientos en torbellino, supo que el día había llegado.
Sí, tatita -susurró, acomodándose en el borde del banco. Se hizo un silencio mientras don Juan Manuel hacía anotaciones y firmaba algunos papeles que se amontonaban sobre su escritorio.
-Lindo día -volvió a decir el joven, quien nunca había tenido miedo de cruzar esa mirada que todos rehuían.
-Vamos al grano, m’hijo. Ya tiene edad para saber quién fue su padre.
Pedro tuvo miedo de no escuchar por el estrépito de su corazón. Ese hombre al que todos temían lo observaba serenamente, casi con ternura.
-Su madre era una mujer muy bonita. La más bonita de las Ezcurra-no lo dijo, pero era como si lo hubiera dicho, “más bonita que mi Encarnación”.
-Gracias-dijo el joven y enseguida dudó si era eso lo que debía haber dicho.
-Belgrano- estaba diciendo esa voz acostumbrada a mandar. Pedro no entendió, o no se atrevió a entender, y se quedó mirándolo- Belgrano– repitió don Juan Manuel-. Su padre fue Manuel Belgrano.
Había retratos de Belgrano por todas partes. En casas, en iglesias, en ayuntamientos. También en el salón de los Rosas. Era un prócer de la patria.
Su padre fue un gran hombre, puede estar orgulloso, m’hijo. -Pedro no percibió el levísimo temblor en los dedos del Restaurador. A continuación, ese hombre, que años más tarde lo haría coronel de sus ejércitos para tenerlo siempre cerca, hizo una seña para que se retirara. Un embajador aguardaba en el salón contiguo y Antonio Reyes, el edecán, se había asomado para recordárselo. Cuando el joven, esforzándose para que su paso pareciera firme, iba a cerrar la puerta tras de sí, escuchó:
-De aquí en más. m’hijo, puede firmar Pedro Rosas y Belgrano.

LA CABEZA DEL CAUDILLO
No vaciló. A pesar de que sólo le quedaban dos hombres de su escolta, no vaciló. Dando alaridos y revoleando su sable cargó contra la partida santafesina que acababa de capturar a su Delfina. Era ésta una bella “gaúcha“ riograndense que había subyugado a Francisco Ramírez, el caudillo entrerriano. Era una mujer de armas tomar y participaba activamente en las correrías del “supremo entrerriano”. El anecdotario de la
pasión que los unía era muy extenso. A nadie llamó entonces la atención que don Pancho perdiera su vida -su corazón fue atravesado por un certero trabucazo- por salvar la de su amada.
El jefe de la partida, Zabaleta, llevó la cabeza como obsequio al caudillo santafesino Estanislao López quien tantas batallas había librado junto a Ramírez pero que ahora, aliado con Buenos Aires, lo había perseguido hasta cazarlo como a una fiera.
Esa cabeza, conservada con sal y vino, López solía ponerla sobre su escritorio cuando quería intimidar a algún visitante.

LA PATAGONIA PARA CHILE
En 1840 Domingo Faustino Sarmiento era un exiliado en Santiago de Chile, integrante de la Comisión Argentina que presidía el general Las Heras, cuyo objetivo era agotar todos los medios posibles para lograr la caída de Rosas. Entre ellas, crear situaciones de conflicto entre ambos países.
El ministro Montt había adquirido un diario, “El Progreso”, que encomendó al sanjuanino. Desde el primer número, el 11 de noviembre de 1842, Sarmiento desarrolló una campaña “demostrando” los derechos chilenos sobre el estrecho de Magallanes e insistió en la necesidad de que su país de adopción se adelantara a la Argentina en la ocupación del territorio. La campaña encontró gran eco. No era un chileno quien lo decía sino un argentino de nota. Sarmiento, en “La Crónica” del 11 de marzo de 1849, escribió: “Un territorio limítrofe pertenece a aquel de dos Estados a quien aproveche su ocupación (…) Para Buenos Aires es una posesión inútil. ¿Qué haria el gobierno de Buenos Aires con el estrecho de Magallanes, país remoto, frígido, inhospedable? (…) ¡Que pueble el Chaco y el sur hasta el Colorado y el Negro y deje el estrecho a quien lo posea con provecho…! Magallanes, por lo tanto, pertenece a Chile por el principio de conveniencia propia sin daño de terceros. No solamente el estrecho, sino toda la Patagonia: “Quedaría por saber aún si el título de erección del virreinato de Buenos Aires expresa que las tierras al sur de Mendoza entraron en su demarcación; que, a no serlo, Chile pudiera reclamar todo el territorio que media entre Magallanes y las provincias de Cuyo”.
Argentinas y argentinos hemos preferido recordar al sanjuanino como el gran estadista que tuvo la genial intuición de la importancia de la educación popular en el progreso de nuestra patria. Y no es difícil comprender que las circunstancias alteradas y confusas de nuestra Argentina de entonces podían conducir a errores mayúsculos.

UN SANTO INSERVIBLE
Cuando las ciudades por patronizar no eran de importancia, como la lejana Buenos Aires, un puerto de contrabandistas enclavado en tierras inhóspitas y deshabitadas, en España se introducían los nombres de todos los santos en una bolsa de terciopelo negro para que fuera el azar quien decidiese.
Se dice que tres veces seguidas, inauditamente, salió el papelito de un santo, San Martín de Tours. Buenos Aires tuvo entonces su santo patrono. Nadie podía prever que lo que la negra bolsa de paño brilloso había anticipado era el nombre del general libertador de aquellas tierras australes.
Muchos años más tarde, el bloqueo francés al puerto de Buenos Aires enardecía los espíritus patrióticos. El odio contra el invasor crecía en la población. Alguien recordó entonces que Tours era ciudad de Francia. No tardó mucho alguien en presentar un proyecto en la Legislatura:
“El gobierno, considerando que esta ciudad fue puesta desde su fundación bajo la protección de un francés, San Martin, natural de Tours, quien no ha sabido hasta la fecha librar a esta ciudad de las fiebres periódicas, escarlatinas, ni de las secas y epidemias continuas que en diferentes épocas han arruinado nuestra campaña, nuestras cosechas y nuestros ganados, ni de las extraordinarias crecientes de nuestro río que destruyen casi anualmente una cantidad de obras y monumentos de la ciudad que se encuentran sobre la costa.
“En fin, que la viruela acaba de desaparecer a causa del descubrimiento de la vacuna, sin que el patrono por su parte haya jamás hecho el menor esfuerzo para librarnos de esa terrible calamidad.
“Que para combatir las invasiones de los indios en la frontera, para sostener las guerras civiles y extranjeras que nos han sobrevenido, hemos tenido que recurrir en el primer caso a la Santa Virgen de Luján, en el segundo a la Virgen del Rosario y la Merced y también a Santa Clara Virgen, con cuyo único consuelo hemos podido triunfar, mientras que nuestro patrono, el francés, permanecía indiferente en el cielo sin ayudarnos en lo más mínimo como era su deber.
“En vista de los motivos expuestos venimos en decretar y decretamos:
“Artículo 1° El francés unitario San Martin de Tours, que ha sido hasta hoy el patrón de esta ciudad, habiendo perdido la confianza del pueblo y del gobierno, abandonado por sus compatriotas, aliado del traidor Rivera y demás salvajes unitarios, es destituido para siempre del empleo de patrón de Buenos Aires”.

CUANDO LA NIÑA SE ENAMORA
La guerra entre Argentina y Brasil estaba a punto de estallar. El embajador Tomás Guido había cerrado la representación diplomática argentina y regresada a Buenos Aires. Insólitamente el jefe del ejército nacional, Justo José de Urquiza, inicia secretas negociaciones con el enemigo que llegaran a buen puerto. Es decir a Caseros, el 3 de febrero de 1852. Sus defensores, entre ellos nuestra historia oficial, argumentarán que el entrerriano hará lo que hizo para defenestrar al tirano y consagrar la constitución y que ello justificaba cualquier pacto con el diablo. Sin embargo, uno de sus secretarios privados, Nicanor Molinas, lo explicará años después y sin ánimo de crítica, por móviles económicos: “Al pronunciamiento se fue porque Rosas no permitía el comercio del oro por Entre Ríos”.
El catalán Cuyas, comerciante, hombre de confianza de Urquiza, era su delegado para negociar con los brasileños. El gobernador de Entre Ríos, para sellar su alianza con el ejército imperial y levantarse contra Rosas, exigía que la escuadra brasileña se desplegase en el Río de la Plata:
“Yo aseguro que V.E. —escribe Cuyas, en clave, como si se tratase de una carta comercial. A Urquiza el 2 de mayo de 1850- no despacharía sus buques sin que la contrata estuviera firmada, porque entiendo que mientras la niña se enamora todo se concede, y después que ha cedido la ilusión disminuye y falta la voluntad de cumplir las ofertas. En fin: se espera la llegada de un buque de aquel destino para ponernos todos de acuerdo. Mas, por ahora yo sigo el plan de mostrar que V.E. no está todavía decidido a entrar en la negociación, y que será fácil que la deje si el contrato no se concluye de la manera por mí indicada”.
Descifremos:
“No despacharía sus buques”: Urquiza no se pronunciará públicamente.
“La contrata”: la alianza con el Imperio.
“Mientras la niña se enamora todo se concede”: para ganarse a Urquiza, los brasileños harían todos los sacrificios.
‘Y después que ha cedido la ilusión disminuye”: una vez hecho público su alzamiento la cotización de Urquiza bajaría.
“Falta la voluntad de cumplir”: las ventajas debían obtenerse antes del pronunciamiento.
“Se espera la llegada de un buque de aquel destino”: se esperan poderes o instrucciones de Río de Janeiro para su delegado.
“Para ponernos todos de acuerdo”: para firmar el tratado.
“VE, no está todavía decidido a entrar en la negociación. Y que será fácil que la deje”: si Brasil no cumple con nuestras exigencias. V.E. seguirá siendo leal a Rosas.
CLAVES DE LA HISTORIA ARGENTINA. NOTICIAS